David Talbot nos presenta uno de los archivos sin resolver.
Lestat de Lioncourt
Justin Mirror era un hombre de raza
negra, de casi cuarenta años, y que hasta el momento jamás había
llamado la atención a sus vecinos. Sin duda era una sombra, pues
debido a su habitual empleo a penas pisaba su vivienda por muchas
horas. Él era el típico que iba a casa para cenar y dormir. A penas
encendía la radio, televisión o el ordenador de sobremesa, algo
anticuado, que tenía en la sala de estar. Se había divorciado
recientemente porque su esposa se cansó de vivir con un fracasado,
pues así veía ella a un coleccionista de objetos antiguos que vivía
por su trabajo.
Durante varios años se había pasado
la vida recogiendo enseres de viejas casas que era reformadas, muchas
de ellas vendían algunos muebles y objetos interesantes. También
visitaba viejos puestos de antigüedades y casas de empeño. Aquella
calurosa tarde de primavera, cuando las flores aún estaban empezando
a abrirse y el jazmín bañaba las calles con un aroma inconfundible,
decidió pasear perdido en sus pensamientos. Hacía días que había
perdido su trabajo y estaba desanimado, algunos de los artículos que
había adquirido y restaurado estaban en venta cada día en su
porche. Lo que fue por mera diversión ahora era, sin duda alguna,
parte de su sustento.
Al pasar por una vieja caserona, la
cual estaba abandonada desde hacía una década, se percató que la
puerta estaba abierta. Pensó que podría hallar a nuevos inquilinos
y comprarle algún objeto, restaurarlo y venderlo ganando algunos
billetes.
Justin entró en la vivienda
preguntando si había alguien, pero le respondió el eco de su voz.
Sobre la mesa encontró una vieja máquina de escribir que le llamó
poderosamente la atención y una radio. Pensó que si no había
nadie, ni nadie lo veía, podía llevarse esos objetos sin pagar un
dólar por ellos. Además, se veía que la casa seguía abandonada y
que nadie había siquiera pensado en adquirirla.
Con algo de vergüenza, pues se sentía
mal por estar llevándose aquello sin permiso, tomó la máquina de
escribir y la radio. Era una radio muy bonita que en otra época
había sido la delicia de alguien. Él tuvo una parecida cuando era
niño, pero la perdió en una mudanza y jamás encontró otra igual.
La máquina de escribir le recordaba a las robustas máquinas de los
viejos negocios, donde las cartas y facturas se hacían a máquina y
no con los modernos ordenadores.
Al llegar a casa limpió ambos objetos,
los observó durante más de una hora y compró su funcionamiento. La
radio no funcionaba en absoluto, pero la máquina escribía muy bien.
Tenía todas las teclas, estaba bien engrasada y el tiempo no había
destrozado su mecanismo interno. Decidió que intentaría arreglar la
radio, pues podía encontrar por Internet alguna información, pero
eso sería al día siguiente.
Esa noche soñó con la radio, cosa que
le pareció curiosa, pero al despertar la escuchó sonando como si
estuviera arreglada. Pensó que seguía soñando, sonrió y se echó
a reír, pero cuando escuchó el siguiente mensaje sintió un
escalofrío que le heló la sangre.
“Vas a morir. Vas a morir. Yo sé que
vas a morir. Vendremos a por ti.”
La música que sonaba era de los años
ochenta, las cuñas publicitarias eran de esa época y sintió un
escalofrío terrible. Se incorporó de la cama y fue a mirar la
radio, que se hallaba en la habitación contraria. Tembloroso, con la
frente empapada en sudor frío, tomó la radio entre sus manos y
compró que realmente funcionaba pero que el botón de apagado seguía
pulsado.
Intentó hablar con su ex-pareja
durante varios días, pues estaba asustado, pero ella no quiso
escuchar. Sus viejos compañeros de trabajo pensaron que se había
vuelto loco después de ser despedido. No tenía amigos lejos de la
cadena de producción donde trabajaba, se sentía perdido, sus
familiares más cercanos habían muerto hacía años. Se encontraba
solo y angustiado. Así que se sentó frente a la máquina de
escribir y comenzó a redactar la siguiente carta.
“Me llamo Justin Mirror, tengo
treinta y siete años, vivo en New Orleans y creo que tengo un objeto
maldito. Reconozco que la curiosidad, la necesidad y cierta codicia
me han metido en éste lío. Hace algunos meses me quedé sin empleo
y decidí vender las antigüedades que he adquirido estos años, las
mismas que he arreglado.
Cerca de mi vivienda existe una
caserona, la cual tiene aspecto de haber sido abandonada hace
décadas. Nunca he visto a nadie viviendo en ella. El césped está
descuidado, aunque yo no llamaría a esos hierbajos césped. Los
árboles están tronchados porque las ramas pesan demasiado, hay
enjambres de abejas y cucarachas muertas por todas partes. La puerta
siempre ha estado trancada, pero un día la descubrí abierta.
Pensé que podía echar una ojeada,
pues quería comprar nuevos objetos a bajo costo y venderlos después
de arreglarlos. Decidí que podía hacer de mi pequeño pasatiempo mi
sustento mientras no encontraba nuevo trabajo. Dentro no había
nadie, pero sí dos objetos que me parecieron curiosos. Uno es la
máquina con la cual estoy redactando ésto, ya que pensé hacerlo
por ordenador pero no tengo impresora, y otra es la radio.
La radio no funcionaba y decidí
investigar en otro momento como arreglarla, pero al día siguiente al
despertar escuché música. Pensé que era un sueño, sin embargo
escuché una cuña publicitaria donde me decían que me iban a matar.
He escuchado esa cuña cada hora.
Por supuesto he intentado hablar con
conocidos, pero todos creen que me volví loco. La que fue mi mujer
durante diez años cree que es un intento para que regrese con ella,
pues si tengo miedo y problemas podría regresar para ayudarme. Pero
no es así. No estoy loco y no es mentira. Realmente escucho esa
radio.
La música es de los ochenta, son
programas que yo escuchaba de adolescente y juro que cada hora queda
en sonido blanco y se escucha esa voz tétrica con un pequeño jingle
muy contagioso. No podría definir bien la melodía, pero es un piano
algo siniestro.
He escuchado de ustedes y desearía que
vinieran a mi casa. Por favor, su organización es lo único que
tengo. Estoy desesperado. Envíen rápidamente a un detective de lo
paranormal. Necesito que alguien me ayude.
Justin”
La carta llegó a Orden hace varias
décadas, pero al remitirnos a la dirección no pudimos hacer nada
por él. La radio no se encontraba en la vivienda, pero sí la
máquina de escribir y él muerto en la cama. Muchos dijeron que
había sido un infarto provocado debido a un gran susto o quizás un
gran esfuerzo, pero nadie estaba de acuerdo con ello. No hemos podido
encontrar el objeto. De esto hace veinte años el mes próximo.
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