Esto es parte de uno de mis sueños, así que espero que comprendan parte del significado. Pronto nos veremos en unas memorias.
Lestat de Lioncourt
Hoy nos hemos visto. Sus ojos parecían
más profundos y distantes, pero cuando me he acercado para
reconocernos he descubierto la misma verdad. Vestía con ropa algo
masculina y muy simple, estaba algo polvorienta y arrugada. Sus
pendas eran una camisa blanca, muy simple y de cuellos no muy anchos,
un chaleco color camel y unos jeans. Las botas que usaba eran bajas,
pero al menos no estaba descalza, el sombrero, a juego con el
chaleco, era estilo cowboy. Su largo cabello rubio, tan rizado como
el mío, estaba recogido aunque se escapaban algunos mechones,
acariciando sus pómulos marcados. Quise decirle que estaba hermosa
aún así, sin embargo la emoción me obligó a guardar silencio.
—Vístete—dijo haciendo rodar sus
ojos por mi pecho desnudo hasta mis caderas—. Estás tal y como te
traje al mundo, ¿en qué piensas?
—Dormía—respondí.
—¿Así? ¿Y qué tal si
repentinamente te necesitan?—preguntó ladeando la cabeza hacia la
derecha y luego hacia la izquierda—. Lestat, tú no dormías. Te
levantas demasiado temprano para que te encontraras así.
Realmente me había despertado hacía
horas, arrojado en aquella enorme y mullida cama de mi habitación,
con el cuerpo formando una cruz y mis ojos clavados en las molduras
del techo. No sentía sed, frío o calor, tampoco tenía conciencia
de todo lo que había hecho días atrás. Todo, absolutamente todo,
se había desvanecido en el humo. Intentaba recordar, pero era
demasiado borroso. Sólo recordaba que huía, que Memnoch me
perseguía y que sus garras rasgaron mi camisa. Nada más.
—Tienes razón, pero hoy parece un
día extraño—murmuré mirando hacia la mesilla de noche, donde se
encontraba una libreta gruesa de hojas maltratadas en los cantos.
—Todos los días pueden
serlo—respondió—. Te espero abajo.
Se marchó de mi presencia, cerrando la
puerta tras ella, y entonces recordé todo lo que había pasado.
Memnoch había vuelto a dar conmigo, el mundo estaba en peligro, me
había torturado con su extraña necesidad y había logrado huir. Los
Taltos estaban despertando, como si hubiesen estado todos soñando
esperando que el amanecer llegara, y Rowan me necesitaba. Mi madre
estaba allí por algo, porque yo posiblemente había desaparecido
algunos días perdido en el Sheol. Tenía que avisar a todos del
problema. El mundo me necesitaba. Las explosiones vendrían. Todo
cambiaría.
Me incorporé de la cama recogiendo la
ropa que estaba en el suelo. Una camisa simple, de color azul pavo
real, y unos jeans oscuros junto a unos mocasines que serían mi
mejor atuendo, aunque simple, porque no lograba encontrar mi chaleco
ni ninguna otra pertenencia. Cuando alcancé la puerta y la abrí no
encontré la casa en penumbras. Ni siquiera estaba allí el servicio
que solía contratar, mi madre había sido una ilusión y era posible
que todos esos recuerdos no fuesen más que una alerta. Cerré los
ojos sintiendo pánico. Me llevé las manos a la cabeza sintiendo que
estaba loco, pero una voz conocida me susurró en el oído
“despierta”. Al abrir los ojos, estaba de nuevo en la cama con
Rowan asustada a mi lado. No sólo estaba ella, sino también
Michael. Los dos dormíamos custodiando sus sueños. Lasher estaba
vivo, se aproximaba, pero ¿por qué había soñado con mi madre?
¿Quizás ella podría ayudarme? No, ella nunca me buscaría, ¿o
quizás sí?
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