Siempre pensé que te encontraría
cuando quisiera. Jamás creí que te perdieras en mitad de la
oscuridad. Tus pasos ya no los encuentro, es como si los hubiesen
borrado a conciencia para que olvidara tus vibrantes ojos azules. Sin
embargo, todo lo que hemos vivido es imposible olvidarlo tan
fácilmente. Nadie podrá romper el vínculo que nos unió. Era una
hermandad cuasi perfecta que se ha convertido en uno de los pasajes
más extraños de mi vida.
Apareciste de la nada con tus gestos
torpes, tus ojos ilusos y una juventud cargada de estúpidos
pensamientos sobre mi heroicidad. Me amabas sin conocerme, como si
fueses un simple mortal. Amabas los libros que yo había escrito, el
eco de mi voz en el tiempo convertidos en éxitos de venta. Esos
dedos largos, suaves y delicados me hablaban de una esmerada
educación. Tu ropa bien elegida, el cabello delicadamente cepillado
y tus labios temblorosos decían a gritos que eras sólo un niño
dándoselas de hombre.
En mi época los hombres se curtían
peleando, cazando, luchando por la supervivencia y aceptando su
destino con absoluta resignación. No eran como tú y como yo. Sobre
todo no eran como tú. Se habían dedicado a tenerte entre
almohadones dándote todo. Cuando te viste indefenso frente al
monstruo que alimentaste, porque no dejaste de enfrentarte a él
causándole curiosidad y admiración, no pudiste correr ni usar las
escasas armas que poseías.
Tarquin siempre serás el chico que
vino a visitarme, el muchacho que estaba aterrado por el fantasma de
su hermano y que había sido convertido de la forma más bruta que
jamás he escuchado. Tu narración me calentó el corazón y provocó
que te amara. Tu admiración me hizo estallar en carcajadas unísonas
a las tuyas. De haber sabido que te tomaría tanto cariño jamás
habría permitido que te fueras.
Quinn... faltan tus flores en el
cementerio. Tía Queen está esperándote enterrada allí, con sus
pequeños huesos y su elegante traje, igual que tus abuelos. ¿No
extrañas la ciudad? ¿No echas de menos el Carnaval y las
celebraciones más típicas? Ya hay villancicos y yo no puedo dejar
de recordar como llorabas con Noche de Paz. Hermanito, ¿qué te
hemos hecho para que no regreses a casa? Dile a esa pelirroja
peligrosa y atractiva que se cuelgue de tu brazo, sonría y te diga
con suma inteligencia que es hora de volver a casa. Volved. La voz se
ha llevado a cientos, pero quiero pensar que vosotros sois tan
inmortales como mis recuerdos.
Lestat de Lioncourt
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