Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 19 de septiembre de 2014

Voces, sonidos y sueños. ARCHIVO TALAMASCA

David Talbot nos ofrece uno de sus misterios, narrados para nosotros como siempre con cuidado. Pronto ofrecerá sus entrevistas. No se pierdan sus actualizaciones. 

Lestat de Lioncourt 


Entre los amontonados informes, los cuales registraba con meticulosidad británica, se hallaban algunas hojas de un fichero que no logró rescatar de forma completa. Eran tan sólo hojas desperdigadas, incluso amarillentas, que estaban redactadas en máquina de escribir y firmada por algunos estudiosos de la orden. El caso había sido uno de tantos, pero tenía especial interés en él porque le suscitaba ciertas dudas. Se selló en falso. Nadie ayudó al joven y se desconocía si seguía vivo. Hacía más de veinte años del último informe del que él tenía constancia, aunque sabía que existían otros.

Todo había comenzado cuando el muchacho era sólo un niño. Tenía tres años cuando el primer incidente ocurrió. Era un niño sumamente inteligente, que inclusive sabía leer algunas palabras e intentaba aprender a un ritmo desproporcionado para un pequeño de su edad. Sus inquietudes le hacía ser bastante desobediente, preguntar por asuntos que nada tienen que ver con los típicos juegos infantiles o con problemas que pueden hacerte reflexionar a esa edad. Disfrutaba observando los libros que aún no sabía leer, pero que un futuro cercano codiciaría y necesitaría como refugio para sus pequeños problemas cotidianos.

Era un día de fiesta. Las bodas siempre son celebraciones que encandilan a todos. Los regalos, la tarta, el baile, la comida y sobre todo las risas se camuflan y provocan que se pierda el sentido del tiempo. Su madre lo había dejado con el pequeño grupo de niños, la mayoría mayores que él, pero allí no había durado ni cinco minutos. Cuando ella alzó la vista para verlo ya no estaba. Se había movido y nadie lo había visto. Era como si se hubiese esfumado. Lo encontraron casi dos horas después, deambulando sólo por los jardines cercanos mientras observaba la hierba crecida, las flores y el cielo. La madre lo atrapó entre sus brazos y le preguntó los motivos que había tenido para irse, pues estaba asustada, y hasta llegó a pensar que podían habérselo llevado. Él se encogió de hombros y dijo «Escuché como me llamaban, pero nunca supe quien era.»

Los sucesos prosiguieron. El pequeño tenía sueños recurrentes que asociaba a aromas, sensaciones y palabras sueltas. Solía tener miedo a la oscuridad y sospechaban que era la estratagema perfecta. Sin embargo, también lo veían caminar a solas observando todo con atención como si intentara encontrarle sentido a algo. Por lo demás era un niño intranquilo, como cualquier otro, con sus juegos simples y sus deseos de crecer demasiado rápido. A la edad de cinco años ya leía y escribía, con siete hacía cálculos avanzados para un niño de prácticamente diez años y con quince se aburría tanto en clases que escribía sus propias historias. Las notas jamás supusieron un problema para él, pero se sentía ridículo en un pupitre escuchando algo que ya sabía. El aburrimiento llevó a este pequeño a odiar el colegio y posteriormente el instituto. Destacaba por su aspecto pálido, de ojos profundamente oscuros y manos grandes que escribían compulsivamente. Era un prodigio en ocasiones, había logrado publicar en periódicos locales y algunas revistas nacionales. Un joven que no tenía miedo a explicar sus sentimientos, pero que a duras penas soportaba a otros de su edad. Solía decir que eran “demasiado simples” para soportar unos minutos a su lado.

Prefería los libros, la música y la compañía de su mascota antes que soportar una charla insulsa. Su madre solía estar casi todo el tiempo fuera de casa y eran sus abuelos quienes lo cuidaban, prácticamente como un hijo, para que creciera fuerte y sano. Poco a poco ellos murieron, igual que muchos sueños que él tenía durante la infancia, pero seguía escuchando esa voz, pasos, escalofríos y sensaciones que otros no sentían y asumía que era su excesiva imaginación.

Tenía veinticinco años cuando ocurrió otro de esos sucesos inexplicables. Se encontraba solo en el hogar familiar. Había decidido prepararse un tentempié y escuchó la voz de un hombre, el mismo que escuchó cuando era un niño, llamarlo insistentemente por su nombre. Después, como si fueran ecos de otros mundos, pasos por la casa y un portazo. Luego, silencio. No hubo nada más. No lo contó, se guardó el misterio y decidió sentarse a reflexionar sobre ello. Solía decirse que la soledad le hacía imaginar cosas, cosas que no sucedían y que podían alentarle a pensar que se estaba volviendo loco.

Sin embargo, no solía pensar en ello. No era una obsesión como cuando era un poco más pequeño. El miedo a la oscuridad cesó. Podía caminar incluso en la noche. Se sentía extrañamente acompañado y protegido en plena oscuridad, pero a veces escuchaba esos ruidos y tenía sueños extraños. Sueños que podían llegar a ser perturbadores. A pesar de los años él seguía con ese mismo sueño en el cual un asesino, cuyo rostro desconocía, emitía un olor flatulento y le buscaba para llevárselo igual que si fuera la mismísima muerte.

Cuando cumplió 28 años los sueños se convirtieron en visiones. Tenía sensaciones extrañas en ellos. Al despertar recordaba fragmentos que le torturaban, pues sucedían hechos similares. En la vivienda las cosas siempre se habían cambiado de sitio, como si no viviera únicamente él con sus escasos familiares. A los 30 tuvo un hecho insólito.

Después de años de sensaciones extrañas, incluso de verse en otro plano durante el sueño, la voz le habló recitándole un poema. Ya no le llamaba, sólo le recitaba un viejo poema que él recordaba y no sabía de qué autor era. Tardó días en reconocerlo, era suyo de cuando tenía dieciséis años.

Talamasca se puso en contacto con él porque lo atraparon indagando sobre sucesos paranormales, en una de las casas investigadas por la orden, mientras anotaba con rapidez ciertas conclusiones. Su historia se conoce por trozos, no al completo. Ni siquiera conoce si terminó inmerso en un mundo paranormal como él lo había hecho años atrás. Sin embargo, le recordaba a él.


Talbot reconocía el patrón que en ocasiones siguen los espíritus. Muchos de ellos desconocen como pasa el tiempo en la tierra, algunos quieren dañarte y la mayoría necesita que le ayudes. Incluso algunos hechos pueden ser saltos en el tiempo que se fusionan, como si dos líneas temporales chocaran igual que dos trenes. Sabía bien como era la sensación de verte señalado por la muerte o por uno de sus últimos compañeros. Deseaba saber el final de la historia, pero todo quedaba en suspenso. Lo único que pudo era introducir sus datos en el ordenador y olvidarse de ello, pues había otros documentos esperándole amontonándose en la mesa.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt