Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 12 de junio de 2015

Amor y odio

Ahora entiendo porque Daniel lo buscaba de ese modo...

Armand y sus memorias.

Lestat de Lioncourt

Había deslizado sus gafas hasta la puta de su nariz. Sus ojos, casi violetas, se centraron en los míos. Dudo muchísimo que pudiese ver algo más allá de sus pobladas pestañas. Sin embargo, era atractivo. Aquel delgado y rebelde periodista, el cual era capaz de cualquier cosa por lograr sus objetivos, me cautivaba. Deseaba comprender el mundo a través de su ambiciosa alma. Tenía la intensidad del café en sus labios, el calor del whisky en su piel y el aroma de la nicotina en su ropa junto a su crema de afeitar. Era casi un muchacho. Creo que no llegaba a los treinta cuando decidí convertirlo en mi capricho y mi corazón. Ni siquiera ahora dudo del amor que tenía hacia él, pero sí sobre el que él pudo tener hacia mí.

—¿Por qué?—lanzó aquella pregunta que tanto había esperado.

Pude escuchar un ligero suspiro salir de sus labios precipitadamente. Mis manos no se apartaron de su mandíbula, del mismo modo que sus codos no se bajaron del respaldo de aquel sofá. Notaba como le incomodaba que estuviera sentado a horcajadas sobre él, con aquel traje blanco que me hacía parecer un niño cándido de una vieja postal ibicenca, pero no estaba dispuesto a bajarme. Él tenía la camisa negra arrugada, con la corbata mal anudada y el cabello revuelto. Sus jeans estaban sucios de barro y se había quitado las botas nada más llegar. En su mano derecha tenía un cigarrillo recién encendido y en la izquierda, que movía ligeramente de vez en cuando, un vaso de whisky on the rock.

—Me atraes—dije rodeándole el cuello con mis brazos. Aparté mis dedos de su rostro para jugar con el pelo corto de su nuca.

—Tú a mí no—respondió llevando el vaso de whisky a sus labios, para dar un trago, y luego hizo lo mismo con el cigarrillo—. Te detesto. Eres un maldito hijo de puta que me está jodiendo la vida.

—¿Por eso vienes aquí?—susurré pegando más mi torso al suyo—. ¿Para insultarme y decirme lo malo que soy?—sonreí con inocencia fingida deslizando mis manos por su pecho, desabotonando los pocos botones de su camisa que aún quedaban en su lugar, para luego inclinarme y mordisquear sus pezones—. ¿Vienes a eso?

—Armand...—jadeó apretando el vaso, pero el contenido cayó sobre aquel elegante sofá de cuero negro.

De inmediato le quité el cigarrillo y se lo coloqué en los labios, para que diese otra calada, mientras me quedaba obnubilado por sus labios apretando aquel veneno legal. Mi mano izquierda acariciaba su vientre, bajando peligrosamente hasta su bragueta, mientras intentaba contener mis más bajos instintos. Deseaba beber de él, saborear su sangre y alimentarme.

—Daniel, ¿me respondes?—dije con una ligera sonrisa.

Apagué el cigarrillo echándolo en su copa, dejándola en la mesa de mármol que teníamos a la derecha, mientras él me seguía con la mirada. Bajé su cremallera y saqué su miembro comenzando a masturbar su miembro. Él acabó echando la cabeza hacia atrás dejando que mis dedos hicieran lo que tanto deseaba.

—No lo sé... Sólo hazlo—balbuceó.

Reí bajo quedándome de rodillas frente a él. Con cuidado besé la punta de su miembro, rozando mis labios sobre su glande, para deslizar mi lengua hasta la base de éste. Sus manos fueron a mis cabellos y se enredaron en cada uno de mis mechones, tirando de ellos, mientras le observaba. Él disfrutaba de ese momento como si fuese lo último que fuese a hacer durante su desastrosa vida.

—Armand...—jadeó incorporándose.

Quedó de pie conmigo hundido entre sus piernas. Sus manos se aferraban a mi nuca, mi pelo y mi cráneo. Movía mi cabeza con cuidado, apretaba con deseo y dejaba que mi lengua reptara por cada milímetro de su sexo. Cuando llegó al final me aparté permitiendo que manchara mi rostro. Él de inmediato colocó bien sus gafas para verme y pude notar el deseo electrocutar su cerebro.

—¿Decías?—dije mirándolo a los ojos.


—Te amo.

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Lestat de Lioncourt