Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 23 de noviembre de 2014

Dolor

Armand empieza a intentar dejar a Marius, pero dudo que lo logre. 

Lestat de Lioncourt 


—Debería olvidarme de ti, de mis sueños y todo lo que una vez quise tener. Mi vida se ha convertido en un terrible enjambre de dolor y decepciones. Sin embargo, siento que me fundo en ti lentamente cuando me tocas. Mi alma tiembla mientras me mientes, besas y juras que me amas. Quiero creerte, pero sé que debería huir antes de sentir tu rabia—dije apretando los puños.

—Olvidar es terriblemente complicado—contestó sin bajar el pincel. Sus ojos fríos y azules se concentraban en las numerosas pinceladas de su nueva obra. Parecía una estatua de mármol, pero sus elegantes movimientos le conferían una vida extremadamente sensual. Sus labios parecían cincelados, al igual que sus pómulos y su mentón. Tenía el cabello suelto y rozaba su pecho por encima de su túnica borgoña.

—Aún lo es más amarte—respondí.

Dejó el pincel sobre un pequeño soporte, se apartó del caballete y se aproximó a mí. De inmediato di un par de pasos hacia atrás, mirándole con cierto temor. No quería que me tocara, besara y susurrara palabras tan falsas como las estrellas del fresco que estaba sobre nuestras cabezas.

—Te amo, querubín—dijo tomando mi rostro entre sus manos, abarcándolo con una delicadeza inusitada en un gigante como él.

—Mientes—chisté a punto del llanto. Contenía mis lágrimas intentando ser todo lo fuerte que jamás había sido. Una fuerza que se debilitaba con su sola presencia. Quería sentir sus brazos rodeándome. Si bien, quería convencerme a mí mismo que ya no había nada por lo que luchar.

—No. No dudes de mi palabra—musitó inclinándose hacia mí, pero retrocedí. No acepté su beso. No podía aceptar que me besara.

Podía sentir sus labios rodando por mis mejillas, igual que mis lágrimas. Si bien, me alejé. Sabía que él amaba a otros, que tenía el corazón dividido mil veces. El mío, mi frágil corazón, se estaba quebrando. Esperaba aún que me buscara, pero sólo se alejaba aún más. El mundo nos había dividido. El amor que teníamos se estaba esfumando.

—Dudo de tu amor—susurré—. No dudo sólo de tus palabras, sino del amor que alguna vez me tuviste.

—¡Cómo te atreves! ¡Te lo di todo!—gritó furioso.

—No—dije tembloroso. Temía su ira, pero a la vez deseaba sentir que se molestaba ante mí. Necesitaba creer que me amaba y que le molestaba saber que me alejaba.

—¡Te di el mundo entero! ¡Te salvé y coloqué mis sentimientos a tus pies!—me agarró de los brazos sacudiéndome con fuerza, provocando que mis largos cabellos pelirrojos cayeran sobre mi rostro.


Rompí a llorar quejumbroso. Me dolía. Era terriblemente doloroso. Como pude me aparté de él y huí. Corrí por el palazzo buscando la salida, pues no deseaba escuchar ni una mentira más. Estaba tomando una terrible decisión. Sabía que su ira me alcanzaría y me torturaría durante años. Si bien, necesitaba huir. Al encontrar la puerta principal, tomando el pomo para abrirla de un empujón, y sentí la liberación final en el aire turbio de los canales. Pronto noté que mi alma se hundía en la miseria, del mismo modo que una barca que se pudría tras años de olvido. Amarlo siempre me había condenado, pero después de todo lo ocurrido ya ni siquiera era capaz de mantenerme en pie aceptando la verdad.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt