Ella cree que nunca me percato de la
importancia de su trabajo. En ocasiones he comprobado como el
cansancio la consume frente a las carpetas del hospital. Medita
pacientemente cada párrafo e incluye las últimas novedades del
paciente. Veo como ruega en silencio, deja el archivo y vuelve a
mirarlo con intranquilidad para abrir el soporte online con el
historial. A veces he podido comprobar por mí mismo como termina
cansada, llorosa y culpable al cerrar una carpeta para siempre. Puede
ser de hielo y a la vez vulnerable. Aunque intenta dejar a un lado
sus sentimientos, como todo profesional, siempre cae alguna lágrima
cuando son pacientes muy jóvenes.
Pensé que jamás volvería a verla. Me
mantuve lejos de ella y comenzó a olvidarme. Sus hermosos ojos
grises habían perdido brillo, su cuerpo cada vez parecía más
consumido en la derrota y estaba segura que moriría sin alcanzar la
felicidad. Michael estaba a su lado, la acompañaba, pero nada era
igual. Ella ya no lo amaba como él deseaba, la confianza se había
roto y las mentiras burbujeaban en los labios de ambos. Sin embargo
yo estaba convirtiéndome en un fantasma, pura imaginación o
superchería.
Iba a visitarla y observarla desde los
cristales de la clínica, me dedicaba a enviar flores de forma
anónima y rogar por ella. Quería que fuese feliz. Si intervine fue
porque a pesar de ser una mujer adicta al trabajo, apasionada en todo
lo que hace, le faltaba la chispa que yo intento provocar noche tras
noche.
En pocos días será el día de la
mujer trabajadora y yo he decidido conseguir el ramo más hermoso de
flores. Un ramo gigantesco que confiera a su despacho vida. Para mí
no hay nada más ni nada mejor que ver como sonríe al oler las
rosas. Sé que ella está a mi lado, que no se marchará y que la
vida nos depara grandes cosas. Pero aún así necesito celebrar todo
con ella. Para mí es una mujer luchadora todos los días del año.
No quiero ser como esos hombres que se
olvidan de dar las gracias. Deseo ser agradecido y sincero. Mi vida
ha cambiado gracias a ella y conozco bien la felicidad. Ella forma
parte de mi mundo y yo formo parte del suyo. Quiero ver como el mundo
insufla grandes triunfos. Porque las mujeres fuertes son mucho
mejores que nosotros los hombres, pues ellas son capaces de amar sin
reservas y luchar hasta el último aliento.
Lestat de Lioncourt
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