Parte 7
Au revoir, mon cour
Tras una hora deambulando para
ejercitar una mentira loable, algo que pudiese hacerle olvidar mis
horas de ausencia, llegué a la mansión que había adquirido muy
cerca del hogar de Tarquin y no muy lejos de la mansión Mayfair. Se
hallaba en una zona encantadora, cerca de un pequeño pantano
infectado por mosquitos, insectos y numerosa vida nocturna, con un
enorme jardín y ciertas tierras que nos permitían tener cuadras y
garajes para mis vehículos de lujo. El sendero era de piedra gris y
poseía rosales a ambos lados que se hallaban cubiertos por la nieve.
La cancela siempre estaba abierta en las noches, la música sonaba
incesantemente, las risas de los mortales se confundían con sus
pensamientos desacertados, o demasiado ciertos, sobre nuestra vida.
Si bien, en aquella noche se escuchaba el piano de Louis.
Hacía tan sólo dos semanas había
adquirido un elegante piano de cola color negro de Steinway &
Sons, el cual se había convertido en su pequeño niño mimado. Desde
que lo había comprado pasaba las horas muertas acariciando sus
teclas. Admiraba su elegancia y solía decir que era el mejor que
jamás había tenido. Sin duda, y a mi parecer, era un gran piano
pero siempre extrañaré el primero que compré para él y el cual
fue reducido a cenizas en el incendio que nos separó por completo.
Al encontrarlo allí sentado tocando
elegante, con maestría y cierta fiereza sentí un vuelco. Era la
pieza Requiem for a Dream que únicamente le escuchaba interpretar
cuando se encontraba demasiado enojado. Él lo sabía, no podía
engañarlo y aún así seguiría el plan trazado.
-Mira que te traje Louis ¿no crees que
son hermosas? -pregunté intentando llamar su atención acomodando
mis cabellos y prácticamente arrodillándome frente a él.
Mi presencia y mi voz provocó que
golpeara las teclas con furia terminando su interpretación. Algunos
mortales aplaudieron con gran devoción, pero guardaron rápidamente
silencio y un murmullo inundó la sala.
-Que amable de tu parte, ponlas donde
quieras -contestó sin mirarlas.
Él no tenía deseos de ver las
hermosas rosas, pues sabía perfectamente a que se debían. Las rosas
en invierno eran caras y demasiado delicadas, había tenido que
caminar con cuidado para no destrozarlas y también para que el frío
no comenzara a marchitar sus pétalos. Regresó a su interpretación
para que escuchara por completo la melodía, si bien yo no quería
escuchar nada.
-Louis... sé que estás molesto
conmigo pero ¿por qué no hablamos?-pregunté dejando el ramo de
rosas sobre el piano.-¿Estás molesto aún por lo de ayer? ¿Dónde
quedó todo lo que hablamos? Louis- acomodé sus cabellos tras su
oreja y sonrió calmado intentando parecer que nada ocurría-. ¿Por
qué no vamos lejos? No sé, podríamos ir al jardín para hablar
allí a solas.
-¿Hablar? ¿De qué quieres que
hablemos, mon cour? -dijo la última palabra sin sentimiento alguno-
¿Quieres contarme lo bien que la pasaste revolcándote con Mona? ¿Me
vas a contar lo genial que ha sido terminar lo que ayer no pudieron
porque los interrumpí? ¡Oh, ya sé! ¿Tal vez te inventarás alguna
excusa creíble y pensarás que podrás engañarme con ella? No, creo
que deba moverme. Es más creo que estoy perfectamente bien- me
miraba con una calma poco usual, ni siquiera se había molestado en
levantar la voz.
Tras aquel discurso, el cual fue
demasiado extraño, quedé petrificado durante unos segundos y ni
siquiera recuerdo haber pestañeado. Mis ojos se abrieron como platos
y dejé escapar un suspiro casi ahogado lleno de temor. Al regresar
en mí agité mis cabellos y tomé sus manos con las mías.
-Louis- susurré su nombre
precipitadamente mientras acariciaba sus dedos, la palmas de sus
manos y el dorso de la derecha-. Vamos... vamos...-balbuceé
frunciendo el ceño para luego relajarlo-. No digas tonterías. He
ido a pasear pensando en todo lo de ayer y he tomado una decisión.
Creo que es justo que te de todo lo que deseas-susurré con una leve
sonrisa intentando ocultar mi nerviosismo. Louis se había dado
cuenta, por mucho que me había asegurado el llegar antes que Mona y
el no ser visto en su compañía-. He ido a mirar anillos, pero
ninguno me gustó... Louis ¿no quieres casarte? He pensado que sería
lo correcto... ya que siempre has querido y que ayer te lo pedí, de
malas formas pero lo hice-me arrodillé frente a él acariciando sus
dedos aún, mientras se perdía en un mar de miedos y dudas. No sabía
siquiera si sería capaz de casarme con él, o con cualquiera. Pero
al menos sentía que después de un engaño así ni un perrito, ni un
relicario nuevo, tampoco un complemento o una joya sin más le haría
feliz-. Louis, cásate conmigo... nos iremos donde quieras durante
semanas ¿no te apetece? Un viaje por todo el mundo, sin fecha de
regreso y sin preocupaciones. Mojo y Byron pueden ser cuidados por
nuestros criados ¿no crees? Piensa Louis.
Retiró sus manos con cuidado mientras
sus cabellos caían suavemente sobre su frente. Su pose no era fiera,
tampoco era la temerosa de los primeros años, pero sin duda no era
la de un hombre que quisiese brincar ante la felicidad de saber que
tenía una promesa de boda.
-Vaya cinismo el tuyo al negar lo
evidente Lestat- noté cierta amargura en su voz, pero sólo fue unos
escasos segundos. Se recompuso antes de enfrentarme con palabras
ciertas e hirientes-. No te creo ni una sola palabra. Sé que no te
fuiste por ahí a pensar o buscar un anillo ¿O es que te olvidas que
Mona tiene un esposo y que vino a buscarla? No se necesitan
demasiadas cosas para unir conjeturas y llegar a una misma
conclusión- se puso de pie y caminó hacia la ventana con una
elegancia que me mataba. Pasó ante mí de largo sin mirarme
siquiera, como si fuese un espejismo y no quisiera caer en el juego-.
Otras veces hubiese dado lo que sea por escucharte proponerme eso,
pero esta vez no. No creo en tu propuesta de matrimonio, ni mucho
menos que te cases, antes huirías o que sé yo. ¿Pero sabes? Haré
como si nada, recibiré tu ramo y tendrás sexo conmigo las veces que
quieras. Te aseguro que podrás seguirme tratando como si fuera tu
puta favorita ¿te parece?
-Oh, Louis... -me incorporé
acercándome a él tomándolo por los hombros e intentando que
entrara en razón-. Louis, yo no quiero sexo... yo te quiero a
ti-aparté su cabello hacia un lado, para besar su suave y sensible
piel, sin dejar de rodear su cintura y esperar al fin que
comprendiese-. Louis, no me trates así porque siento que ya no me
amas y eso me duele. No sabes como me duele, Louis.
-Pero, si es así como lo llamas ¿no
recuerdas? -apretaba su mandíbula para contener toda la ira que
sentía, podía notarlo al ver tensas sus mejillas-. No debería
dolerte, es así como te gustan las cosas ¿no? -hizo un inciso
mientras colocaba sus manos contra el cristal. Sus ojos estaban fijos
en la nieve que volvía a caer una vez más-. Nada ha cambiado-
mentía, incluso él lo sabía-. Es más te propongo algo, creo que
te va a gustar- se apartó del cristal y giró su cuerpo apoyando mis
manos sobre mi torso. Jugueteó durante unos segundos con el cuello
de mi camisa y me miró con los ojos llenos de rabia. Podía ver su
rabia, aunque no leer su tristeza ni averiguar que pensaba en esos
momentos-. Tú sigues saliendo de putas, sigues revolcándote con
Mona, hasta con Rowan incluso-murmuró con una leve sonrisa mientras
me alejaba-. Cuando ya te hayas cansado, vuelves y no te reclamo
nada-dio un par de pasos hacia atrás, como si fuese de nuevo al
piano-. No, mejor aún -sonrió de forma amplia y prosiguió- te
acuestas conmigo y terminas de saciar tu libido.
-No, no me gusta-dijo tomándolo de los
brazos-¡Louis deja de comportarte así de una maldita vez! Prefiero
tus reclamos y las discusiones a ésto... parece como si no me
quisieras, como si no te importara nada.
-Eso debiste pensarlo antes de pensar
más con tu entrepierna que con la cabeza-respondió con saña. Pero
¿de qué me sorprendo? Nunca lo haces... -se calló un momento para
calmar sus emociones y no golpear mi rostro, pero eso no fue lo que
vi. Veía en él una frialdad que me destrozaba-. Ya... a partir de
ahora ya no va a importarme lo que hagas fuera de nuestra cama... -se
aproximó a mí tomándome del rostro-. Te dije que tuvieras cuidado
porque iba a llegar el día que me cansaría y ya ha llegado. Pero,
no te confundas mon cher, eso no quiere decir que he dejado de
amarte- suspiró pesadamente cerrando suavemente sus ojos, para luego
enfrentarme-. Que más quisiera, lo que daría por poder dejar de
hacerlo... pero no puedo... -bajó su rostro intentando no verme más,
aunque sus manos siguieron en mi rostro surcando éste con sus
dedos-. Sigo siendo el mismo tonto enamorado de ti... -sonrió de
lado y una lágrima rodó por su mejilla izquierda manchándola de
rojo-. Je t'aime mon cour, aún cuando te guste estar en brazos de
otras- sus labios rozaron los míos, pero sentí veneno en su boca y
no el amor que quería hallar en ellos.
-No es justo Louis- dije
retrocediendo-. ¡Es una trampa!-grité furioso antes de señalarlo-.
¿Me has sido infiel? ¿Por eso estás tan calmado? ¿Esa es tu
venganza? ¡Louis maldita sea!-en mi mente se daban cientos de
conjeturas, pero la más horrible era esa.
-No te equivoques, no soy como tú. Yo
si uso la cabeza y pienso las cosas antes de hacerlas, no voy por ahí
abriéndome de piernas a cualquiera. Pero, ya me cansé de
demostrarlo, de decirlo para que al final jamás me creyeras. El león
cree que todos son de su misma condición. ¿Querías hablar no? Pues
estamos hablando y he querido hacerlo de forma civilizada, los gritos
de mi parte están de más, me he cansado de gritar.
Yo era el león, jamás dejé de ser
uno. Caminaba con elegancia por las estancias de las elegantes
mansiones como si fuesen mías, tomaba a las mujeres de otros
levantando sus vestidos de fiesta y dejándolas satisfechas al fin,
para luego simplemente irme con jovencitos complacientes que querían
saborear mi miembro justo antes de ser mordidos y arrojados tras un
seto. Era un rey, un príncipe, un ladrón de corazones y a la vez el
macho alfa de un único idiota que me buscaba por los pasillos tras
las horribles pistas de mi cacería.
Me aparté y eché a caminar hacia la
puerta sin detenerme, ni siquiera esperé a que me detuviera. Corrí
rápidamente hacia el hall mientras algunos mortales me observaban
confusos y también molestos. Louis tenía el amor de ellos, no sólo
yo, y a veces me reprobaban por dañarlo.
En mi huida vi a un hombre moreno de
ojos oscuros y piel clara. Era toda una mole de facciones duras y
musculatura propia de un guerrero. No lo sabía, pero estaba viendo a
Avicus el cual tenía sus ojos perdidos en Mael y éste simplemente
parecía evitarlo con tal de no comenzar una discusión. Al parecer,
yo no era el único idiota en esa casa pero no deseaba ser el peor de
todos.
La conversación con Louis me había
hundido miserablemente. Prefería el Louis que me echaba todo en cara
antes que al vampiro de esa habitación. Tras mis pasos pude escuchar
una melodía arrebatadoramente triste que Louis parecía interpretar,
pero ni siquiera eso me hizo detenerme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario