Sentado en un impresionante piano
observaba las teclas de marfil blancas y negras y se preguntaba si
algún gran animal había sufrido por ellas, sin embargo eso le tenía
sin cuidado. Aunque, sabía que los animales eran más nobles que los
mortales que tanto admiraba e incluso llegaba a amar de forma
delirante. Cerró los ojos y suspiró pesadamente sintiéndose
cansado de la monotonía, sin embargo los pasos de Rowan sobre el
suelo de parquet le sacó de su ensimismamiento.
-Lestat-dijo aproximándose a él para
rodearlo por los hombros-¿Qué haces aquí solo? Tu fiesta está ahí
fuera cargada de jóvenes que quieren aclamarte.
-¿Te vas?-interrogó acariciando sus
brazos suavemente con sus dedos.
-No, hoy no tengo porque ir al
hospital-respondió apartándose y tomando asiento a su lado.
Era hermosa. Tenía un cuello largo muy
sensual, sus cabellos ahora estaban mucho más largos que cuando la
conoció y su figura se veía más llena. No tenía ese aspecto
ceniciento en su piel, sino uno más vivo gracias a la poderosa
sangre que él le había dado y la que hubiese ingerido aquella
noche. Ambos hacían una pareja bastante pareja, sin embargo la forma
de ser de cada uno difería. Lestat comenzó a recitar un poema
mientras ella apoyaba la cabeza sobre su hombro derecho y él sonreía
para sí mismo. El aburrimiento se iba cuando ella estaba cerca,
cuando podía cometer alguna locura en su nombre o en nombre de la
libertad. Quizás iría a la fiesta más tarde después de disfrutar
de la presencia de su mujer a solas.
“Si lloras amor mío, si lloras
buscaré un paraguas para tus lindos
ojos
y secaré tus lágrimas con besos a
cualquier hora
porque si lloras mi mundo se humedece.
Tus lágrimas son testigo silencioso
de aquello que no hemos podido tener
pero que eso no te arranque lo glorioso
de poder ver otro nuevo atardecer.
Si lloras te besaré rápidamente en la
boca
y te abrazaré con fuerza apasionada
para hacerte sentir que no estás sola
si es eso lo que te hizo estremecer en
el dolor.”
Rowan no podía sentirse sola con Hazel
en sus brazos. Tenerla había supuesto todo un reto. Aún recordaba a
Emaleth, él lo sabía, y se cuestionaba si era o no buena madre. Sin
embargo, cuando la contemplaba con la pequeña en sus brazos sabía
que ella era feliz con aquella criatura.
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