Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 3 de octubre de 2015

Príncipe de los idiotas

Me merezco su rencor, pero ella se merecía ser feliz. Yo no sabría como hacer que lo fuese.

Lestat de Lioncourt


Era incomprensible. Durante algunos meses había estado escuchando rumores sobre un programa de radio que causaba sensación entre los más jóvenes, pero también entre adultos de toda índole. Había escépticos que disfrutaban de las historias de un diverso grupo de vampiros que transmitían normas, vivencias y música a través de un portal online de radio. Era un programa que poseía incluso una aplicación para móviles de última generación y otros dispositivos. Se podía acceder con total normalidad a la web desde cualquier punto del mundo, se escuchaba en varios idiomas y se podía entender sus voces, de forma nítida, como si cuchichearan en nuestro oído. También estaban los típicos creyentes que adoraban a éstas criaturas, soñaban con ser uno de ellos y rogaban por tener la suerte de toparse con uno de éstos inmortales.

Tardé varios meses en armarme de valor. Fue difícil para mí. Era duro admitir que había conocido a varios de éstas criaturas e incluso, tenía que aceptar, que Mona, esa chica desafiante a la par de inquieta, se había transformado en lo que siempre creí que era la muerte en vida. Los vampiros existían y yo lo sabía. Temía encender la radio y escucharlo a él. Ahora lo llamaban Príncipe de los Vamprios. Yo había conseguido todos sus libros y leído su historia. Hace años no lo conocía, no lo comprendía y aún así lo amaba. En esos momentos sentía que ya no era un amor platónico, tentador y ligeramente peligroso, sino algo más importante.

Escuché durante horas a un adolescente de unos doce o trece años, su voz era dulce aunque se notaba ciertos cambios que quizás la sangre, así como la vida en las sombras, le había proporcionado. Hablaba de las tragedias que habían acontecido a espaldas del mundo. Leía e-mails y cartas de los fans del programa, pero sobre todo aceptaba llamadas e información del mundo de las tinieblas. Los vampiros estaban ahí. Se podía apreciar que no era un mero truco.

Entonces, como si el destino hubiese jugado nuevamente conmigo, lo escuché a él. Era un comunicado enviado en audio. Hablaba de su hijo, del cual desconocía por completo su existencia, como su sucesor en muchos aspectos. Se vanagloriaba de la última reunión junto a sus amados compañeros. De entre esos compañeros citó a Louis. Los celos se apoderaron de mí y busqué un cigarrillo en mi bolso.

Había estado sin fumar por más de dos meses, pero ahí estaba buscando el último que había dejado en mi pitillera. Era como el recuerdo de no fumar. Estúpida de mí. Llené mis pulmones de humo y recosté mi espalda en el sillón giratorio de mi despacho. El café humeante no me calmaba, sino que me incitaba a chillar. No lo hice. Igual que no estampé la taza contra el suelo, algo que habría hecho liberar cierta tensión que sentía como una culebra corriendo por mis venas.

En ese momento Michael entró en mi despacho. La puerta estaba abierta y él decidió entrar sin llamar. No esperaba importunarme ni encontrarme en ese estado. Me miró con sus enormes, hermosos y amables ojos azules y se sentó en una de las sillas que había frente a mi escritorio. No dijo nada.

Me quité los auriculares y apagué el cigarrillo hundiéndolo en la taza de café. Después me acomodé el cabello, pues empecé a llevarlo largo poco después de sentirme abandonada por Lestat, y le miré intentando parecer serena. Él lo supo. No tuve nada que decir.

Allí sentado, con la calma y la paciencia que te dan los años, pude observar que tenía aún más canas en sus patillas. Su barba estaba salpicada por algunos pelillos blancos. Sus ojos azules eran muy llamativos. Tenía la piel algo más oscura debido a todo un verano trabajando en diversas obras, codo con codo con sus empleados, mientras que yo asistía a diversas reuniones de neurociencia en varios Estados del país. Era un hombre atractivo, al cual amaba, y aún así sentía celos por un dichoso vampiro que no tuvo la educación de decirme adiós sin rodeos, de forma directa y atenta.


Me sentí estúpida. Tenía todo. Poseía éxito, poderes, una hija nacida en un vientre de alquiler y un hombre maravilloso que deseaba estrecharme entre sus fuertes brazos, sin importarle nada, y no era capaz de calmar mis celos. Rompí a llorar y él se levantó, me abrazó y besó en el cuello rodeándome allí mismo, sentada en mi sillón ejecutivo, mientras dejaba que la ira se fuera con cada lágrima.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt