Lestat de Lioncourt
Me pregunto si eres real. He aprendido
a soñar despierto e imaginar que podía tocar tus mejillas. Muchas
veces he imaginado los siete pecados que podía cometer contigo, sin
embargo me mantengo alejado contemplando tu cuerpo balanceándose. Tu
boca provocadora susurra en el aire miles de palabras, tu cabello se
ha convertido en fuego intenso en mi pecho y tus ojos me destrozan
dejándome sin argumentos válidos. Me he quedado callado tantas
veces preguntando si puedo llamar a la felicidad por tu nombre, o
simplemente sigo intentando bajar mis anhelos hacia los infiernos.
Tengo una fotografía tuya de intenso
frescor, tan grandes como hermosos, colmados de libertad y viva
rebeldía. Eres como un animal salvaje de piel de nieve con toques de
seda, salpicada por amapolas y seducida por el aroma único de
nuestra especie. Te recuerdo desnuda sobre un lecho de rosas, pero en
la fotografía tan sólo posas como si fueras una modelo de época.
El eco de tu voz se repite en cada muñeca. Cuando tomo una de mis
creaciones te escucho gritar que te salve. Los modelos los he elegido
con cuidado, los materiales son los más idóneos y a veces me
pregunto porqué no fui tan cuidadoso con lo que teníamos. La
felicidad me cegó y saber que aún estás ahí, que puedo volver a
verte, me enloquece de tal forma que creo que puedo oírte respirar
al otro lado de la cama.
Me estoy volviendo loco. Por favor, ven
aquí ahora mismo y abrázame. ¿No ves que estoy desarmado? No tengo
nada para sobrevivir. Un hombre no puede vivir de recuerdos, necesita
tener el presente para saborearlo. Si tu no vuelves mi voluntad
morirá y la felicidad terminará enterrada a su lado. Regresa antes
que no me queden lágrimas ni canciones para mi corazón. Extraño tu
perfume en mi almohada cada noche y tus ojos cargados de naturaleza
salvaje. Estoy aquí esperándote, deseando que un milagro ocurra. No
sé estar sin ti, ya no.
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