Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 21 de diciembre de 2014

La madre del demonio

Mi hermosa Rowan... si muchos supiesen por el terrible dolor que pasó no juzgarían tanto sus pasos. ¿Ahora lo entenderán? Espero que sí.

Lestat de Lioncourt


Aún hoy puedo sentir su aliento pegado a mi nuca, sus gigantescas manos de dedos largos recorriendo mi cuerpo y su mirada profunda, cargada de fascinación y lujuria, recorriendo mi figura. Juro que intenté evitar el dolor que aconteció en la familia. Quise ser fuerte, pero sólo logré que me arrojaran a la destrucción en cuerpo y alma. Caí al infierno de bruces y no pude salir de él durante mucho tiempo, como si mi mayor pecado fuese haber deseado ser madre.

Por aquellos días era joven y creía que mi juventud me daría fortaleza. Muchos otros en mi lugar habían sido doblegados y asesinados por la bestia que rondaba las paredes de la mansión. Tenía diversos nombres, pero yo sabía a la perfección cual era su voz y el acento que arrastraba en cada una de sus palabras. No sólo era invención, como sucedía para la mayoría, sino que él parecía seducido con la idea de conquistarme tentándome, aterrándome y dirigiéndose a mí como la salvadora de su historia. Una historia que desconocía por completo.

Michael siempre quiso ser padre. Yo jamás sentí la llamada de la maternidad hasta que sus fuertes brazos me rodearon, sus labios besaron mi rostro con ternura y vi en sus ojos azules miles de sueños que yo también parecía querer. Necesitaba darle hijos. Unos niños fuertes y sanos. Quería pequeños tan inteligentes como nosotros, fuertes ante las adversidades y con un enorme talento para superar cualquier reto. Sin embargo, me vi convertida en la puerta a un terrible secreto.

Era la noche en la cual todo el mundo parece gozar de la pureza de un momento entrañable. La Navidad llamaba a la puerta con ritmo de villancicos, comidas copiosas y brindis por un próximo nacimiento. Creí que una madre podía con todo por proteger a sus hijos. Yo jamás había gozado de una familia estructurada, pues mi padre adoptivo resultó ser repulsivo y mi madre adoptiva siempre parecía temerosa. Quería la calidez de una historia que sólo se pueden leer en los apacibles cuentos que envuelven los preparativos y adornos de esas fechas.

Eché de la vivienda a Michael. Creo que mi corazón se rompió en mil pedazos al ver su expresión de miedo, preocupación y rabia. Temí que jamás me perdonara el enfrentarme a solas con ese monstruo. Sin embargo, pensaba salir ilesa y ofrecerle esa familia que tanto quería. En mi vientre estaba Chris, nuestro hijo, confortablemente envuelto en líquido amniótico. Mis manos acariciaron el abultado vientre que ya tenía y le prometí cuidarlo, del mismo modo que cuida una leona a sus crías.

Fui estúpida.

Él me quería sola, indefensa y embarazada. Deseaba que me dejara arrastrar por el pensamiento que yo podía con todo. Tenía talentos sobrehumanos, pero no era nada comparado con su ingenio para manipular y torturar. Sus largas manos fantasmagóricas tiraron de mi hijo y se introdujo en su cuerpo. Me hizo parir a semejante engendro. Mis pesadillas, las más terribles y angustiosas, no eran comparables con ese momento.

Lloré, grité, recé y recuerdo que caí inconsciente debido al shock del momento. Al despertar lo vi convertido en un seductor hombre adulto. Sus ojos azules brillaban con una malicia terrible, sus labios eran sensuales y tenía las mejores cualidades de mi marido mezcladas con las mías. Desnudo, con la piel de un bebé, me habló provocando que gritara. Era la madre de una bestia, pero era su madre.

No sé que hubiese hecho otra en mi lugar. Quizás huir hacia el rincón más remoto para evitar que se aproximara. Si bien, yo era una doctora de éxito y podía investigar su crecimiento. Necesitaba averiguar la verdad y saber que podía cuidar a mi hijo. Él era mi hijo. Quise engañarme a mí misma pensando que al menos lograría salvar su vida, pues yo se la había dado. Era mi bebé, mi pequeño, aunque ya no pudiera llamarlo Chris. Él era Lasher. Lasher el Taltos.

Los meses siguientes lejos de Michael, la familia y siendo torturada física y mentalmente fueron terribles. Cada palabra que pronunciaba me llenaba de miedo, los datos que lograba en los diversos laboratorios eran inconcebibles, sus besos eran pura tortura y el sexo se convirtió en una escapatoria fácil. Dejaba de pensar en mis ataduras, el dolor de mis heridas, las lágrimas derramadas, el saber que indudablemente él era mi hijo y que sólo quería de mí leche y un vientre fértil del cual lograr una hembra de su especie. Él buscaba en mí a Dios y quería que Dios creara a su Eva.

Todavía, en mis más terribles pesadillas, puedo sentir sus labios apretando mis pezones para conseguir la tan ansiada leche. Aún puedo notar su lengua lamiendo cada milímetro de mi piel. Sigo oliendo el hedor del lecho en el cual me tenía atada durante días, e incluso semanas, y el dolor de las heridas que laceraban mis frágiles muñecas. Quise matarlo en más de una ocasión, pero mis poderes telequinéticos eran basura comparado con su cerebro. También es posible que dentro de mí, en algún punto de mi corazón, me contuviera. No podía manejar ese asunto de fácilmente. Me vi superada, anulada, vejada y aún en mis sueños soy incapaz de lograr vencerlo. He analizado mil veces esos días, la hora crucial en la cual nació, y sólo veo fallos. Debí pedirle a Michael que no se fuese de mi lado.




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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt