Lestat de Lioncourt
En un segundo la vida puede cambiar. En
lo que malgastamos con un pestañeo alguien puede morir, nacer,
lograr un increíble triunfo que no aparezca en los medios, un
político puede caer en desgracia, una empresa quebrar o un
científico encontrar la cura para una terrible enfermedad que se
haya convertido en pandemia. Un segundo es la espada que corta el
tiempo, la verdad, la mentira, los sentimientos más profundos del
ser humano, la sociedad y cada trozo de lo que somos. Es la medida de
tiempo con la cual los enamorados cuentan la distancia de sus
corazones, cuerpos y almas.
Todo cambió para mí hace miles de
años. Han transcurrido billones de segundos. He visto imperios caer,
levantarse y olvidarse. Conozco el secreto de la vida, pero a la vez
desconozco en plenitud su significado. Reconozco bien el llanto de un
niño recién nacido, de un enfermo y de la maldad. Comprendo la
importancia que poseen todos y cada uno en éste mundo, incluso
aquellos que no merecen nada.
Hace siglos me planteé qué hacer con
mi vida. Tenía siglos por delante, un mapa increíble en blanco.
Decidí viajar, conocer y experimentar; pero de todo uno se cansa.
Opté por encontrar un lugar cómodo donde descansar, echar raíces y
crear una máscara única que me diese la posibilidad de ser feliz.
Quería hacer algo más que vivir. Muchos sólo viven, pero respirar
no es lo único que pueden hacer. Tomé absurdas decisiones, con
terribles consecuencias, hasta que comprendí que había un negocio
que podía reportarme beneficios y paz espiritual.
Conozco bien el mundo de los negocios
porque ha sido parte de mí, como un pedazo de mi cuerpo, ya que he
sido siempre un hombre inquieto. Sí, me considero un hombre y no un
monstruo. Aún poseo sentimientos y virtudes que tienen como
capacidad muchos mortales. La salud siempre ha estado en riesgo. El
ser humano ha jugado con ella en guerras homenajeando a Dios, sea
cual sea el nombre que le dieran en esos momentos y con sus diversas
lenguas. Recuerdo a los nazis utilizando a gente joven, sana y fuerte
para sus violentos virus y terribles consecuencias. Todavía oigo la
radio hablando de los crímenes de guerra de numerosos lugares del
mundo, pues aún hoy se cometen actos así de bárbaros. El ser
humano ha aprendido a luchar con virus, creando nuevas armas, para
matar a otros. Por eso creé una empresa farmacológica para generar
curas eficientes, a bajo costo y de rápida distribución. Aún así
los grandes gobiernos son reacios y todavía, aún hoy, tengo
patentes que no me permiten sacar a la luz.
Decidí ser el salvador del mundo,
creando una nueva guerra, sin necesidad de derramamiento de sangre y
mentiras terribles. Yo soy Gregory, el vampiro que fue amante de la
Reina Akasha, fiel y leal servidor de su ejército de inmortales,
general de un batallón de almas sedientas de muerte y empresario
arrepentido por una lucha llena de mentiras, falsos ídolos y
lágrimas.
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