Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 2 de febrero de 2016

Lucifer

Había vivido una vida de pulcro puritano. Era el típico beato que se arrodillaba frente al altar y miraba directamente, con devoción sincera, hablándole en voz baja como si fuese un íntimo amigo. Su cuerpo delgado, de clavículas marcadas, era también de una estatura baja ofreciéndole un aspecto similar al de un querubín. Delicado y postrado ante aquellas imágenes religiosas, consagradas a un atajo de ladrones que vendían paz a almas corruptas y limpiaban remordimientos bajo el símbolo de la limosna, la ostia consagrada y el vino barato de mesa.

Pero esa vida quedó destruida, consumida como la llama de un cirio, transformando su vida en un calvario de sensaciones demasiado placenteras. Bajo ese aspecto de ángel se guarecía un diablo que deseaba saborear el pecado, paladeándolo hasta alcanzar el delirio en pleno éxtasis, dejándose bañar en mitad de una bacanal de sensaciones.

Había sido observado desde las alturas, señalado como corrupto, pues los demonios se reconocen entre ellos. La llegada de un nuevo párroco, de aspecto de divinidad pagana, hizo que en él comenzaran a susurrarle las llamas del pecado, invitándolo a un paraíso de corrupción. Estaba abocado al fracaso.

Aquel joven sacerdote lo acogió en su casa, abriéndole la puerta, para ofrecerle consuelo. Esa conversación taciturna, en voz baja, provocó que el párroco palpara su dulce rostro con sus inmaculados dedos. El mismo que acabó desnudando su cuerpo destruyendo sus ropas, provocando que saltaran los frágiles botones de nácar de su camisa, jalara de sus pantalones y rompiera con saña sus prendas más íntimas.

Su cuerpo quedó marcado por la lascivia mientras sus labios se abrían entre oraciones a los infiernos. Los azotes sobre su espalda, crujiendo como auténticos truenos enviados por Dios, hacían que se retorciera como la serpiente que reptó por el manzano hasta hacer caer la manzana. La lujuria hizo que cayera piedra a piedra su iglesia, arrebatándolo del camino recto, mientras permitía que las palabras sucias se mezclaran con penetraciones fuertes y tortuosas. Sus manos buscaban sostenerse en la sotana de quien le enviaba a Lucifer, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de placer. Su cuerpo, perlado por sudor y sangre, ya no era el de un ángel sino el de un hombre terrenal que padecía por placeres carnales.


Así es de fina la línea entre el éxtasis religioso el lívido desenfrenado.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt