Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 2 de abril de 2013

Confesiones a altas horas de la noche Parte II


Mi querido muchacho me miraba sin salir de su asombro. Su rostro era una muestra de la incredulidad. Hubiese deseado en ese momento haber guardado silencio porque dentro de mis sueños en las madrugadas imaginando mi declaración, noche tras noche mientras me llamaba cobarde, hallaba en él una respuesta distinta. Parecía querer decir cualquier cosa pero los nervios le hacían fallar en cada intento.

-Bien, te dejaré a solas para que puedas decir algo coherente -intervine al ver permanecía atónito-. Nos vemos abajo si lo deseas.

Balbuceó algo intentando salir del mutismo y al ver sus ojos de felino tan azules sentí que mis piernas temblaban. Deseaba tanto besar sus labios mientras notaba como bajaba la mirada y sus mejillas se coloreaban notablemente.

-No.. no espera, Nash -sonrió apenado y nervioso ante su reacción-. Lo lamento -se apresuró a alcanzarme tomándome de los brazos-. Sólo me tomaste por sorpresa.

Alcé el rostro hacia él, pues siempre fue un hombre que me sacaba algunos centímetros a pesar de su rostro tierno. Un muchacho digno de cualquiera que él desease. Sin embargo, siempre fue delgado y estrecharlo fue mi delirio. Sentir sus manos sobre mis brazos únicamente logró alterarme.

-He cometido un error al decirte la verdad- sentencié al comprobar que nada había cambiado, aunque quizás era sin duda para mal-. Pero no quería marcharme a viajar, y quizás no verte en años, sin la posibilidad de decirte lo que siempre he sentido.

-Nash yo, solo –suspirando clavo la mirada unos instantes en mí desviándola casi de inmediato- Las cosas no han resultado bien últimamente, creo que eso es lo único bueno que me ha ocurrido en semanas -en su semblante se dibujo una expresión llena de tristeza dando unos pasos hacia atrás desplomándose al sofá, cubriendo entonces su rostro con ambas manos.

No comprendí sus palabras, aunque pude deducir que su matrimonio no era tan perfecto como me hacía ver. Siempre sospeché que nunca fue feliz como él pretendía. Me aproximé a él preocupado inclinándome hacia delante. Mi mano derecha acarició sus cabellos apartando algunos mechones de su frente.

-Mi querido muchacho, ¿qué está pasando en tu vida?-mi tono de consuelo tal vez lograrían tan sólo alarmarlo pues parecía gritar que sospechaba ciertos asuntos.

-No puedo ocultarlo -suavemente apartó sus manos observándome tragando sus lágrimas- Mona se ha ido... -respondió en un suave murmullo.

-Vaya... -me arrodillé entonces frente a él tomando sus manos entre las mías y deseando que ese gesto le reconfortara-. Deberías venir con nosotros en el viaje, pues tal vez los buenos recuerdos te hagan sentirte mejor y si ella regrese podrías volver. Sabes que no te retendría.

-La casa me necesita más que nunca -con toda tranquilidad sonrió detallando cada facción de su semblante entreabriendo sutilmente los labios como si desease ser besado. Percibí ese gesto con gran inquietud sin saber qué hacer.

Sus labios eran tan provocadores y mi deseo era grande. Me sentía con coraje por haber hablado con un viejo amigo sobre el tema, abriéndome a él después de años guardando mi secreto. Me aproximé más a él besándolo como lo hacía un chiquillo. Ya había olvidado que era hacer ese gesto, pues desde que me había cautivado no era capaz de besar a mis conquistas ni de tener nada más allá de roces. Me convertí en un fantasma del hombre social que siempre buscó cierto afecto. Sentí que era un canalla por aprovecharme de su debilidad, pero de no haber sido por Mona quizás en algún momento, por extraño y lejano que pareciese, habría podido tener mi oportunidad.

Asombrosamente él respondió a aquel beso sin oponerse, su respiración hasta ahora regular poco a poco se fue agitando suspirando entre besos como si el aire le faltase.
–Nash..- murmuró separándose unos cuantos centímetros otorgándome escalofríos.

Al fin tenía lo que me merecía, aunque me sentía sucio por las formas en las cuales estaba obteniendo todo. Sin embargo, ese era mi momento y no el de otro. Volví a besarlo soltando una de sus manos para llevar la mía a su entrepierna. Deseaba algo más que besos, pues no sabía si iba a tener una posibilidad similar. Me sentía viejo, cada vez era más imposible sentir esas emociones, y él parecía aceptarme en cada acción. Ya no importaba nada. Y él sin reparo ni resistencia abrió las piernas con suavidad en un gesto reflejo ante mi osada caricia que parecía no importarle. Él quería sentirse amado y yo deseaba demostrarle que era la mejor opción.

Me sentía completamente excitado y sólo pensaba en deshacerme de mi ropa y quitarle a él la suya, pero había esperado tanto tiempo que quería disfrutar de todo sin celeridad. Ya habría tiempo en la cama para derrochar mi parte más impulsiva, menos caballerosa, que él aún no había visto. Bajé el cierre de la cremallera e introduje mi mano entre sus ropas interiores. Pronto tenía entre mis dedos su miembro y mi lengua se colaba libre en su boca. Un sonoro gemido se escapó de sus labios erizándose mi vello de la nuca.

-Deja que yo borre la tristeza, Tarquin- dije cerca de sus labios besándolo de nuevo y sintiendo que era mi día de suerte, o quizás un buen sueño de los que hacía años tenía y que parecían perseguirme.

-Supondrás que yo.. -interrumpió el termino de la frase tiñendo de carmín intenso sus mejillas otorgando un tono iridiscente y aún más metálico a sus orbes azules.

Aquel rubor me confirmó que nunca había tenido una experiencia con un hombre, eso hizo olvidar cualquier reparo y todos mis remordimientos se quemaron en una pira funeraria. Sentí un calor y un vigor que no había percibido desde hacía más de dos décadas y volví a sentir joven con deseos de demostrar mi experiencia. Estaba cometiendo una locura y sin embargo no me iba a detener. ¿Y si me detenía y terminaba alejándolo para siempre? Prefería no alejarme en ese momento y al menos llegar al final, perderme en su cuerpo y olvidar las consecuencias. Tarquin no era para mí, me lo había dicho miles de veces y aún así me imaginaba su piel sudorosa y sus gemidos altos en cada estocada. Unas veces lo trataba peor que a una puta y otras de forma tan delicada que parecía desvanecerse en mis manos.

-No importa- susurré cerca de sus labios desabrochando por completo su pantalón y también su camisa. Miré su torso blanco oscilando, tan delgado como lo había imaginado y con las costillas algo marcadas. Era muy delgado y siempre lo imaginé de aquella forma. Ni siquiera podía imaginar que me había excitado viéndolo en alguna ocasión cuando era verano en los países que visitábamos. Esos atardeceres en las hermosas playas donde compartíamos caminata mientras las olas nos salpicaban. Jamás creí que fuese completamente inocente, pues en ocasiones percibía cierto guiño y después me juraba que sólo fue una loca ilusión. Como iba diciendo, desabroché su camisa y comencé a bañar su torso con mis besos, que cada vez se encendían más, mientras mi mano derecha lo masturbaba suavemente deseando escuchar mayores gemidos de sus labios.

Y pronto llegó mi deseo. Sus suaves suspiros y gemidos fueron aumentando con el avance de las caricias y las atenciones mostrándose cada instante más excitado. Parecía apoderándose de su ser aquel deseo, sabía perfectamente que estaba mal, sin embargo ya nada podía hacer al saber que su amada Mona no estaba más con él.

Besé su vientre mientras bajaba sus pantalones hasta sus tobillos y lo miré fijamente como un amante que desea un gesto para saber si debe continuar. El gesto fue un suspiro mayor que los anteriores y por ello lamí la punta de su miembro sintiendo como éste ya estaba duro casi por completo. Quería probarlo todo con él, hacerle sentir y que luego me hiciera a mí gemir su nombre al tener mi miembro entre sus labios. Necesitaba saber que era mío aunque fuese en unas pocas horas.

Si él me hubiese elegido jamás habría dejado que sufriese, pues su felicidad era lo más importante. Pero la eligió a ella y yo me hice a un lado rogando que fuese lista. Siempre deseé que lo mantuviese satisfecho y seguro en un matrimonio feliz, pero al parecer no lo fue. Lloré el día de su boda, pero no por lo hermosa de la ceremonia sino porque realmente estaba perdiendo sin hacer nada. Me mantuve allí viendo como Lestat sacaba los anillos de su chaqueta y le tendía al hombre que amaba los anillos. Ella parecía triunfante y yo me hundía cada vez más. Pero al fin tenía lo que tanto había soñado y al fin parecía que finalmente tenía suerte.

–Nash..- gemía mi nombre estremeciéndose a cada segundo, era verdad se encontraba en el limbo del placer más no era esa mujer, la cual se había llevado no solamente su corazón al irse si no también lo poco de cordura que existía en el provocando estos desmanes inimaginables hasta ahora. Sabía que ella era la causante, que él sólo deseaba amor y que yo se lo daría. Vaciaría mi corazón para él ofreciéndole lo poco que quedaba de mi vida.

No dudé en continuar con mis juegos e introduje lentamente su miembro en mi boca. Sentía como palpitaba y se endurecía, así como notaba el mío duro dentro de mis pantalones. Me había jurado no volver a desear a Tarquin y tras mi confesión poner tierra de por medio, por eso en aquel momento tan íntimo quise decirle todo antes de marcharme.

Sin embargo, en esos momento sólo quería que cuando acabáramos desease venir con nosotros y vivir una aventura a espaldas de todos, aunque durara tan sólo unos días más. Mis aspiraciones eran escasas, tan sólo un poco de felicidad antes de acabar postrado en el olvido de un centro para ancianos... porque pronto me vería allí olvidándome incluso de los fastuosos días en los cuales fui joven y como él pude elegir el amor, pero el amor no llegó hasta que Tarquin se apareció frente a mí y decidió ser cautivador. Mi lengua se perdía sobre su miembro apretándolo y humedeciéndolo. Tiraba de su piel mientras mis dedos acariciaban sus ingles y testículos. Sin embargo, antes que aquello fuese a más me aparté para incorporarme y deshacerme de mi cinturón, el cual cayó pesadamente contra el suelo, desabotoné el primer botón y bajé la cremallera para sacar mi miembro sintiendo cierto alivio.

-¿Deseas que te enseñe a hacer feliz a un hombre? Es parte del amor entre iguales- dije inclinándome para rozar sus labios sintiendo escalofríos sólo al imaginar éstos sobre mi cuerpo.

Su respuesta fue tremendamente tentadora. Acabó cerrando los ojos con suavidad alcanzo a asentir sin importar nada más.

Estaba tan ensimismado en el momento que supuse que sólo estaba asustado. Siempre dijo ser bisexual, pero jamás se dejó llevar por un hombre. Temía quizás no estar a la altura, o eso pensé, pero lo único que hice fue ayudarle a arrodillarse frente a mí. Ofrecí mi miembro rozando con la punta sus labios cálidos y gruesos. Siempre había imaginado como sería el momento, sobre todo cuando recitaba o leía en voz alta algún fragmento. Esas imágenes impúdicas me excitaban de tal forma que era incapaz de moverme de la postura en la cual me sentaba. Yo quedaba petrificado mirando a mi alumno y él sonreía encantadoramente... lo cual me hacía sentir un villano.

-Despacio, mi muchacho, no quieras ir rápido en tu primera vez.


Suavemente introdujo el miembro en su boca succionando nervioso. Percibí entonces como temía hacerlo mal, o herirme, y eso me provocó una ternura que jamás me tuve en un momento así. Ni siquiera el primer hombre con el que estuve me hizo sentir esos escalofríos cargados de ternura que él me obsequiaba. Con cuidado lo incorporé besando sus labios mientras sacaba su ropa. Estaba con el cuello alzado y casi de puntillas, no era bajo de estatura pero Tarquin era muy alto. Desnudaba su cuerpo como si fuese un maniquí y luego hice lo mismo conmigo, aunque temía que me rechazara al ver lo viejo que podía ser a pesar de mantenerme en forma. Quería ser deseado por sus manos y sentirlas por todo mi cuerpo, igual que su mirada llena de deseo, pero sabía que aquello no iba a ser del todo posible. Con cuidado lo llevé hasta la mesilla auxiliar cercana y lo giré para besar su espalda suavemente.

Suspiró al verse a mi merced y eso me dio cierta felicidad. Creí notar cierto nerviosismo por querer sentirme y a la vez se intentaba concentrar que ocurría. Si bien, creo que me confundía.

Esos suspiros me alentaban a acariciar sus nalgas mientras pensaba en todas las veces que lo quise para mí. Tal vez debí ser más directo años atrás, no esperar a que se casara para no estar en una posición tan humillante para mi orgullo, pero eso ya no importaba. Él estaba ahí dispuesto a sentirme y suspirando provocando que me sintiera deseado. Besé la cruz de su espalda y mordí su costado derecho mientras mi mano derecha acariciaba sus pezones hasta llegar a su ombligo.

-Tienes una piel muy suave, jamás estuve con un hombre con la piel tan suave... nunca imaginé que fuese tan delicada - mi corazón bombeaba con deseo y yo ya no pude esperar más. Entré en él con cuidado para no provocar rechazo por su parte. Gemí su nombre con un te amo que no pude controlar, ya no importaba nada. Si quería gritarlo lo gritaría y lo había hecho nada más introducirme en él sintiendo su presión. Aquello fue tan maravilloso que creí que mi cabeza se perdía y que realmente sólo soñaba.

Él percibió una descarga de placer y su cuerpo tembló estremeciéndose profiriendo un ronco gemido. Y ese ronco gemido provocó que me estremeciera y decidiera comenzar a moverme a un ritmo mayor que aquel que yo deseaba. Tantos años deseando, tanto tiempo soñando, y finalmente moría de placer sintiendo aquel cuerpo joven y ese alma torturada que tanto amaba. Era como si me hubiese muerto y fuese a los cielos, ascendiendo con rapidez, mientras me decía que el golpe sería duro pero prefería eso a no intentar alcanzar al mismísimo Dios.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt