Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 3 de septiembre de 2015

Reyes

Gregory me ha narrado lo siguiente y yo lo transmito.

Lestat de Lioncourt

—Recuérdame porqué te soporto.

Su voz reverberó con la belleza de sus ojos, de mirada profunda, y de sus labios, carnosos y sensuales. Llevaba un vestido de lino blanco, con algunas joyas de oro con piedras preciosas engarzadas.

Ellos creían estar a solas, pero yo estaba oculto a un lado de la entrada de acceso al trono. Vigilaba. Para mí el trono, sus conversaciones y miradas, no tenían secreto. Ellos se desnudaban cada día mientras aguardaban a los escribas, así como el resto de la corte. Faltaban pocos minutos para la primera reunión de la mañana.

Dentro, ellos dos, sentados en el trono. Observándose como quien observa un cuadro fastuoso, increíble, pero inmerecido para sus ojos. Tenían una belleza mágica y cruel. En ella veía erotismo, crueldad, necesidad, sabiduría, deseo y odio a nuestras viejas tradiciones. Había cambiado el mundo y seguía haciéndolo, sin importarle nada.

—Necesidad—respondió él.

—No, no es necesidad—susurró.

Él era un hombre delgado, pero con cierta musculatura. Su rostro era mucho más fino que el mío. Recuerdo su piel ligeramente tostada, sus labios suavemente finos y su mentón ligeramente filoso. Tenía un rostro hermoso. Reconozco que era hermoso. Enkil tenía una belleza masculina muy distinta a la mía, pero cualquiera que lo hubiese visto aceptaría que no era un rostro vulgar.

—Entonces, si no es necesidad, ¿por qué me soportas?—preguntó.

—Podría pedir que te asesinaran, tener a otro consorte y ser feliz. Alguien que realmente me abrace en las noches y me hable de amor. No alguien como tú. Nunca me has mirado como una mujer. Tan sólo soy...

Uno de esos amantes era yo. Temía por mi seguridad. Aún era un hombre muy joven y apenas me podía considerar un buen guerrero.

—Alguien que quiero, admiro, respeto y acepto a mi lado porque ambos queremos éste trono.

Sonaba sincero, aunque no sabía si era cierto. Pero si él lo decía, de esa forma tan firme, debía ser cierto.

—¿De qué vale un trono si no somos felices?—susurró con cierta amargura.

—Poder, grandeza...

—Cierto—chistó.

—Tienes amantes, ellos te hacen feliz—le recordó sin apatía, sin burla u odio.

—Tú los matas—dijo Akasha.

—Por miedo—respondió.

—Yo no mato a Khayman—contestó herida.

Khayman, el mayordomo real, era un hombre de confianza que a todos nos provocaba temor. Enkil lo adulaba y reía ante cualquier comentario suyo. Podía verlos siempre por los pasillos. Aquella conversación me confirmó ciertas sospechas.

—Porque es complaciente contigo, amable con nuestros hijos y eso es suficiente para ti.

—Tú amas a Khayman—reprochó sintiéndose herida. Ella sí lo estaba. Deseaba ser amada por su esposo, pero no lo era.


—Pero te quiero a ti—dijo Enkil—. No te amo de forma romántica, pero acepto que nuestras conversaciones forman parte de mi día a día, de mi felicidad, de mis necesidades...  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt