Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 14 de agosto de 2015

Danzando en la eternidad

Ashlar y yo no nos conocimos. Bueno, yo lo conocí pero de cuerpo presente. Recuerdo las lágrimas de Mona frente al cuerpo de su hija y del hombre que se la llevó, aquel gigante tan similar y distinto a Lasher que condenó a los Mayfair.

Lestat de Lioncourt


Recuerdo nuestro primer abrazo como si fuese hoy mismo. Tan salvaje, como un animal en plena naturaleza, esperando alcanzar la plenitud de un valle nuevo. Conquisté tus tiernos labios demasiado pronto y te arranqué del mundo guardándote entre mis brazos. Desnudé mi alma junto a la tuya, bañé de caricias cada recoveco de tu cuerpo y tú cediste tan rápido a mis deseos que la locura nos convirtió en dos monstruos hambrientos. Teníamos hambre de amor y sed de lujuria. Tu cuerpo me alimentó como yo alimenté el tuyo.

No olvido la primera vez que besé tus rosados pezones, deslizando mi lengua con cuidado y deseo, mientras apretaba con fuerza mis labios. Tus piernas cedieron rápidamente, abriéndose húmedas bajo los pliegues de la falda de aquel vestido primaveral. Mis manos, suaves y grandes, se deslizaron por tus rodillas hasta tus muslos, de tus muslos a tus ingles y de éstas a la cálida vagina que tanto codiciaba. Mi dedo índice estimulaba tu clítoris mientras tú temblabas. Inexperta, pero conocedora de miles de pecados, decidiste gemir buscando mi sexo.

Bajé mi cremallera y te ofrecí mi miembro, para alimentar tu boca con mi cálida leche. Gemiste, temblaste, bebiste y te convertiste así en mi amante. Pero no fue la primera vez que probaste de mi manantial, ni yo me quedé atrás. En aquellos cómodos asientos, de esa limusina tintada, te hice mía repetidamente. Te permití ser mi amazona, que cabalgaras sobre mi sexo, y despeinaras mis largos cabellos negros. Tú, salvaje pelirroja, te convertiste en un animal seductor con unos ojos enormes e insaciables.


Y allí, en aquel lugar pequeño y confortable, tuvimos a nuestro primer hijo mucho antes de llegar a las ruinas donde conmemoramos nuestro amor. Esas piedras en círculo, alzándose en silencio, nos contemplaron y bendijeron. Después el aeropuerto, los océanos, la playa, los hijos, los celos y el desastre. Ahora sólo queda silencio. Un silencio terrible mientras siento el frío que nos congela y nos mata.   

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt