Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 10 de noviembre de 2015

Distintas formas de luchar

Gregory es casi tan viejo como el mundo. Desde los inicios de Egipto está con nosotros, convirtiéndose en una biblioteca viviente.

Lestat de Lioncourt


En un segundo la vida puede cambiar. En lo que malgastamos con un pestañeo alguien puede morir, nacer, lograr un increíble triunfo que no aparezca en los medios, un político puede caer en desgracia, una empresa quebrar o un científico encontrar la cura para una terrible enfermedad que se haya convertido en pandemia. Un segundo es la espada que corta el tiempo, la verdad, la mentira, los sentimientos más profundos del ser humano, la sociedad y cada trozo de lo que somos. Es la medida de tiempo con la cual los enamorados cuentan la distancia de sus corazones, cuerpos y almas.

Todo cambió para mí hace miles de años. Han transcurrido billones de segundos. He visto imperios caer, levantarse y olvidarse. Conozco el secreto de la vida, pero a la vez desconozco en plenitud su significado. Reconozco bien el llanto de un niño recién nacido, de un enfermo y de la maldad. Comprendo la importancia que poseen todos y cada uno en éste mundo, incluso aquellos que no merecen nada.

Hace siglos me planteé qué hacer con mi vida. Tenía siglos por delante, un mapa increíble en blanco. Decidí viajar, conocer y experimentar; pero de todo uno se cansa. Opté por encontrar un lugar cómodo donde descansar, echar raíces y crear una máscara única que me diese la posibilidad de ser feliz. Quería hacer algo más que vivir. Muchos sólo viven, pero respirar no es lo único que pueden hacer. Tomé absurdas decisiones, con terribles consecuencias, hasta que comprendí que había un negocio que podía reportarme beneficios y paz espiritual.

Conozco bien el mundo de los negocios porque ha sido parte de mí, como un pedazo de mi cuerpo, ya que he sido siempre un hombre inquieto. Sí, me considero un hombre y no un monstruo. Aún poseo sentimientos y virtudes que tienen como capacidad muchos mortales. La salud siempre ha estado en riesgo. El ser humano ha jugado con ella en guerras homenajeando a Dios, sea cual sea el nombre que le dieran en esos momentos y con sus diversas lenguas. Recuerdo a los nazis utilizando a gente joven, sana y fuerte para sus violentos virus y terribles consecuencias. Todavía oigo la radio hablando de los crímenes de guerra de numerosos lugares del mundo, pues aún hoy se cometen actos así de bárbaros. El ser humano ha aprendido a luchar con virus, creando nuevas armas, para matar a otros. Por eso creé una empresa farmacológica para generar curas eficientes, a bajo costo y de rápida distribución. Aún así los grandes gobiernos son reacios y todavía, aún hoy, tengo patentes que no me permiten sacar a la luz.


Decidí ser el salvador del mundo, creando una nueva guerra, sin necesidad de derramamiento de sangre y mentiras terribles. Yo soy Gregory, el vampiro que fue amante de la Reina Akasha, fiel y leal servidor de su ejército de inmortales, general de un batallón de almas sedientas de muerte y empresario arrepentido por una lucha llena de mentiras, falsos ídolos y lágrimas.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt