Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 12 de marzo de 2013

Lo imposible - parte 10 - III


Parte 10 - III


Marius me había estado siguiendo el paso de forma sumamente cautelosa. Seguramente temía que volviese a quedar enredado en algún tremendo lío y ésta vez terminara más que apuñalado. Si bien, cuando se aproximó a mí lo hizo saliendo de su escondite mostrando toda su fuerza. Sus manos se colocaron sobre mis hombros como los de un ángel que busca darle consuelo a un pobre idiota.

-Maestro- así lo llamaba pese a los años que habían pasado, él siempre sería mi maestro. Me giré al ver sus manos apoyadas sobre mis hombros que parecían más estrechos, débiles y casi hundidos. Miré sus ojos profundamente antes de girarme hacia los restos que se hallaban frente a mí.
-¿Debería? Tal vez... ¿Crees que funcionaría?

Movió su cabeza en una lenta negación provocando que sus cabellos rubios en color pajizo, como el vino joven de las uvas blancas o la harina de maíz, cobraran cierta vida. Sus ojos de color gélidos bordearon mi figura y apretó suavemente mis hombros. Sabía que deseaba asentir, pero tuvo que ser sensato.

-No, Lestat- dijo abrumándome con su voz tomada por los hechos que tenía ante él-. Ellos así lo han decidido y ha sido su voluntad. Nada podemos hacer. Aún si les ofrecemos nuestra sangre ten por seguro que volverán a hacerlo, tarde o temprano- apretó de nuevo mis hombros y yo creí que me desvanecería.

En ese momento rompí a llorar golpeando el altar donde las llamas habían acabado con Tarquin y Mona. Se habían llevado a dos criaturas que amaba, de igual modo que se llevaron a Merrick una vez. Mis lágrimas se agolpaban con fuerza en mi ojos y un lamento amargo rasgaba mi garganta. Me sentía culpable, pues hasta que no me involucré con ella todo estaba bien, o al menos en calma.

Se agachó ligeramente para palmear mi espalda intentando dar consuelo. Si bien, nunca le agradó la forma en la que siempre me comportaba, no podía ser tan cruel como para dejarme ahí sin palabras que suavizaran el dolor.

-Son cosas que no podemos evitar... anda ponte de pie y demos a ambos una merecida sepultura, volvamos a la mansión que ahí te espera tu amante y la madre de vuestro futuro hijo. Y aunque suene cruel, míralo por el lado amable, la joven bruja ya no va a atormentarte.

-Marius... es mi culpa- respondí negando mientras me abrazaba a mí mismo deseando que estuviese allí mi madre, aunque el consuelo sería igual de cruel y nefasto. Recordar que Mona ya no estaba y que Quinn no volvería a buscar su apoyo me desesperaba.

Los ojos de gato enmarcados en una piel suave, como la de un niño, con una boca bien encajada llena de sonrisas amargas. Ese joven taciturno que esperaba un milagro cada día, fuese cual fuese, se había evaporado del mismo modo que la radiante, libre, caprichosa, sensual y altiva bruja que convertí en hija. Siempre me recordó en parte a Claudia por los caprichos que tenía, un tanto a mí porque no tenía límites y un poco a toda la sociedad corrupta que siempre te llamaba con cantos de sirena. Nunca tuvo nada bueno en su vida y lo poco que tenía no sabía cuidarlo. En el fondo de mi corazón sabía que fue un consuelo para ella encontrarse con él en medio de las llamas.

-No es momento de buscar culpables -declaró-. Lo hecho está hecho, si bien no hay forma de retroceder el tiempo y por ello hay que afrontar la realidad. Llórarles todo lo que quieras, pero vive tú por ellos - se adelantó unos pasos frente a mí.

Marius con sumo cuidado comenzó a recoger los restos y las cenizas. Sabía que estaba demasiado abatido para tocar los frágiles huesos que sólo con un par de toques se volvían polvo. Buscó con su severa y apacible mirada cualquier recipiente que pudiese usarse por urnas. Cerca del altar había un par de recipientes metálicos, los cuales tenían cierto parecido a una urna convencional aunque posiblemente era donde se guardaban las ostias consagradas y algunos útiles de misa.

Sus largos dedos manchados de hollín tocaron el frío metal, lo llevó contra sí como si los abrazara y comenzó a guardar con cuidado cada pedazo de ellos. De mi buen amigo no quedaba nada, salvo un colgante que llevaba con un camafeo que quedó casi destrozado. No sabía si era de su tía o Petronia, su creadora, se lo había ofrecido. Rompí en un llano más amargo cuando vi como caía en el pequeño recipiente, y aún más cuando metió en otro una hebilla del pelo, la cual solía sujetar algunos mechones rebeldes de hermoso cabello de Mona. Mi alma se rompía a pedazos y sentí un dolor punzante en mi corazón. Deseé reconstruir sus cuerpos y darles sangre.

-Hay que darles entierro y dadas las circunstancias deben enterarse sus allegados. El hijo de Tarquin, sus empleados, su tío, el hombre que está aún ahí fuera esperando que su amado pupilo aparezca, su creadora y el resto de inmortales que le llegaron a amar, respetar y sobre todo desear a su lado aunque fuese por unas horas.

-Lo correcto es esparcirlas por el Santuario- en ese momento sentí una agobiante sensación. Petronia lo sabía, seguramente ya lo sabía. Uno siempre tiene corazonadas cuando una de tus creaciones, más o menos apreciadas, muere-. Hay que buscar a Petronia y decirle la verdad... sólo porque ella lo creó.

Siempre hablaba de su creador como mujer, pues como hembra se sentía más fuerte y de ese modo quería verse frente a Arion. Era el corazón de una hembra el que se entregó al vampiro de color café, ojos almendrados y piel suave. Ella fue tachada de monstruo al tener ambos sexos, pero siempre demostró ser más amazona que esclavo, más mujer abnegada a un arte cuasi divino que un artesano paciente, una mujer llena de placer y amor para ofrecer únicamente al hombre que veneraba y que ante otros mostraba una coraza, aunque sabía que quería a Tarquin su manera porque todo padre ama a sus hijos a su modo.

-Ya habrá tiempo para eso, primero lo primero- comentó con ambos contenedores de ceniza en sus regazos -. Vamos al Santuario y luego daremos el aviso -sostuvo las urnas con una mano y extendió la otra para ayudarme a ponerme en pie-. Yo me haré cargo de comunicarlo si tú no te sientes en condiciones, pues sé la historia gracias a Louis.

-Louis ¿está bien?-pregunté mirándolo con los ojos llenos de lágrimas sanguinolentas-. Tienes que decirle a Rowan... dieu... Nash- me incorporé dejando atrás al maestro, para correr hacia donde se hallaba el mortal.

Aquel hombre amaba a Tarquín más allá de un hijo, lo amaba como un amante y ahí estaba arrojado en la hierba cerca de la vía y a la vista de todos como un maldito borracho o un mendigo. Tomé entre sus brazos su cuerpo maltrecho, casi sin energía, y pedí disculpas por todo, aunque no pudiese escucharme, para luego volar con él lo más rápido hacia Blackwood Farm.

Marius se desplazó hacia la mansión Mayfair, allí Rowan esperaba el regreso de Mona, así como de Tarquin, intentando no pensar en todo lo malo que podía haber ocurrido. Supe más tarde que prácticamente tuvo que ser tomada en brazos por Michael, el cual la miró preocupado deseando romper a llorar. La chiquilla que tantos estragos hizo en su vida, a quien cuidaron como una hija, había desaparecido junto al muchacho que tanto la amó.

No tomaron la urna, decidieron que ambos descansaran juntos. El funeral se haría al día siguiente, para que así todos los que los amaron pudiesen asistir. Mientras yo recostaba en la vieja habitación de tía Queen a Nash. Poseía una expresión intranquila y balbuceaba su nombre. Me pregunté cuántos años estuvo esperando una simple sonrisa que le diese la vida entera, un hombre que sin duda se desvivía por el hijo que Quinn tenía con Jasmine y por su tío. Él ya no lo hacía por su difunta amiga, sino por las implicaciones sentimentales que tenía hacia su muchacho.

Nadie en la casa sintió mi presencia, todos dormían menos Tommy que terminaba un trabajo para la escuela en el portátil que mi hermanito le había regalado hacía unos meses. El chico estaba ensimismado. Cuando pasé por su habitación estaba terminando unas gráficas y se felicitaba así mismo por lo bien que estaba acabando, incluso deseaba mostrarle al que consideraba casi un padre, a Quinn, como estaba quedando.

Jasmine estaba en el cuarto que había sido de Pops, su hijo dormía abrazado a ella abrazado a un oso de peluche algo viejo, el cual supuse que podía ser de Tarquin. Tenía trece años ya, era muy alto para su edad pero tan dulce y frágil como su padre. Debió pensarse el morir sólo por su hijo, pero él no era capaz de concebir un mundo sin Mona.

El resto estaban en las otras habitaciones en los demás edificios de la mansión. No había huéspedes ya, pues no había habitaciones libres. Así que simplemente tras hacer el breve recorrido me fui hacia la sala donde se hallaba una pequeña sala. Allí se reunían mucho junto al fuego, leían libros y divagaban. Tenía en mi poder su camafeo y cuando lo miraba me echaba a llorar.

-Debes lanzarte, eres el culpable- escuché la voz de Nicolas sintiendo sus labios fríos acariciando mi mejilla-. Debes hacerlo y lo sabes.

Les-tot -mencionó Jasmine la cual, posiblemente, se había despertado debido a mis sollozos y lamentos- ¿Ocurre algo?

¿Qué podía decirle? Una mujer como ella no lo comprendería, no lo aceptaría. Tenía casi cincuenta años, pero estaba tan radiante como cuando la conocí. Era sin duda un bombón de chocolate, tan dulce y atractiva. Sus cabellos rizados en tono dorado le daban una imagen atractiva, igual que su bata medio cerrada.

Me incorporé negando intentando ir hacia la fuerte presencia que se acercaba. No podía decir nada, nada de nada. Cuando Marius apareció me abracé a él y murmuró cerca de mi oreja derecha lo que había hecho.

-He entregado las cenizas de Mona a sus tíos... -mencionó con voz suave intentando no perturbarme.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt