Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 8 de febrero de 2016

Archivo Talamasca: Cuentos marinos

Este Archivo de Talamasca está dedicado a un tritón que ha decidido cantar para nosotros... Un tritón que ha inspirado el vivo recuerdo de este momento.



Lestat de Lioncourt





Permití que empaquetara conmigo algunos documentos importantes. Desde que todo salió a la luz, como si un faro al fin enfocara el rumbo de la Organización de Talamasca, comenzaron los acuerdos entre investigadores, vampiros y otros seres que iniciaron trámite de escribir su historia, fuese cual fuese, inscribiéndola en los numerosos archivos. La informatización había sido todo un éxito desde hacía varias décadas. Durante años muchos investigadores jóvenes se dedicaron a recuperar vieja documentación, carpetas que estaban perdidas en los cajones del olvido, e incluirlas en casos abiertos, cerrados o dudosos. Daniel no pertenecía a la Orden, pero en realidad yo tampoco era partícipe. Aún así ambos estábamos en mi viejo despacho, tomando mis apuntes olvidados e inútiles.

Allí había documentación referente a casos que ya se habían solucionado, algunos con un final bastante mediocre y para nada paranormal. También existían joyas que habían sido pasados por alto, pues no pertenecían ni a fantasmas, ni a Taltos y ni mucho menos a vampiros. Eran monstruos de leyendas que poco o nada se creían como reales. Sin embargo, ahí estaban sobre mi mesa.

Un viejo miembro de la orden, que era sin duda bastante joven cuando desaparecí, nos observaba desde el marco de la impresionante puerta de entrada al despacho. Sus cabellos eran canos, su rostro parecía cansado y sus manos temblaban ligeramente por el parkinson. Sin embargo, en sus ojos veía interés y fascinación hacia nosotros, criaturas oscuras y terribles.

Recordaba bien la primera vez que lo vi. Se personó en mi despacho con una sonrisa radiante, el cabello negro revuelto y unos ojos azules muy intensos. Decía que se llamaba Jack, sólo Jack. No le gustaba cargar con un apellido de un padre que no le aceptaba, pues no era el típico niño modélico y no sería el joven neurocirujano que tanto ambicionaba su familia. Él quería poner al servicio de Talamasca todos sus poderes metales. Admiré su confianza y empatía, así como su valor y paciencia.

—¿Sirenas?—dijo el joven Molloy. Prácticamente se carcajeó al leer el título, con mi estilizada caligrafía, provocando que me girara rápidamente hacia él y se lo arrebatara—. ¿Crees en sirenas?

—¿Cómo puedes no creer en sirenas cuando sabes que existen fantasmas, espíritus más antiguos que este maldito mundo, Taltos y vampiros? Inclusive tú eres un vampiro—respondí mirándolo a los ojos.

—Un vampiro muy incrédulo—murmuró el anciano.

—No lo soy. Las sirenas son de cuentos de hadas...—susurró francamente sorprendido porque ambos creyéramos en esos cuentos de marineros.

Sin embargo, algo en él surgió como una llamarada que lo terminó quemando. Abrió la carpeta y se sentó en una de las simples, y algo incómodas, sillas de mi viejo despacho. Sus ojos violáceos se hundieron en las líneas como si fuese un mar revuelto y comenzó a leer.

La historia era simple. Era algo común y vulgar. Sin embargo, era real. Los datos podía buscarlos en las hemerotecas de cualquier biblioteca de Escocia. Al menos, la primera de todas; pues solíamos colocar las noticias desde la más reciente a la más antigua.

Corría el invierno del año 1973. Era un enero frío, lluvioso y desapacible. Sin embargo, una mañana el tiempo pareció amainar y permitir la pesca en la costa. Un marinero de Thurso salió con su bote para poder conseguir algunos peces, aunque fuese para la, simple y mediocre, cena tras semanas sin poder llevar nada a la mesa. El cielo estaba despejado, no se avecinaba tormenta, y los días siguientes permanecieron igualmente tranquilos. Sin embargo, el bote no regresó. Sólo algunos tablones pudieron hallarse una semana después en la costa contigua, la costa de Kirwall.

Durante semanas se pensó que había podido haber un hundimiento del bote por causas desconocidas, no naturales, pero no se esperaba que casi un mes después el mar escupiera su cadáver en avanzado estado de descomposición, casi sin ropa y con gran parte de los intestinos, miembros y rostro mordidos por una criatura marina. Se encontraron en la misma playa donde solía pasear con su esposa y su hijo pequeño.

La autopsia que se realizó al marinero, para saber qué clase de animal había sido, reveló algo escalofriante. Los dientes eran muy similares a los de cualquier humano. No eran de un pez, ni de otra criatura que pudiese encontrarse en los fondos marinos. Aquello provocó que cundiera el pánico y las televisiones locales, así como muchos periódicos, se personaron en la playa, así como en la vivienda del marinero, para informarse de cómo era la historia.

Algunos medios, no todos, se hicieron eco de historias similares que venían ocurriendo en toda Escocia desde hacía más de cinco siglos. También había algunas de otras partes de Reino Unido, Noruega, Suecia, Finlandia, Francia o Irlanda. Cientos de cuerpos, con miles de historias similares o dispares, habían sido escupidos en las diversas costas con dentelladas similares. Por supuesto, también había ocurrido en el Mediterráneo y no sólo en el océano Atlántico. Poco a poco se desvelaron historias en todo el mundo. El pánico cundió. Sin embargo, cientos de voces, sobre todo políticas, llamaron a la calma y empezaron a pagar a periodistas para que olvidaran la noticia. Y así sucedió. La noticia cayó en el olvido.

No obstante, si preguntaban a los marineros, los más ancianos, podrían decirte con una sonrisa amarga en los labios, y con los ojos llenos de horror, que podían ser las hermosas criaturas del mar. Esas hermosas criaturas que endulzan tu oído con su voz, de indistinto sexo y de gran belleza, que llamamos sirenas o tritones.


Daniel cuando acabó de leer me miró sorprendido, cerró la carpeta y la colocó junto a las demás. Estaba seguro que su corazón empezaría agitarse aún más cuando caminara cerca de una playa, al observar una puesta de sol en las numerosas películas que todavía decide ir a ver, o cuando decide salir a navegar con alguna de las embarcaciones que posee Armand. Sí, ya no sería igual. Algo en él había cambiado. Las sirenas podían existir, era un hecho. Los Cuentos de Hadas, la mitología más clásica, puede ser real pues los océanos y mares son a día de hoy todo un misterio.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt