Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 7 de enero de 2015

La última vez que lo vieron decidía inmolarse, ¿pero lo hizo? No se sabe. Simplemente es demasiado viejo para que el sol le afecte de ese modo. Siguen llegando estas cartas, así que suponemos que está vivito y coleando. 

En definitiva, un texto de Mael

Lestat de Lioncourt



Muchos han contado quien soy, pero nadie ha perdido su tiempo en preguntar por mis sentimientos. Es posible que jamás se les haya ocurrido que yo tengo algo que contar, por miserable y escaso que sea. Quizás porque soy un hombre que no delata sus sentimientos o es posible que simplemente sea un crucial despiste del destino. Me convertí en lo que soy pensando que hacía un favor al mundo, pero en realidad sólo creaban a un monstruo que se tambalearía entre los límites del bien y del mal.

He cruzado desiertos de almas cubiertos de verde bosque, caudalosos ríos y empinadas colinas. Caminé bajo la tundra y he agradecido a la selva su humedad. A decir verdad, he conocido todo lo que podía conocer. Hundí mis dedos en el desierto cerca de las vieja ruinas donde todo comenzó y he dejado que mis pies pisaran por el asfalto más ennegrecido de New York. He visto construirse monumentos al ego de políticos carentes de razón, observado el culto a cientos de dioses en miles de lugares de este territorio tan extenso, escuchado a filósofos y mártires de todas las épocas, contemplado el arte naciendo de las manos de un pintor que sería inmortal por sus obras, sentido entre las mías las esculturas más abominables y he llorado mientras reía. La soledad ha sido mi brújula. Me han dado por muerto miles, algunos no lo han creído y gracias a ellos he mantenido la esperanza de comunicarme algún día.

Acepto que no soy un ser bondadoso, ¿pero existe la bondad pura? Más allá de los discursos religiosos, las manos abiertas de los niños al pedir un abrazo sincero y las palabras de un moribundo. ¿Existe la bondad? ¿La humanidad? ¿El perdón que nace del corazón de forma improvisada? Yo les diré que no. Son utopías que creemos con vehemencia pero que se destruyen con facilidad. Lo bueno sólo es una percepción, igual que lo malo. Las historias son parte de nuestras experiencias, pero para nada implican que sean ciertas. Tú no puedes saberlo todo. Nadie puede. Muchos lo han intentado y han fracasado terriblemente, llegando a sentirse confusos y derrotados.

No hay sabios, sólo sabiduría que puede ser acaparada por unos minutos y morir en el alma de cualquier iluso. Sí, porque ese es nuestro mayor pecado: el olvido. Olvidamos rápido lo que aprendemos, salvo lo básico. Aprendemos a sobrevivir y eso jamás se olvida. Es como si estuviese en nuestro código genético. Podemos olvidar una canción, pero no la canción que nos cantaban para perder miedo a la oscuridad y afrontar desafíos. Podemos olvidar un libro, pero no una frase que nos arrebató el aliento y nos hizo emprender un camino. Podemos hacer tantas cosas, recordar tanto con una simple chispa, que es increíble; sin embargo, a la vez, somos desmemoriados. No recordamos las sonrisas, sino las lágrimas.

¿Y a mí? ¿Me recuerdan? Algunos lloran mi desaparición, otros se extrañan al no verme cruzar el umbral de su casa para señalarlos con fuerza y sabor amargo, y el resto, quienes sólo me conocen de oída, les da igual como sea y lo que haya sido de mí. ¿Y a mí? ¿Me importa? No. No me importa. De haberme importado habría hablado antes. No me he reunido como la otra vez. No me incumbía. Decidí aislarme hace mucho tiempo más allá de las montañas de asfalto, hormigón y luces de bohemia. No. Ya no soy ese ser que intentaba adaptarse. Soy quien siempre he sido: un guerrero nómada.


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt