Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 17 de diciembre de 2014

25 de Diciembre

Michael recuerda algo que todos deberían tener en cuenta... 

Lestat de Lioncourt


El amor puede llegar en cualquier momento, pero en un mundo como este, tan extraño y gris, puede ser tarea imposible. La vida parece plagada de obstáculos para que el odio gane terreno, junto al rencor y tantos sentimientos negativos que contaminan nuestras almas arrojándolas a un lugar similar al infierno. Aprender a superar ese trance, donde todo parece derrumbado como en una película bélica, es difícil para los más jóvenes como para los más experimentados. Si bien, siempre hay un brote en mitad del desastre, una sonrisa amable que provoca el nacimiento de un nuevo comienzo. El amor es ese brote tierno que quiere surgir de entre los cascotes de un refinado mundo donde el dinero es de plástico, eres la ropa que usas y jamás tienes oportunidad alguna de ser por completo feliz.

Hay quienes han desesperado por amor, pero otros han logrado vencer cualquier terrible obstáculo. Esos obstáculos no son nada, ni siquiera minúsculas piedras en el camino, cuando uno comprende que la felicidad es igual de valiosa que el esfuerzo. La espera merece la pena. Siempre merece la pena. Aunque parezca que el aliento se pierde y el dolor yace en lo más profundo de nuestras almas.

Rozaba los cuarenta años cuando ella apareció. Estaba en mi mejor momento profesional, pero en el peor a nivel sentimental. Había fracasado tantas veces que no era capaz de echar la vista atrás. Mi última relación fue un tremendo fracaso. Perdí parte de mi alma en aquel círculo vicioso de dolor, desaliento y lágrimas. Tuve que aceptar, con los brazos caídos y los ojos enjugados en lágrimas, la muerte de un hijo que ni siquiera llegó a tener sueños propios o conocimiento real de su existencia.

Durante meses la imagen de fetos creciendo en el líquido amniótico me perseguían allá donde iba. El alcohol no lograba borrar esa profunda herida. Siempre quise tener una familia y ofrecerle a mis hijos, fuesen del género que fuesen, mi comprensión y total entrega. Por razones que desconozco, o quizás por apego sentimental, puse nombre a ese niño que nunca llegó a formar parte de mi vida, aunque sí de mi historia y mi dolor. Lo llamé Chris.

Hace dos décadas que sucedió una tragedia similar. Había contraído matrimonio con la mujer que me había salvado la vida, tanto física como emocionalmente, y me encontraba completamente repuesto ante el dolor. Ella era la flor que embellecía mi jardín. Al fin había logrado todo lo que deseaba. Tenía éxito profesional, una joven e inteligente esposa, una mansión en mi ciudad natal y un hermoso jardín que se llenaba de familiares dispuestos a brindar con nosotros en cualquier ocasión. Nada podía empañar la felicidad. Sin embargo, todo se emborronó bañándose de sangre una mañana de Navidad.

Fue el 25 de Diciembre de 1990. La ciudad se colmaba de cantos a la natividad de Dios. El niño Jesús nacía en el portal de cada belén. Todos agradecían la paz y bondad de esas fechas. Pero cuando daban las doce campanadas en el reloj, justo media noche, su hora había llegado. Era la hora de la bruja, de su madre, para dar luz a un hijo que sería dominado por un espectro que siempre aguardó. Él tuvo incluso más paciencia que todos nosotros. Él no buscaba amor, ni venganza, ni crueles designios. Él quería vivir nuevamente teniendo una oportunidad, pero era caprichoso y vil. Tan cruel y poderoso que prácticamente rompió en mil pedazos la familia, acabó con la vida de varias mujeres jóvenes y me ingresó durante meses en un hospital. Si bien, la peor parada fue Rowan, mi mujer y su madre, que fue secuestrada y violada reiteradamente por ese engendro.

Este tiempo de amor, paz y refugio de bondad jamás será el mismo para mí. No veo con ilusión las luces del árbol. Cada navidad me pregunto que hubiese sucedido si nuestro hijo hubiese nacido como un niño común, con un rostro similar al de ambos y una sonrisa mágica. Siempre me pregunto como sonarán sus pasos por la escalera un día de Navidad. Siempre lo haré como una tortura cruel. Pero sé que esa terrible tortura no lo es únicamente para mí, pues ella también sufre y lo hace en silencio sin permitir que sus ojos grises se llenen de lágrimas.

Pero el amor nos une, nos ata y nos ha dado la fortaleza para continuar pese a todo. No importa cuantos 25 de Diciembre sucedan, ni las restantes fechas del calendario, pues siempre nos tendremos el uno para el otro.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt