Recuerdo bien ese momento. Leí sus memorias con ansias. Dijo cosas hirientes hacia mí, pero también hacia otros inmortales... Fue terrible su final.
Con ustedes una discusión entre Maharet y Marius. La narra Khayman.
Lestat de Lioncourt
Ambos se observaban a los ojos. Ella
cada vez parecía más fatigada. Intentaba explicar por enésima vez
que no podía imponerse de ese modo. Ella no permitiría que un
asesinato se diese bajo el techo de nuestra casa, ni siquiera bajo el
techo de cualquier otro. Maharet tenía la vista nublada, los ojos de
su víctima estaban estropeándose, y el nerviosismo de Marius
provocaba un malestar en su alma, en sus revueltos sentimientos, que
la dejaba agotada.
—Estoy bien, Khayman—dijo
aferrándose a mis manos, las cuales sostenían su delicada cintura—.
Querido, estoy bien—murmuró con la voz quebrada.
—¡Debes hacer algo! ¡Exijo
justicia!—bramó enérgico. Movía sus brazos como un molino de
viento, sus cabellos parecían unirse a su furia, y esos ojos fríos,
como el hielo, emitían un fuego abrasador.
—Son viejas rencillas que debes
olvidar. La venganza es innecesaria—murmuró apretando sus dedos—.
Querido, deberías ir a ver como se encuentra mi hermana. Deseo que
esté cómoda.
—No me apartaré de ti. Mekare es
fuerte—dije cerca de su oído—. Es terco, permite que hable con
él. Te encuentras fatigada. Sé que detestas éstos enfrentamientos.
—¡Vosotros tuvísteis vuestra
venganza!—gritó.
—Estábamos dispuestos a perdonar,
pero ella quería el mundo a sus pies. Ya no es tiempo de imperios,
Marius—respondí—. Sólo queríamos detenerla, que nos escuchara
y volviese a ser la mujer a la cual amé como reina—mis brazos
rodearon con firmeza a Maharet y ella estaba a punto de romper a
llorar. Sabía que Marius impondría sus deseos. Haría que Santino
muriera pese a todo. No permitiría que tuviese siquiera justicia o
unas palabras, aunque fuesen breves, para defenderse. Él quería
muerte y destrucción, pero la muerte y destrucción sólo genera más
muerte, más dolor, más heridas y más problemas. Nosotros queríamos
mantenernos al margen. Ella sólo deseaba la compañía de su
hermana—. Akasha se vio sobrepasada por el poder antes y después
de...
—¡No me importa! ¡Quiero justicia!
—Justicia no es igual a
venganza—respondió Maharet—. No lo haré.
Aquella discusión se prolongó durante
semanas. Se convirtió en algo habitual. Marius estaba enfervorecido.
Deseaba un juicio justo a favor de sus intereses, por lo tanto no era
ni justo ni un juicio. Quería aplicar unas normas que él mismo no
había seguido. Santino estaba en peligro, pero poco o nada podíamos
hacer.
Finalmente nos reunimos bajo su techo.
El antiguo líder de la Secta de la Serpiente en Roma, aquel que lo
dio todo por unas creencias que ya no practicaba, se personó para
intentar dialogar. Sus ojos oscuros, su tez blanca y su voz amable no
duraron demasiado: acabó incinerado por Thorne, un vampiro vikingo
creado por Maharet hacía milenios.
Desconozco si realmente murió o si
Maharet logró hacer algo. Jamás hablamos más de ese tema. Era
doloroso. Yo no estaba presente cuando ocurrió. Me hallaba fuera,
junto a Mekare. Era el guardián de ambas, quien tenía que proteger
el secreto y el poder. Para mí, aquello, fue un asesinato y no
justicia.
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