Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 26 de agosto de 2014

El poema

Julien ha sacado su lado romántico... ¡Huyamos! 

Lo cierto es que aunque no nos llevamos bien reconozco que tiene una historia interesante y un último amor que realmente fue puro, a pesar del incesto. 

Lestat de Lioncourt 

Sus ojos habían visto el mundo desde una ventana. Tenía en ellos tatuados el dolor, la miseria, la pena y sobre todo la ilusión de poder sentir la brisa fresca en una tarde de verano. Los ocasos habían sido la paleta divina que calmaba su rabia. La noche caía silenciosa, dejando atrás los grillos y el ulular del viento entre las ramas de los árboles. El sonido de la madera crujiendo bajo sus delicados pies de bailarina, sus pequeñas manos tocaban risueñas el marco de la ventana y sus labios eran carnosos, perfectos, para los poemas que recitaba después de sus terribles visiones. Una pequeña bruja encerrada en una habitación, como si fuera un jilguero o una princesa en una torre. Evelyn Mayfair, la pequeña y delgada Evelyn.

La rabia que sentí al saber de ella, tras años ocultando que existía, fue terrible. Me encaminé a la vivienda donde su abuelo la tenía encerrada. Toda su familia era cómplice. Nosotros éramos parte de ellos, ellos eran parte de nosotros. Una vieja rencilla dividió nuestra familia, la cual empecé yo con un tiro directo a uno de mis primos. No podía permitir que derrochara el dinero familiar, destrozara los negocios y para colmo tener que poner buena cara. Hice más por la familia que ese viejo loco, hijo de ese estúpido que terminó pronto conociendo su tumba, pero él me detestaba y detestaba a mis descendientes. Mi hijo era su padre y su madre una de sus nietas. Era complicado. Sin embargo, la saqué de allí.

Era sangre de mi sangre. Su belleza pálida era parte de mí. Sus cabellos negros y rizados, tan espesos y sedosos, me recordaron a los de Stella, mi otra hija y nieta. Atrapé a la pequeña entre mis brazos, besé su frente y acaricié sus cabellos con cariño. Le di cobijo y alimento. Me comporté como un viejo idiota que hace su última buena obra antes de morir, y así fue. Ella fue la luz en mis días más oscuros.

Me habían despojado de mis memorias, arrancado de mis viejas manos el trabajo de toda una vida, y había ardido en el jardín donde disfruté de los mejores años de mi vida. Lasher bailoteaba por la casa, se aparecía ante mí con cierto aire de tristeza y entonces lo supe. Pronto llegaría mi final. No aparentaba la terrible edad que poseía y lo fracasado que me sentía. Fracasado ante mis fuerzas, pues se estaban marchando. Moriría como la loca de mi madre. Sabía que lo haría. Igual que murió mi hermana y otros tantos que yo quise. La vida se iba, pero Evy estaba ahí recitando su poema.

Era prácticamente una niña y yo le arranqué su última nota de inocencia. Hice mal, como siempre. Los demonios como yo, de carne y hueso, terminan carcomidos por el deseo y la depravación. Pero fue el amor lo que me hizo entregarme a ella, de corazón, y no poder olvidarme jamás de su poema. El aroma de su cuerpo contra el mío, en aquella cama llena de dolor y sudor, se convirtió durante algunas noches en el paraíso. El viento podía agitar con fuerza las ramas, pero no llegaría la lluvia hasta que ella fuese por completo el último amor que yo tuve.


De ese amor surgió una nueva línea en la familia. Ella lleva esa línea. Hablo de Mona Mayfair. Nuestro último orgullo, tanto de Evy como mío. Su cabello rojo, sus ojos verdes y su piel lechosa tan viva, tan llena de poder y tan inteligente. Ni la gran tormenta pudo borrar esa historia.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt