Arjun despertó y dejó algo para Pandora. Algo más que una carta.
Lestat de Lioncourt
Soñar. A veces uno sólo quiere soñar.
Los sueños son frágiles burbujas donde nos aislamos de la realidad,
el pasado y presente, intentando no proyectar nuestro miedos en el
futuro. Sin embargo, hay sueños terribles que se convierten en
pesadillas que nos engullen para siempre. Cientos de nosotros han
decidido dormir durante décadas. Desde los más jóvenes hasta otros
que han vivido grandes tragedias. Siempre ocurre. Hay un punto en la
vida de un vampiro que le influye provocando que quiera dormir,
ocultándose de otros y de la vida misma.
Era joven, indeciso, caprichoso y
aburrido de la vida que llevaba en palacio. Estaba a punto de
contraer mi matrimonio y ser un digno heredero. Un joven príncipe
que debía tomar las riendas de su vida. Si bien, a pesar de ser
educado para obedecer a mi padre y llevar a mis súbditos al
bienestar, sólo pensaba en viajar y conocer grandes mundos, mucho
más inmensos que en el cual me movía. Soñaba despierto aferrado a
la barandilla de mi balcón, mirando el horizonte y oteando cada una
de las estrellas que resplandecían como si fueran auténticas joyas.
Creo que mi capricho de ser libre la
llamó.
Conocí a Pandora en el momento justo
en el cual mi vida empezaba a perder sentido. Ella le dio uno mágico
y tan vulgar como la muerte. Ser un asesino para vivir eternamente,
viajando por tierra y mar. Disfrutaría de un legado eterno y una
sabiduría que nunca podrían arrebatarme. Además, me quedé
prendado de su fuerza.
Fue así como acepté caminar a su
lado, ser parte de ella y que ella formara parte de mí. Quería ver
los mundos que podía ofrecerme. Deseaba amarla sin límites. Y el
amor, ese sentimiento puro que nació al fin de mi corazón, la
asustó. Me temía porque mi amor era distinto al que había
conocido. Era un amor sincero, entregado y que no buscaba retenerla.
Sólo quería ver su felicidad reflejada en mis ojos. Creo que por
eso huyó. Ella no estaba preparada para amar. Deseaba compañía,
pero no un amor que la arrastrara a un estado tóxico como el que
encontró junto a Marius.
En mis sueños la encontraba inmersa en
libros, tarareando canciones o simplemente gozando de nuevas
experiencias. La contemplaba vestida con las mejores telas, cubierta
de oro y joyas preciosas, pero finalmente se convirtió todo en humo.
Pude haber despertado antes, pero el saber que en mi terrible
realidad no la encontraría, ni era feliz sin mí o conmigo, me
condenó a intentar quedarme sumido en mis hermosas divagaciones.
Ahora es distinto. Camino a su lado y
veo un nuevo anochecer. Hay que seguir viajando.
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