Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 26 de junio de 2013

Vacaciones de verano parte 4

Después de noches de intensas conversaciones, vino derramado sobre su piel y besos tan apasionados como caricias bajo las sábanas, decidimos regresar. Habíamos visitado París, las ruinas que se hallaban todavía en Auvernia, Venecia para que conociera de primera mano mis correrías y como pintaba en los muros el nombre de Marius, así como algunas ciudades de países como España, Alemania y el pequeño Mónaco. Europa se rindió a sus pies, las joyas más fantásticas se colocaron en su cuello y lucieron como si hubiesen sido hechas para ella. Trajes delicados que realzaban sus largas piernas, su pequeño busto y su perfumado cuello.

El regreso fue con aviones en escala, pues teníamos recuerdos acumulados en pequeñas cajas de regalo que yo le había hecho a ella y ella a mí. Me había comprado una corbata especial negra con un verso en francés en color blanco. El poema era de Paul Eluard y parecía haber sido escogido especialmente para mí.

A l'assaut des jardins

Les saisons sont partout à la fois
Passion de l'été pour l'hiver
Et la tendresse des deux autres
Les souvenirs comme des plumes
Les arbres ont brisé le ciel
Un beau chêne gâché de brume
La vie des oiseaux ou la vie des plumes
Et tout un panache frivole
Avec de souriantes craintes
Et la solitude bavarde”


Al asalto de los jardines

Las estaciones están a la vez en todos sitios
Pasión del verano por el invierno
Ternura del otoño y de la primavera
Los recuerdos como plumas
El cielo roto por los árboles
Un hermoso roble amasado de bruma
La vida de las plumas o la vida de las aves
Y todo un veleidoso penacho
Lleno de sonrientes temores
Y la charlatana soledad”


Nos hallábamos en la última escala recostados en los asientos de primera clase. Ella disfrutaba de un bourbon y yo bebía su belleza al contemplarla. A pesar que todo acababa mi sonrisa no se perdía. No quería volver a la oscura realidad donde ella era la mujer de un hombre que ya no quería, pese a su aprecio, y en una casa que lo significó todo y ahora se caía sobre ella. Deseaba ver a mis hijos, cargarlos y mirarlos como obra de un milagro, pero no quería escuchar los quebrantos, lamentos y palabras cínicas poco respetuosas de Louis. Él creía que con aquel desprecio me haría reaccionar, pero sólo me alejaba rápidamente buscando los brazos de la mujer que no me señalaba como culpable de su dolor, aunque en realidad lo era. Me sentía culpable por amarla y no tenerla junto a mí.

-Rowan no quiero perderte-dije borrando mi sonrisa mientras buscaba con mi mano diestra una de las suyas, la que no mantenía la copa y que tenía sobre el brazo del asiento.

-Me vas a perder en cuanto aterricemos, pues ésto aunque perfecto ha sido una locura.

-¿Y no son las locuras las cosas más perfectas?-pregunté desabrochando el cinturón que tan rauda me puso la azafata cuando notó que podíamos entrar en turbulencias.

-¿Qué piensas hacer? ¿Agarrarme y tirarnos del avión?-su sonrisa fue fría y sus ojos grises me forzaron a hundirme en la culpa.

-No-susurré arrodillándome-. No puedo pedirte en matrimonio porque estás casada, pero hay algo que sí te puedo pedir.

-¿Qué? ¿Quieres que sea la otra? ¿Y no soy eso?-ponía en duda mi amor y también mi caballerosidad al escuchar como me decía aquello.

-La eternidad-dije sin titubeos-. David puede hacerlo por mí, de ese modo podremos seguir compartiendo nuestros pensamientos y tenernos uno al otro sin cansarnos.

Ella abrió los ojos y bebió su vino de un trago. Después, de improvisto pero con elegancia, se deshizo del cinturón para caminar rápidamente hacia el aseo. Cuando reaccioné la puerta del baño se había cerrado y yo fui tras ella. Hubiese sido un error no ir tras ella. Mi madre siempre me aconsejó que corriera tras la felicidad y ella era mi felicidad.

-¡Rowan!-grité tocando la puerta antes de escuchar como se abría el grifo del aseo-. Estoy aquí amor, estoy aquí. No voy a irme, no te derrumbes porque no sabes hacerlo. Por favor, no es tan mala idea vivir para siempre. Piensa que sucederá conmigo cuando tú no estés y aún eres joven, además la nueva sangre te dará mayores poderes.

Abrió la puerta de improvisto y me besó. Tenía el rostro empapado igual que las manos que usaba para tirar de mis alborotados cabellos. Aquello sin duda se consideraba como un sí. Por eso cuando nos separamos busqué entre mis bolsillos el móvil.

-¿Qué haces?-preguntó con curiosidad.

-Avisar a David.

Ella rió como si la locura la poseyera. Creo que era porque nunca había estado tan feliz. Realmente no sabíamos a qué nos enfrentaríamos, pero al menos sabíamos que tendríamos la eternidad para comprendernos, tenernos mutuamente y conversar hasta la mañana arrojados en la cama de algún lujoso hotel. Sus cabellos estaban sueltos y rebeldes, como el mío, y que se mezclaban porque ambos estábamos de pie en medio del avión.

-Señores, por favor tomen sus asientos- dijo la azafata con voz firme.

Éramos los únicos en primera clase, el resto estaba en la zona turista. Así que nos estábamos comportando como niños traviesos y adinerados. Cualquiera que nos viera pensaría que éramos un par de amantes que deseaban sexo en el aseo, pero nosotros en realidad celebrábamos un hecho aún más maravilloso.

Avisé a David y aunque primeramente se negó después le recordé que si Mona hubiese sido humana él hubiese pedido lo mismo de mi parte. Hice que guardara silencio durante unos minutos en los cuales sentí que todo se iba al traste. Yo hablaba y hablaba, su respiración lenta de caballero inglés se volvía más intensa hasta que me calló con un “De acuerdo, pero no le digas a Mona que fui yo”. Él nos recogió en un mercedes negro muy discreto. Rowan hizo que llenaran el maletero con la decena de vestidos que le había comprado, así como yo hice que metiesen el maletín donde había unos gemelos impresionantes, unas camisas muy elegantes y aquella corbata que deseaba usar en nuestra primera noche juntos en la cual ambos fuésemos inmortales. Ella echó la vista atrás y suspiró negando antes de montarse en el vehículo.

David condujo durante más de una hora llevándonos a un pequeño apartamento en el barrio francés. Había comprado aquella propiedad hacía tan sólo unos meses y estaba reformándola para que recobrara su esplendor. Siempre compraba muebles para luego no vivir en ellos, pero me emocionaba verlos volver a la vida. Aún quedaba poner nuevo suelo, pero las paredes ya habían sido pintadas y había algunos muebles bastante caros.

Mi buen amigo se aproximó a un retrato que colgaba de la pared, aún con el plástico que lo protegía del polvo que pronto se levantaría para pulir el suelo de algunas habitaciones y colocar el nuevo en otras. Miró fijamente mis facciones y sonrió abriendo sus brazos. Era su forma de aceptar su rendición ante mi imagen y yo mismo.

Rowan caminó sin miedo, pero tan femenina que me excitó. Pronto su cuello quedó encajado en la boca de David y éste le dio su sangre. Rowan sería su hija, pero no su compañera. Ella tembló, su cuerpo murió pronto y cuando tomó una ducha se colocó el mismo traje que usó en París. Estaba deslumbrante y con sed, pero sobre todo deslumbrante. Algunas arrugas que ya se notaban en sus ojos desaparecieron, su boca se hinchó un poco más recobrando la tez de hacía algunos años y se transformó en la Rowan que yo conocí. Parecía más joven, más llena de vida y sobre todo más feliz.

Corrí hacia ella tomándola entre mis brazos mientras me besaba, me sentía en el paraíso. Sin embargo, aquello duró poco. Mona nos había seguido, aunque suponía que sabía bien donde me encontraba en cada momento cuando ponía un pie en la ciudad. Sabía de mis propiedades y siempre me preguntaba por mis inversiones. Sin duda, me demostraba así que no podía ocultarme nada pese a nuestro muro sólido al ser mi criatura. No podía leer mi mente, pero eso no le importaba.

-¡Lo sabía! ¡Sabía que harías esa barbaridad!-gritó casi saltando sobre mí, aunque fue interceptada por David afortunadamente-. ¡No debiste! ¡Mi tía no debió sentir lo que ha sentido! ¡Te maldigo!

-Cállate Mona-dijo serena apartándose de mis brazos para caminar hacia ella-. Sé lo que quiero.

-¡Tú sí pero él no!-rugió- ¡Y tú apártate! ¡No te quiero cerca David!

-David no tiene culpa, yo se lo pedí-respondí antes de tomar a Rowan por la cintura-. Y me voy a quedar con ella, éste será nuestro lugar y el mío.

-¿Y la mansión? ¿Vas a dejarla?-preguntó David y entonces caí.

-Pediré a Louis que comprenda que es el mejor lugar para los niños, pero que él y yo romperemos nuestro compromiso-dije con seguridad sin que me temblara la voz. He tenido suficiente en los últimos meses con sus reproches constantes, así que he aprendido que necesito algo más estable y que me de la felicidad. Rowan me da la felicidad.


Aquello dejó sin palabras a Mona y creo que también a David. Los cuatros nos marchamos en el Mercedes y decidimos no hablar más de la discusión. Si Rowan era feliz y yo era feliz ¿por qué debíamos ocultarnos? 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt