Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 13 de octubre de 2015

Volver

¿Va a volver? Ha dicho puerta... Quiere volver.

Lestat de Lioncourt


—Nos hemos convertido en adictos a las mentiras. Vivimos en un mundo basado en mentiras que creemos absolutas verdades. Palpamos la codicia y creemos que todo merece la pena. Sufrimos la soledad, el desconcierto de una vida vacía, y alimentamos nuestro sufrimiento llenando el hueco de nuestro pecho, de nuestros brazos y hogar, con productos que no necesitamos, información que olvidaremos pronto y alimentos innecesarios. Permitimos que nos envenenen el agua, los alimentos, el aire e incluso los medicamentos. Asumimos que estamos protegidos porque hay esclavos de la patria desplegados por el mundo, tenemos fronteras con serpentinas que atraviesan nuestra piel y aplaudimos la mentira de guerras por dinero, recursos y territorio. El ego de nuestros dirigentes es una sombra alargada, casi tanto como su ineficacia y sus ansias de poder. Permitimos que nos roben el alma, el dinero de nuestros bolsillos y los sueños—metió sus manos en sus impecables bolsillos, mientras yo seguía sentado tras la mesa de mi despacho—. En eso nos hemos convertido—. Entonces giró suavemente su rostro, iluminando parcialmente éste con la luz tenue del escritorio, para luego sonreír amargamente—. Somos monstruos perfectos, armas de destrucción masiva, y aún así jugamos nuestras mejores cartas para conseguir nuestras mayores ambiciones. Os eduqué bien a todos, os inyecté el deseo de introducir cambios y ser miembros destacados de éste mundo. No quiero que seáis vasallos, como yo lo fui de un monstruo sin piel ni huesos, porque deseo que al menos, si vais a destruir el mundo, quiero que seáis vosotros quien pulse el botón.

Mi corazón palpitó rápido y fuerte. Me sentí intranquilo. Recordé los héroes de la patria, aquellos que tenían rostro común y manos callosas, que vivían aislados de las grandes medallas. No eran los grandes economistas, ni los ingeniosos políticos de discurso preestablecido y ni mucho menos los elegantes banqueros en sus deportivos. Tampoco eran los héroes de las grandes hazañas deportivas. Recordé la miseria de muchos de ellos, del silencio a sus espaldas y de las noches intranquilas. Vino a mí la viva imagen de mi padre, con sus heridas de guerra y sus viejos recuerdos calentados al fuego de los numerosos incendios que aplacó. Cerré los ojos echándome hacia atrás, pensando en la realidad que nos envolvía y asfixiaba. Él tenía razón. Lo importante no eran los hechos conmemorables, sino la verdad que ocurría en las aceras y que ignorábamos. En realidad, ignoramos todo.

Hemos dejado atrás todo lo que amamos, los sueños de infancia y el deseo ansioso de verdad. Bebemos las mentiras de los periódicos con una sed terrible, pues queremos creer lo que nos cuentan. No miramos más allá. Ya no se piensa, no se siente, no se busca y fingimos que nos preocupamos de otros porque eso nos hace buenos ante los demás. Sin embargo, la realidad es triste y decadente.

Él había vivido una época distinta donde trabajar con las manos te hacía honrado, pero más aún si lograbas amasar gran cantidad de bienes gracias a tu astucia, trabajo duro y noches en vela. No era sólo un hombre de taberna, putas y puros. Ni siquiera era un hombre que dejara que las cartas, los dados y las apuestas de carreras de caballos fuese su oficio. Él durante muchos años luchó por dejar un mundo mejor, un legado más grande e inmenso, pero estaba viendo despilfarro y estupidez. El mismo despilfarro, estupidez y limitaciones de otros que no llevaban su sangre. Siempre quiso ser un ejemplo, aunque no fuese el mejor, porque ansiaba salvarnos y mantenernos a flote. Éste era su jardín, su paraíso, y estaba lleno de vagos que vivían a base de los beneficios que él impulsó, pero que no dejaban legado alguno para el futuro. El apellido Mayfair pronto quedaría sepultado en polvo, ruinas y unas acciones que poco o nada valdrían en un futuro.

—¿Y qué harás?—pregunté—. Al menos, si te sirve de consuelo, Rowan está logrando grandes avances en el tratamiento de pacientes con daños cerebrales, así como reproducción asistida. Pronto tendremos un hijo, aislando el gen Taltos, y podremos empezar de cero. Posiblemente sea una niña—expliqué mirándolo una vez más. Parecía real, de carne y hueso, y así lo sentía. No importaba que fuese un espectro.


—Ya lo verás... quizás hay una puerta abierta para mí—sonrió desvaneciéndose y dejándome con la duda.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt