Aja... dice Memnoch que él da libertad, pero a mí me quería atar a él.
Lestat de Lioncourt
Muchos buscan el consuelo en el amor de
Dios, pero Dios no está dispuesto a ofrecer su corazón a cualquiera
que se postre ante Él, implore su perdón y posea un corazón puro.
Puedes ser siervo de ti mismo o siervo de Dios, pero no tienes
elección alguna. Nos da libre albedrío para acabar aceptando su
dominio como única solución. Me impuse a sus reglas, decidí que
debía pensar por mí mismo y en estos momentos, en la penumbra de
éste terrible mundo, me hallo observando el mismo error en todos y
cada uno de vosotros.
Ese error, ese germen de libertad, es
algo que no debéis perder. Vosotros tenéis la última decisión.
Debéis tomar vuestro camino, equivocaros y volver al inicio. No
sirve de nada ser un borrego de Dios con temor a la muerte, pues
vuestra vida carecerá de sentido y se convertirá en un lastre.
Vivid vuestros sueños, intentad que vuestros corazones se sientan en
paz con vuestra mente, pero jamás aceptéis las jaulas que os impone
Dios por doradas y placenteras que parezcan. El paraíso no está al
otro lado de las cancelas del Cielo, sino al otro lado de vuestras
decisiones. Podéis tocar el cielo con tan sólo sentir el amor del
prójimo.
Los sacerdotes en sus púlpitos os
acusan con sus dedos, señalan vuestros pecados y ocultan los suyos
bajo las lustrosas túnicas blancas. Imparten su ley, juzgan vuestros
errores y se santiguan en honor de Dios. Un Dios que ya no cree en
ellos. Un ser que no ordenó crear leyes injustas y abominables que
ellos han custodiado con ferocidad. Dios quiere que te equivoques
para que aprendas de tus errores, no quiere un amor incondicional y a
la vez desea que lo ames. Debes comprender que la palabra divina a
veces es la palabra de un hombre, que ni es Santo ni es bondadoso.
Dios es un monstruo que se alimenta de
vuestros miedos y les da mi forma. Os obliga a soñar menos y a ser
esclavos de vuestro dolor. Intentad buscar vuestras propias alas,
seguir el camino y aprended cuales son las correctas. La libertad no
es pecado. Dios os engaña del mismo modo que yo lo hago. Estáis
frente a una eterna partida de ajedrez. Debéis aprended a no ser
peones. Si queréis el amor de Dios debéis desafiarlo con la verdad
en la mano, mostrando que queréis ser justos sin doblegaros.
Sigo tocando las puertas del Cielo,
contemplando la luz de Dios y viendo en mi reflejo el ángel que fui.
La oscuridad me envuelve sólo cuando bajo a los denominados
Infiernos, allí donde están todos los que ni siquiera supieron
vivir su libertad. Algo debo de hacer bien a pesar que confronto con
sus deseos...
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