Admito que David y Aaron hacen un buen equipo, pero yo también lo hago con David.
Lestat de Lioncourt
—Te veo muy interesado en esos
documentos—dije con las manos en los bolsillos apoyado en uno de
los muros de carga del edificio.
Habíamos salido a despejarnos. Los
novicios teníamos demasiadas ocupaciones en aquellas épocas. La
orden era un hervidero de almas que iban y venían investigando
determinados sucesos, mezclándose con la población de Gran Bretaña
y convencidos absolutamente de todo lo que redactaban en sus pequeños
despachos, la biblioteca o pasillos. No todos permanecían entre los
grandes muros de este edificio.
—Hace aproximadamente dos semanas los
encontré abandonados en la bodega—respondió con aquella carpeta
marrón entre sus manos. Estaba husmeando desde hacía más de media
hora las hojas amarillas que contenía.
—¿Fue el día que nos enviaron a
ordenar las cajas abandonadas cerca de los archivos
principales?—pregunté sacando mi pitillera para encendiendo un
cigarrillo.
—Exactamente—dijo emocionado.
—Tardaste demasiado en regresar y
pensé que me habías dejado abandonado con todo el trabajo por
hacer—sonreí dejando que el humo saliera de mi nariz.
—Encontré una historia interesante
abandonada hace décadas—dijo.
—¿De qué trata?—pregunté
ligeramente interesado.
Aaron jamás me dejaba y era como mi
sombra. Desde que nos conocimos nos convertimos en una y carne.
Éramos amigos pero parecíamos hermanos. Sentía un gran amor por
aquel muchacho de cabellos rubios absolutamente revueltos y de ojos
iluminados siempre con una bondad casi mágica. Protegía a mi
compañero de lo tangible y lo intangible. Alguna vez vi fantasmas
aproximándose a él y no taré en espantarlos. Podía verlos pero
era demasiado despistado y solía estar perdido en sus asuntos. Por
aquella época era un muchacho de lo más informal y yo un noble que
rechazaba la fortuna familiar.
—De una familia excepcional—dijo
ofreciéndome dichosa carpeta. De inmediato la tomé entre mis manos
y comencé a echarle un ojo con el cigarrillo tambaleando entre mis
labios—. Ellos hace tiempo fueron perseguidos por brujería en
algunas zonas de Europa—decía mostrando los documentos más
antiguos. Algunos tenían cien años y estaban escritos a mano. Los
originales, según ponía la hoja, habían sido extraviados—.
Varios de nuestros miembros se mezclaron con ellos y acabaron
falleciendo posiblemente a manos del espíritu que les acompaña.
—Parece peligroso—murmuré
entretanto él recogía la carpeta y la cerraba pegándola a su
pecho.
—Se llaman “Mayfair” y es una
familia matriarcal. Sólo las mujeres importan. Ellas son las que
poseen el poder, las riquezas y mayores beneficios—confesó.
—¿Y los hombres?—pregunté.
—Hasta el nacimiento de un tal Julien
ni uno de ellos poseía voz y voto. Ellos sólo se dedicaban a
algunos negocios, fiestas, engendrar hijos y visitar lugares de
dudosa reputación—su sonrisa me hizo olvidar que podía correr
peligro. A decir verdad no podía estar cuidándolo siempre.
—¿Por qué crees que fueron
abandonados allí?—pregunté quitándome el cigarrillo de la boca.
—Descuido—respondió encogiéndose
de hombros.
—¿Descuido o deseo que ningún otro
miembro muriera?—susurré con cierta intriga.
—Quiero investigarlos—aseguró con
estoicidad. Mostrar esa fortaleza ante las dificultades es lo que
provocó que nos hiciéramos amigos. Era un buen chico y con un deseo
inmenso de comprender todo lo que le rodeaba. Era normal que quisiera
investigar aquel misterio.
—Envía un informe a los Ancianos y
espera noticias—respondí.
¿Cuántas veces me había comunicado
con ellos? Muchas. Era un rebelde y me había marchado a Brasil a ser
sacerdote del Candomble. Ellos tuvieron que soportar mis correrías y
la forma desesperada de encontrar solución o comprensión a mis
poderes. Pero David Talbot se había vuelto manso en cuanto conoció
el amor. Amaba a mi amigo por encima de mí mismo. Creo, sin duda
alguna, que lo amé siempre. Pude enamorarme de muchos, desear a
cientos, pero amar sólo a uno. Aaron Lightner era mi debilidad.
—Estoy emocionado. Si aceptan que
estudie este caso, David, será el primero—dijo alborotado.
—Va a llevarte toda una vida, pero
realmente me hubiese gustado a mí encontrar estos documentos—guiñé
un ojo mientras veía un espíritu aproximarse a nosotros. Él y yo
nos cruzamos una mirada calma y decidió ir a molestar a otro.
—Tú ya ves demasiados espíritus...
¡Deja algo a los demás!—dijo ajeno a mis trapicheros con los
espíritus que rondaban incluso templos del misterio como la Sede en
la que vivíamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario