Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 4 de marzo de 2013

Lo imposible - Parte 7


Parte 7
Au revoir, mon cour


Tras una hora deambulando para ejercitar una mentira loable, algo que pudiese hacerle olvidar mis horas de ausencia, llegué a la mansión que había adquirido muy cerca del hogar de Tarquin y no muy lejos de la mansión Mayfair. Se hallaba en una zona encantadora, cerca de un pequeño pantano infectado por mosquitos, insectos y numerosa vida nocturna, con un enorme jardín y ciertas tierras que nos permitían tener cuadras y garajes para mis vehículos de lujo. El sendero era de piedra gris y poseía rosales a ambos lados que se hallaban cubiertos por la nieve. La cancela siempre estaba abierta en las noches, la música sonaba incesantemente, las risas de los mortales se confundían con sus pensamientos desacertados, o demasiado ciertos, sobre nuestra vida. Si bien, en aquella noche se escuchaba el piano de Louis.

Hacía tan sólo dos semanas había adquirido un elegante piano de cola color negro de Steinway & Sons, el cual se había convertido en su pequeño niño mimado. Desde que lo había comprado pasaba las horas muertas acariciando sus teclas. Admiraba su elegancia y solía decir que era el mejor que jamás había tenido. Sin duda, y a mi parecer, era un gran piano pero siempre extrañaré el primero que compré para él y el cual fue reducido a cenizas en el incendio que nos separó por completo.

Al encontrarlo allí sentado tocando elegante, con maestría y cierta fiereza sentí un vuelco. Era la pieza Requiem for a Dream que únicamente le escuchaba interpretar cuando se encontraba demasiado enojado. Él lo sabía, no podía engañarlo y aún así seguiría el plan trazado.

-Mira que te traje Louis ¿no crees que son hermosas? -pregunté intentando llamar su atención acomodando mis cabellos y prácticamente arrodillándome frente a él.

Mi presencia y mi voz provocó que golpeara las teclas con furia terminando su interpretación. Algunos mortales aplaudieron con gran devoción, pero guardaron rápidamente silencio y un murmullo inundó la sala.

-Que amable de tu parte, ponlas donde quieras -contestó sin mirarlas.

Él no tenía deseos de ver las hermosas rosas, pues sabía perfectamente a que se debían. Las rosas en invierno eran caras y demasiado delicadas, había tenido que caminar con cuidado para no destrozarlas y también para que el frío no comenzara a marchitar sus pétalos. Regresó a su interpretación para que escuchara por completo la melodía, si bien yo no quería escuchar nada.

-Louis... sé que estás molesto conmigo pero ¿por qué no hablamos?-pregunté dejando el ramo de rosas sobre el piano.-¿Estás molesto aún por lo de ayer? ¿Dónde quedó todo lo que hablamos? Louis- acomodé sus cabellos tras su oreja y sonrió calmado intentando parecer que nada ocurría-. ¿Por qué no vamos lejos? No sé, podríamos ir al jardín para hablar allí a solas.

-¿Hablar? ¿De qué quieres que hablemos, mon cour? -dijo la última palabra sin sentimiento alguno- ¿Quieres contarme lo bien que la pasaste revolcándote con Mona? ¿Me vas a contar lo genial que ha sido terminar lo que ayer no pudieron porque los interrumpí? ¡Oh, ya sé! ¿Tal vez te inventarás alguna excusa creíble y pensarás que podrás engañarme con ella? No, creo que deba moverme. Es más creo que estoy perfectamente bien- me miraba con una calma poco usual, ni siquiera se había molestado en levantar la voz.

Tras aquel discurso, el cual fue demasiado extraño, quedé petrificado durante unos segundos y ni siquiera recuerdo haber pestañeado. Mis ojos se abrieron como platos y dejé escapar un suspiro casi ahogado lleno de temor. Al regresar en mí agité mis cabellos y tomé sus manos con las mías.

-Louis- susurré su nombre precipitadamente mientras acariciaba sus dedos, la palmas de sus manos y el dorso de la derecha-. Vamos... vamos...-balbuceé frunciendo el ceño para luego relajarlo-. No digas tonterías. He ido a pasear pensando en todo lo de ayer y he tomado una decisión. Creo que es justo que te de todo lo que deseas-susurré con una leve sonrisa intentando ocultar mi nerviosismo. Louis se había dado cuenta, por mucho que me había asegurado el llegar antes que Mona y el no ser visto en su compañía-. He ido a mirar anillos, pero ninguno me gustó... Louis ¿no quieres casarte? He pensado que sería lo correcto... ya que siempre has querido y que ayer te lo pedí, de malas formas pero lo hice-me arrodillé frente a él acariciando sus dedos aún, mientras se perdía en un mar de miedos y dudas. No sabía siquiera si sería capaz de casarme con él, o con cualquiera. Pero al menos sentía que después de un engaño así ni un perrito, ni un relicario nuevo, tampoco un complemento o una joya sin más le haría feliz-. Louis, cásate conmigo... nos iremos donde quieras durante semanas ¿no te apetece? Un viaje por todo el mundo, sin fecha de regreso y sin preocupaciones. Mojo y Byron pueden ser cuidados por nuestros criados ¿no crees? Piensa Louis.

Retiró sus manos con cuidado mientras sus cabellos caían suavemente sobre su frente. Su pose no era fiera, tampoco era la temerosa de los primeros años, pero sin duda no era la de un hombre que quisiese brincar ante la felicidad de saber que tenía una promesa de boda.

-Vaya cinismo el tuyo al negar lo evidente Lestat- noté cierta amargura en su voz, pero sólo fue unos escasos segundos. Se recompuso antes de enfrentarme con palabras ciertas e hirientes-. No te creo ni una sola palabra. Sé que no te fuiste por ahí a pensar o buscar un anillo ¿O es que te olvidas que Mona tiene un esposo y que vino a buscarla? No se necesitan demasiadas cosas para unir conjeturas y llegar a una misma conclusión- se puso de pie y caminó hacia la ventana con una elegancia que me mataba. Pasó ante mí de largo sin mirarme siquiera, como si fuese un espejismo y no quisiera caer en el juego-. Otras veces hubiese dado lo que sea por escucharte proponerme eso, pero esta vez no. No creo en tu propuesta de matrimonio, ni mucho menos que te cases, antes huirías o que sé yo. ¿Pero sabes? Haré como si nada, recibiré tu ramo y tendrás sexo conmigo las veces que quieras. Te aseguro que podrás seguirme tratando como si fuera tu puta favorita ¿te parece?


-Oh, Louis... -me incorporé acercándome a él tomándolo por los hombros e intentando que entrara en razón-. Louis, yo no quiero sexo... yo te quiero a ti-aparté su cabello hacia un lado, para besar su suave y sensible piel, sin dejar de rodear su cintura y esperar al fin que comprendiese-. Louis, no me trates así porque siento que ya no me amas y eso me duele. No sabes como me duele, Louis.

-Pero, si es así como lo llamas ¿no recuerdas? -apretaba su mandíbula para contener toda la ira que sentía, podía notarlo al ver tensas sus mejillas-. No debería dolerte, es así como te gustan las cosas ¿no? -hizo un inciso mientras colocaba sus manos contra el cristal. Sus ojos estaban fijos en la nieve que volvía a caer una vez más-. Nada ha cambiado- mentía, incluso él lo sabía-. Es más te propongo algo, creo que te va a gustar- se apartó del cristal y giró su cuerpo apoyando mis manos sobre mi torso. Jugueteó durante unos segundos con el cuello de mi camisa y me miró con los ojos llenos de rabia. Podía ver su rabia, aunque no leer su tristeza ni averiguar que pensaba en esos momentos-. Tú sigues saliendo de putas, sigues revolcándote con Mona, hasta con Rowan incluso-murmuró con una leve sonrisa mientras me alejaba-. Cuando ya te hayas cansado, vuelves y no te reclamo nada-dio un par de pasos hacia atrás, como si fuese de nuevo al piano-. No, mejor aún -sonrió de forma amplia y prosiguió- te acuestas conmigo y terminas de saciar tu libido.


-No, no me gusta-dijo tomándolo de los brazos-¡Louis deja de comportarte así de una maldita vez! Prefiero tus reclamos y las discusiones a ésto... parece como si no me quisieras, como si no te importara nada.

-Eso debiste pensarlo antes de pensar más con tu entrepierna que con la cabeza-respondió con saña. Pero ¿de qué me sorprendo? Nunca lo haces... -se calló un momento para calmar sus emociones y no golpear mi rostro, pero eso no fue lo que vi. Veía en él una frialdad que me destrozaba-. Ya... a partir de ahora ya no va a importarme lo que hagas fuera de nuestra cama... -se aproximó a mí tomándome del rostro-. Te dije que tuvieras cuidado porque iba a llegar el día que me cansaría y ya ha llegado. Pero, no te confundas mon cher, eso no quiere decir que he dejado de amarte- suspiró pesadamente cerrando suavemente sus ojos, para luego enfrentarme-. Que más quisiera, lo que daría por poder dejar de hacerlo... pero no puedo... -bajó su rostro intentando no verme más, aunque sus manos siguieron en mi rostro surcando éste con sus dedos-. Sigo siendo el mismo tonto enamorado de ti... -sonrió de lado y una lágrima rodó por su mejilla izquierda manchándola de rojo-. Je t'aime mon cour, aún cuando te guste estar en brazos de otras- sus labios rozaron los míos, pero sentí veneno en su boca y no el amor que quería hallar en ellos.

-No es justo Louis- dije retrocediendo-. ¡Es una trampa!-grité furioso antes de señalarlo-. ¿Me has sido infiel? ¿Por eso estás tan calmado? ¿Esa es tu venganza? ¡Louis maldita sea!-en mi mente se daban cientos de conjeturas, pero la más horrible era esa.

-No te equivoques, no soy como tú. Yo si uso la cabeza y pienso las cosas antes de hacerlas, no voy por ahí abriéndome de piernas a cualquiera. Pero, ya me cansé de demostrarlo, de decirlo para que al final jamás me creyeras. El león cree que todos son de su misma condición. ¿Querías hablar no? Pues estamos hablando y he querido hacerlo de forma civilizada, los gritos de mi parte están de más, me he cansado de gritar.

Yo era el león, jamás dejé de ser uno. Caminaba con elegancia por las estancias de las elegantes mansiones como si fuesen mías, tomaba a las mujeres de otros levantando sus vestidos de fiesta y dejándolas satisfechas al fin, para luego simplemente irme con jovencitos complacientes que querían saborear mi miembro justo antes de ser mordidos y arrojados tras un seto. Era un rey, un príncipe, un ladrón de corazones y a la vez el macho alfa de un único idiota que me buscaba por los pasillos tras las horribles pistas de mi cacería.

Me aparté y eché a caminar hacia la puerta sin detenerme, ni siquiera esperé a que me detuviera. Corrí rápidamente hacia el hall mientras algunos mortales me observaban confusos y también molestos. Louis tenía el amor de ellos, no sólo yo, y a veces me reprobaban por dañarlo.

En mi huida vi a un hombre moreno de ojos oscuros y piel clara. Era toda una mole de facciones duras y musculatura propia de un guerrero. No lo sabía, pero estaba viendo a Avicus el cual tenía sus ojos perdidos en Mael y éste simplemente parecía evitarlo con tal de no comenzar una discusión. Al parecer, yo no era el único idiota en esa casa pero no deseaba ser el peor de todos.

La conversación con Louis me había hundido miserablemente. Prefería el Louis que me echaba todo en cara antes que al vampiro de esa habitación. Tras mis pasos pude escuchar una melodía arrebatadoramente triste que Louis parecía interpretar, pero ni siquiera eso me hizo detenerme.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt