Hay amores imposibles, sueños poco
prácticos y frases que nunca debieron ser dichas. El mundo entero
puede comenzar a temblar y derrumbarse. La verdad puede ser un arma
de doble filo. Hay que tener cuidado con lo que se desea, igual que
con aquello que creemos necesitar. Aprendí tarde estas lecciones,
pero aún creo recordar su voz taladrando mi alma y arrojando
demonios al fuego. Tanta belleza y poder desaprovechado debido a una
cólera mortal llena de estigmas. La diosa cayó de su pedestal,
rompiéndose en mil pedazos, y el culto a la sangre se desbordó del
mismo modo que el río Nilo.
En mi memoria están sus ojos vacíos y
su boca abierta, pero también la firmeza de sus brazos al rodearme.
Es como si pudiese verla aún. Cierro los ojos y escucho el estruendo
del público, los cánticos alzándose, mi bota golpeando las tablas
del escenario, la canción surgiendo como una plegaria y ella
llegando como la diosa que era. Todos quedaron atónitos, comenzaron
a correr, pero muchos acabaron muertos o heridos. Entre el público
había caras nuevas y miles de desconocidas. El mundo parecía tronar
en un alarido terrible. El fuego alcanzaba a todos. Louis temblaba
entre bambalinas y por primera vez temí por él, por mi madre, por
aquellos que amaba y por mí. Temí por todos. Aquello era una
trampa. Pereceríamos por mi inconsciencia. El mundo sabría que
Lestat existía, pero también que fue el causante de un exterminio.
Aquello fue terrible. Pero aún peor
fue conocer su verdad.
Siempre imaginé que ella me hablaría.
Deseaba conocer sus secretos. La verdad que ella había atesorado en
su corazón no era tan pura, ni luminosa y tampoco esclarecía nada.
Creía que el dolor de éste mundo debía ser erradicado con castigos
terribles. Hablaba de faltas religiones, guerras hechas por petróleo,
niños muriendo de hambre y enfermedades terribles. Me contó su
idea. Quería que todos le rindieran culto y se convirtiera así en
la imagen visible de una diosa. Un culto ya perdido, con motivos
válidos, que no tenía lugar en el mundo. La violencia no ofrece la
paz. Ella misma lo sabía, pero no quiso aceptar su error. Nunca
deseó aceptar que estaba confundida. Tantos milenios en silencio,
ocupando un trono, la habían hecho de piedra aunque guardaba
sentimientos. Sé que lo hacía porque ella deseaba alcanzar sus
sueños, sin embargo los sueños que implican a otros, a los cuales
les privarás de soñar, no son admisibles.
¿Y el amor? La amé. La amé tanto
como la temí. Temía su ira, su odio irracional, sus deseos de
venganza hacia un mundo que desconocía y su irresponsable deseo de
dominar a todos. Sin embargo, amaba su dolor, la verdad de otros
tiempos y sus fríos besos cargados de amor. Ella me amó. Sé que no
sólo fui un juguete con el cual terminó cansándose de jugar. Me
convertí en la imagen de un ángel, un seductor ángel, que la
cautivó. Yo fui quien la despertó. Fue mi voz la que hizo que ella
se alzara. Me estuvo esperando. Sin embargo, su ira mató todo. Ella
murió porque no quiso escucharme, o tal vez, porque no supe pronunciar las palabras correctas. Sobre mi conciencia cae como una losa sus últimos momentos... Pobre Akasha, pobre reina...
Lestat de Lioncourt
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