Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 4 de septiembre de 2014

A corazón abierto

En el amor y en la guerra todo se puede ¿no? Pues no sé si Marius podrá con la guerra que tiene en manos.

Lestat de Lioncourt 



Quizás debería aceptar que el mundo no es como una pintura, en la cual podemos dar pinceladas y crear un nuevo mundo con colores difuminados. No hay arte más complicado que seguir vivo, observando como las pequeñas cosas cambian y todo en lo que crees se derrumba lentamente. Es como una partida de ajedrez eterna, donde los peones se danzan sobre el tablero girando sobre sí mismos y buscando refugio en torres tan inmensas como laberintos. He visto tantos atardeceres que podría haber dejado de amar sus tonos violáceos, así como olvidar por un momento la belleza de sus estrellas a punto de desaparecer.

Tal vez los fracasos me han moldeado. He aprendido de mis derrotas y siempre he querido proteger mi corazón, quizás porque es lo único que me queda. Mis escasos sentimientos puros están a buen recaudo. No quiero exponerlos más. Mi amor ha sido demasiado intenso y ha llegado a quemar. He deseado a demasiados, de miles de formas, pero sólo he podido condenarme en tres ocasiones. Un imposible y dos amores truncados por el destino.

He tomado decisiones sabias, muchas de ellas meditadas durante largas y oscuras veladas, si bien pesan más mis estúpidos errores. El mayor de mis pecados lo cometí con él. Provoqué que el dolor lacerara su pecho, se hundiera en su corazón y ahogara todo lo que él sentía. Yo mismo fui cubierto de una lámina de veneno, pues eso son las mentiras. He dado falso testimonio sobre mis pasiones, pero no lo he hecho para salvar mi alma sino para curar heridas. Vivir con el peso de Atlas a la espalda, abriendo terribles yagas, es imposible. Interpreté a Eros para él, un amante que sólo podía ser tocado y amado en plena oscuridad. Era un monstruo y él un chiquillo. Deseaba protegerlo de mí y aún así lo bañaba en seductoras palabras, besaba sus mejillas y tocaba su cuerpo con encendida pasión. Sus labios eran como pétalos de rosas y me deleitaba con ellos. Me convertí en esclavo de sus cabellos rojizos, que eran como ríos de fuego convertidos en pura seda, y que provocaba que hundiera mis dedos en ellos para peinarlos miles de veces.

Aún recuerdo la primera vez que vino por su cuenta y riesgo. Abrió la puerta de mi dormitorio y se recostó en el lecho. Pronto comprendí que se ofrecía como un regalo. Sus mejillas estaban encendidas y su aliento olía a vino. Sus ojos castaños centelleaban con encantador brillo. Sabía bien que podía abrir sus piernas y hacerlo mío, cosa que hice. No dudé en abrir sus muslos palpando su piel, que parecía leche recién ordeñada, mientras él suspiraba acalorado. Bebí de sus labios sin que se percatara y rió hechizado al apartar mi boca de la suya. Sus pequeños y blancos dientes me asombraban, pues parecían perlas perfectas, y me seducían cuando se mostraban entre sus sonrisas. Mil veces he pensado que él era la personificación del pecado, aunque tenía el seductor aspecto de un ángel.


Hoy nos encontramos enfrentados. La rabia que yace en su afilada lengua es letal. Estoy seguro que jamás me perdonará mis faltas, aunque abra sus brazos rodeando mi cuello y me jure amor. Sé que no merezco su perdón. Aún así, anhelo que me lo conceda. Es un juego de tentaciones, mentiras, verdades y sueños que se asemejan a pesadillas. Fue mi último gran amor y aún no he podido dejarlo escapar. Me niego a creer que ha acabado. Somos eternos, como lo serán las obras de los grandes escritores, y en la eternidad jamás hallaremos un momento para comprenderlos... y, sin embargo, es nuestro mayor deseo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt