Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 6 de noviembre de 2015

Dos mundos

Ashlar dejó ésto en el cuerpo de su mujer, minutos antes de morir.

Lestat de Lioncourt


Con un simple gesto, un beso, me enamoré de ti y te hice tantas promesas como las estrellas del firmamento. Me dejé llevar por tu erótico perfume de mujer. Puede que haya tenido otras mujeres entre mis brazos, sólo tú eres la que decidí tener para llegar al fin de mis días. Las olas de la playa acariciaron nuestros cuerpos y la arena cubrió la desnudez. Nos calentamos en un mundo frío, inhóspito y culpable de tantas plagas. Eras tan inocente, bella y salvaje como un animal en mitad de la naturaleza, imposible de retenerte demasiado tiempo y de contentar tu alma libre con cualquier palabra vacía. En mi corazón había un vacío terrible, pues la soledad me estaba matando cada esperanza y tú lograste reanimarlas con tus dulces ojos verdes.

Mi seriedad, palabras tajantes y la forma estricta de llevar algunos hábitos de mi vida te destruían. Me mirabas cansada y harta de tantas miserias, secretos y silencios. Pedías respuestas a tus celos y yo sólo sabía besar tu frente, pegarte contra mi pecho e intentaba con todas mis fuerzas ofrecerte el consuelo que ni siquiera yo podía tener. Había amado a otras, era cierto, pero decidí quedarme contigo. Me encendía con tu rabia y te convertías en fuego junto a mí. No puedo olvidar tus besos apasionados bajo la llovizna. Eras salvaje tempestad, y yo tormenta eléctrica. Pero no queda nada. Permitimos que nos asesinaran por salvar lo mejor de ambos mundos, de tu pasión y mi sinceridad, que eran nuestros hijos.

Miles de sueños se enterraron en aquella arena, como si fueran huevos de tortuga que esperan el momento adecuado para ofrecer una oportunidad al mundo. Las olas acariciaron nuestros cuerpos hasta convertirse en golpes, tan terribles como la realidad que terminó arrebatándonos las noches, amaneceres y mañanas cálidas. En la playa aún pueden escucharse el eco de las conchas, pero no de nuestras voces. Es como si jamás hubiésemos estado allí. Nos hemos convertido en polvo de estrellas, esas mismas que podía contar sobre tu piel y que se convirtieron en metáfora absoluta de mis estúpidas esperanzas.

Ahora quiero llorar junto a ti, abrazarte para que no sufras la soledad de éste frío invierno que nos destroza. Ésta es la última carta. Te ves tan débil, ya casi te apagas, y yo estoy empezando a dejar de notar mis dedos. Dejaré éste papel entre los bolsillos de tu falda, acariciaré tus cabellos una vez más y te convertirás en mi muñeca mágica, en esa que podía sonreírme cuando hablaba de esperanza. Tú, mi niña dormida, te llevas un pedazo terrible de mi corazón y mi alma.


Siempre me recordarás a mi tierra natal, a la vida que una vez quise volver a tener, y a la que nunca quise rechazar. Te secuestré porque no podía fingir mis deseos de vivir junto a ti, de tenerte en mi cama y en mi corazón. Tus ojos siempre serán la esperanza que nuestros hijos llevarán en sus apasionadas venas de soñadores, inventores de historias y amantes de la verdad. Amor mío, lo hicimos bien. Creo que lo hicimos bien.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt