Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 1 de noviembre de 2015

Los Mayfair os necesitan... Talamasca está alerta... La Tribu también. 













Desde hacía días la casa estaba abandonada. La familia Mayfair al completo habían pedido que se reformara nuevamente todas las habitaciones, para que pudieran limpiarse, repararse y adecentarse para la venida de un nuevo miembro en la familia. Mayfair and Mayfair habían dado el visto bueno al nuevo proyecto vital de Rowan Mayfair. Ellos necesitaban una heredera y ella quería ofrecerle una hija a Michael, el cual se había mantenido a su lado pese a sus grandes deseos de ser padre. Gracias a labores de investigación, embarazo asistido y diversos protocolos para elegir la madre apropiada, así como para modificar el óvulo con la genética de la bruja científica, la poderosa y prestigiosa Doctora Rowan Mayfair, habían logrado engendrar a un descendiente. La vivienda, por lo tanto, iba a ser reformada en una de las viejas habitaciones, la cual quedó cerrada a cal y canto tras el despropósito de Lasher.

La habitación de la segunda planta, junto a la habitación principal de ambos progenitores, iba a ser para un recién nacido que acabó poseyendo una genética y unos poderes imposibles de controlar, así como unas ansias de venganza y destrucción demasiado evidentes. Aunque Lasher se redimió jamás fue aceptado por la familia y acabó asesinado a manos de su propio padre, bajo el símbolo de un martillo y las heridas evidentes de una lucha feroz por la supervivencia.

Pocos ajenos a la familia sabían la historia. Era algo que únicamente los familiares más directos conocían con cada detalle, incluyendo en el lugar que ocupaba el cuerpo del primogénito de Rowan, y por ello habían pedido discreción a la hora de llevar acabo las reformas. Michael había contratado a sus propios hombres, los de su empresa de reformas y construcción, llevando un proyecto único y especial que le hiciese olvidar los malos momentos vividos en aquella mansión que parecía llena de vida, pero no únicamente por aquellos que aún les latía el pulso.

Ya no era el hombre joven que fue en la primera reforma, con la cual se comprometió ante una mansión en ruinas carcomida por la humedad y el paso del tiempo, sino alguien que se aproximaba a los años dorados de cualquier hombre. Por ello, y porque quería evitar malos presagios y recuerdos, decidió vigilar cada paso del mismo desde la lejanía y frialdad de un portátil. Las videoconferencias se hacían habitualmente a media tarde, justo en la hora del descanso de la mayoría de su equipo. Sólo tenían que mejorar ciertas grietas que se estaban realizando tras las pasadas lluvias, mejorar el suelo de la cocina y reconstruir la habitación.

Cuando los obreros abrieron el cuarto del bebé, así como su armario de laca blanca y adorables diseños infantiles, se hallaron con cuantiosa ropa que todavía poseía etiqueta. La cuna estaba intacta, aunque cubierta de polvo. Los juguetes parecían contar una historia que nunca tuvo final feliz. Muchos de ellos se sintieron intimidados por varios peluches que parecían dormir en una de las repisas. Los sonajeros estaban allí, cubiertos de polvo y recuerdos, como si todavía esperaran ser alzados por una graciosa mano infantil. En ese momento, como si el mundo quisiera acabar en ese instante, unas nubes negras cubrieron gran parte de la avenida. Éstas parecían correr en todas direcciones, arremolinándose entorno a la localización de la vivienda, para descargar su furia incontrolada.

Los árboles del jardín parecían moverse con furia, los cristales de la planta inferior, cercanos al corredor que daba al comedor, estallaron y un gemido terrible, como si alguien gritara desde las entrañas de la tierra, surgió junto a un trueno que inició una tormenta perfecta. Tan sólo a unas casas el cielo estaba únicamente nublado y al final de la avenida, la popular First Street, lucía un sol magnífico de un otoño ligeramente fresco.

Michael fue testigo de lo ocurrido. Sus hombres bromeaban sobre los espíritus que contenían los juguetes. Él no lo hizo y tan sólo pidió que empaquetaran rápidamente cada objeto para la beneficencia, pues había adquirido nuevos juguetes para su futura hija. Rowan no estaba presente en aquella llamada, ella se encontraba en el hospital junto a la futura madre de su hija.

Pierce llamó horas más tarde a Michael. Hablaron durante más de una hora sobre temas ligeramente relevantes, pero ninguno habló del suceso de la extraña tormenta que incluso había salido en las noticias locales de primera hora de la noche. Ambos hicieron un silencio absoluto sobre el tema, pues los dos conocían la historia de Lasher y su forma de mostrar tristeza y desacuerdo. No fue así con otro viejo amigo. Yuri Stefano telefoneó poco después a Michael, justo cuando Rowan estaba a punto de llegar del hospital.

—¿Tienes cinco minutos para un viejo amigo?—preguntó desde el otro lado de la línea telefónica—. ¿O ya te es imposible reconocer mi voz?—dijo tras una ligera risa llena de significado y matices.

—Llamas por ese espíritu. No tengo miedo y mi mujer tampoco lo tendrá—respondió—. Pude con él una vez y podré de nuevo.

—¿La niña ya ha nacido?—aquella pregunta dejó helado a Michael.

—¿Cómo sabes que vamos a tener una niña?—dijo rápidamente incorporándose de la mesa, para caminar por toda la habitación del hotel.

Estaba en una de las habitaciones del hospital Mayfair. Eran habitaciones para familiares de enfermos que debían viajar hasta la ciudad, no encontraban hotel y decidían estar cerca por cualquier motivo sentimental o práctico. La habitación no parecía la de un hospital, pues ni siquiera olía a antiséptico. Las paredes poseían un papel pintado agradable en color crema, cuadros de relevantes pintores de la ciudad que se basaban en las festividades más notables, un escritorio cómodo y útil de madera noble, una cama amplia con ropa de cama agradable al tacto y diversos enseres necesarios para pasar más de unos meses allí. Poseía incluso una pequeña cocina, con nevera y horno, así como un cuarto de baño con un pequeño mueble para guardar el neceser y algunas prendas. Era como un pequeño apartamento y lo conocía muy bien. Sus pies se movían sobre la moqueta sin necesidad de zapatos. Estaba descalzo, sintiendo el tacto de aquel suelo agradable, mientras escuchaba aquella voz recordándole que Talamasca siempre sabía todo.

—Las noticias vuelan, ¿no sabes lo ocurrido con La Orden en éstos años?—su voz parecía dulce, pero a la vez tan madura que le costaba reconocer al muchacho que conoció hacía casi dos décadas.

—No, ni me importa demasiado. Últimamente me he centrado demasiado en mi familia, mis proyectos empresariales y en cuidar mi propia alma. Sé que iré al infierno por todo lo que he hecho, pero por ahora quiero salvarla de algún modo—explicó tomando asiento en los pies de la cama y, por supuesto, arrugando ligeramente las mantas color marengo.

—Iré al grano—dijo—. Los Ancianos eran un espíritu, un fantasma y un vampiro milenario casi tan antiguo como el Antiguo Egipto—añadió sin preámbulos—. Los espíritus nos rodean y nos cuentan cosas, Michael. Esa niña ya perteneció a la familia y puede que Lasher esté vivo de algún modo, si es que se puede llamar vida a ser un fantasma—explicó.

—¿Perteneció a la familia?—dijo apretando el auricular—. ¿Eso es posible?

—¿Has tenido un Taltos?—respondió con cierto sarcasmo.

En ese momento tocaron a su puerta, pero no esperaron a que él abriera. Era Rowan y estaba agitada. Cuando vio la expresión de su mirada lo supo. La niña estaba en camino. El embarazo estaba a punto de terminar. La niña nacía.

—¿Michael?—se escuchó tras el otro lado, pero él no contestó.

Michael había arrojado el teléfono sobre la cama, para lanzarse al pasillo camino a la sala de partos. Allí el milagro de la vida estaba llevándose a cabo.

Al otro extremo de la calle, en una esquina, observaba el hospital un viejo conocido de New Orleans. Era un hombre atractivo, de cabellos oscuros, y ojos ámbar. Allí situado, con su gabardina gris y su aire misterioso, como inglés, se percataba de los cambios hechos en el mundo. Había un joven delgado, con el flequillo rubio revuelto sobre su frente, y unos ojos violáceos que miraban con desasosiego el impresionante edificio Mayfair. Ellos ya sabían lo que estaba ocurriendo sin necesidad de involucrarse con el resto, pues sus finos oídos vampíricos habían escuchado claramente lo que ocurría, incluso los llantos fuertes de aquel bebé de indefensa apariencia.

—Ya poseen su “Jardín Sagrado”... y al parecer el guardián lo sabe—musitó.

—David, ¿te refieres a que Lasher ya sabía que iba a nacer hoy?—preguntó con las manos en los bolsillos de su amplia sudadera roja.

—Sí, y la lluvia no significa siempre tristeza, pues no siempre se llora cuando se siente dolor.



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Lestat de Lioncourt