Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 19 de enero de 2015

Los infiernos

Los infiernos... según Memnoch. Ya ha vuelto ese desgraciado...

Lestat de Lioncourt 


En cualquier calle podemos encontrarnos esta noche. Quizás te sea difícil reconocerme. Pero sé que no habrá muchas oportunidades para salvar tu alma, te lo aseguro. Quien me observa de cerca sabe que está acabado, y que su alma será mía. Sé hacer tratos muy atractivos y manejo los hilos de este perverso mundo. Cargo conmigo el dolor de mil almas y el lamento de centenares de guerreros caídos. Conmigo, amigo mío, no podrás hacer juegos sucios... pues yo los inventé todos y cada uno. Sé cuando van de farol, así que no te valdrá para nada esa pose ingenua y tampoco las lágrimas ante la bestia que has alimentado. Si tomas mi mano estarás marcado.

Hoy me he disfrazo de hombre inocente, con mujer e hijos. Camino por las calles con un elegante traje negro, tan impecable como mis mocasines, y he atado con cuidado una corbata de seda. Mis cabellos están bien acomodados, aunque rozan mi gabán gris que llegan más allá de mis rodillas. Mis ojos claros pueden recordarte a un cielo de verano, ¿pero te fiarás de ellos si nos cruzamos?

Camino por la acera, sin necesidad de penumbra o luz de luna, convirtiendo una mañana laboral en una tragedia mortal. En el maletín llevo la oferta que no podrás rechazar, la pluma perfecta para que pongas tu firma en el documento y un par de billetes por si quieres celebrarlo en algún tugurio. Mis pisadas son simples, pero elegantes. No mido la distancia, pues sólo merodeo. Estoy a punto de cazarte. Puedo sentir tu corazón bombeando agitado. Vienes hacia mí, sin saberlo ni esperarlo.

Y entonces el golpe final. Te cruzas conmigo. Golpeas mi cuerpo. Caemos al suelo. Me ayudas a recoger mis documentos y comenzamos una breve charla. Sin saber cómo o porqué dices la consabida frase: “Vendería mi alma al Diablo por...” ¡Ya eres mío!

De la noche a la mañana todo parecerá maravilloso. Tendrás lo que deseas. Tu vida parecerá perfecta. Saborearás las mieles del éxito. No importa si tu deseo era pequeño o demasiado grande para abarcarlo. Crees que sueñas, pero el sueño parece ser real. Disfrutas sin recordar el trato. Tan sólo recuerdas que has tenido un golpe de suerte, quizás por los años de duro esfuerzo o tal vez porque llegó tu turno. Sin embargo, un día cualquiera me cobraré con creces lo que disfrutas.

Es un trabajo pesado, pero sencillo. Un trabajo impuesto por Dios. Yo soy la tentación. Él no hace nada, pues todo lo hago manejando cada cuerda que él me ofrece. Tiro de los hilos que desea ver en movimiento. Sólo hago lo que me ordenan, al igual que cualquier otro trabajador. Muevo las piezas del tablero en una partida en solitario. Seduzco sin ánimo. En realidad deseo que te niegues, pero ambos sabemos que no lo harás. Todos caen en el juego. Dios se regodea porque parece tener razón, ya que no encuentro a los diez elegidos entre la muchedumbre. Tu alma padecerá este trato, fruto de un juego temerario entre dos seres que no desean doblegarse el uno al otro, mientras que otros se salvan momentáneamente.

El pecado está en las almas, no en la carne.

Bienvenido a “Los Infiernos”.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt