Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 29 de diciembre de 2014

No siempre.

No siempre se ha visto la verdadera figura paterna de Julien. Un hombre algo estricto, aunque cercano. Lo hemos visto como el tío Julien, el amante Julien, el hermano Julien... pero como el padre pocas veces.
Lestat de Lioncourt



—Si dejamos a un lado que matar es delito podemos decir que también es un arte muy cotizado. Un arte que la familia sabe ocultar. Un arte que sin duda alguna tiene que tener un sello propio. No puedes matar porque sí a quien de te debe dinero, sería una estupidez. Un muerto no te paga el recibo que falta en tu caja fuerte. Debes tener paciencia. Aprender que antes de matar está la extorsión y que la extorsión es sin duda otro arte más al largo listado que debes conocer—se movía con gracia por la habitación. Nadie hubiese jurado que ya tenía una edad considerable. Algunas canas asomaban en sus sienes y sus ojos azules eran profundos como océanos terribles. Su traje de mil rayas de lino era sofisticado y su corbata era de seda negra. Una corbata que parecía una pantera rodeándole el cuello cual serpiente. Los gemelos de esmeralda brillaban cuando movía sus largos brazos. No era un hombre fornido, más bien tenía un aspecto delicado, pero poseía una masculinidad atrayente.

—Lo he entendido—era casi un niño. Tan sólo un muchacho. Quería ser todo lo que su padre era. Veía aquel hombre como el culmen de la elegancia, el buen gusto y el poder. Todas las mujeres quedaban boquiabiertas con su cortesía; los hombres palidecían ante él, pero su sonrisa dulce y educada también los conquistaban.

—Corland, te esperan grandes cosas—dijo aproximándose al chico.

Se parecía mucho a él. Hubiese dado cualquier cosa por tener la edad de su hijo, la inocencia reflejada en su mirada y el poder que delegaría en sus manos a pesar de ser un hombre. Las mujeres eran las auténticas diosas en la casa, pero él era el único hombre que supo dominar a Lasher. Un dominio que estaba fuera y dentro de la cama. Sabía embaucar y tenía que darle a su hijo algo más que aspecto físico. Debía sacar el Mayfair que llevaba dentro como si fuera un exorcismo.

—Padre—susurró notando sus dedos apretando sus hombros—. Quiero ser como tú. Deseo llevar todos los negocios. No quiero estar a la sombra de Stella. Sería terrible para mí estar a la sombra de Stella. No quiero—dijo a punto de romper a llorar.

—Te falta carácter. Tu madre te ha convertido en una babosa llorona—comentó apartándose—. En New Orleans no puedes mostrar ese carácter, Corland.

—Pero...

—Y en ninguna parte—añadió.

—Mejoraré. Sacaré mejores notas. Te mostraré lo mejor de mí. Ya verás. Seré uno de los mejores empresarios de la ciudad—frunció el ceño y se incorporó de la silla, para luego precipitarse hasta la puerta saliendo con un portazo muy dramático.

Entonces, como si fuese un genio de la lámpara, Lasher apareció de entre las sombras rodeándolo. Sus labios sedosos, e invisibles para otros, se posaron en la nuca de Julien. Él sabía que deseaba. No iba a negar sus caricias y besos. No podía permitir que aquel ser se sintiera rechazado. Además, lo disfrutaba. Una vida al completo de mentiras y dolor era insoportable. Lasher era su secreto, su victoria.

Notó como la gigantesca mano del espectro se introducía en sus pantalones, rebuscaba en su ropa interior y comenzaba a masturbarlo mientras él jadeaba su nombre como un salmo desgastado. Los dientes invisibles mordisqueaban su nuca, una respiración fría erizaba el vello corto de su cuello y el torso de aquel gigante se pegaba a su espalda. Las caderas de Julien comenzaron a moverse y pronto se bajó los pantalones, junto a la ropa interior, con las manos temblorosas y sudadas. Justo en ese instante notó como sus nalgas se abrían y él entraba. Justo cuando caía de bruces sobre la silla que había ocupado su hijo en su despacho. Empezó a mover sus caderas a un ritmo demencial y cuando se pudo dar cuenta ya salpicaba el asiento, cayendo de bruces al suelo y sintiendo su alma lastimada una vez más.

Como pudo limpió todo y abrió las ventanas, para luego quedarse mirando al muchacho correteando por el jardín junto al resto de niños que visitaban la casa. Sentía en su pecho una congoja extraña. Debía protegerlos, pero a la vez tenía que exponerlos. El secreto tendría que revelarse en su justo momento. Por eso mismo ese día comenzó sus memorias, esas mismas que fueron lanzadas al fuego por su hija mayor Mary Beth.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt