Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 5 de junio de 2016

Fantasma

Lo de Goblin es algo que no puedo comprender del todo... bueno sí. Amaba a su hermano de muchas formas, pero que Quinn no se diese cuenta que era su hermano...

Lestat de Lioncourt 


Hacía días que mi abuelo había fallecido y no podía olvidar los momentos previos a conocer la noticia. Esas manos fantasmales recorrían mi cuerpo y mi figura se doblegaba ante sus deseos. Aún podía escuchar el sonido de la ducha golpeando los azulejos, baldosas y la cerámica la bañera. Incluso sentía el vapor del agua calentando mi piel ascendiendo hacia el techo mientras el espejo se enturbiaba. Todo era un sueño vívido demasiado terrible porque la tristeza de la muerte de mi abuelo se mezclaba con la excitación extraña de esos momentos.

Desde que tengo memoria él ha estado junto a mí. Jamás ha hecho algo como aquello. Fue horrible saber que conocía con detalle mis bajos instintos. Hizo que me pegara a la pared del baño y abriese las piernas sin pudor igual que una fulana bien entrenada. El agua empapaba mis rizos provocando que se pegaran a mi rostro y nuca, mientras él me agarraba de las caderas y me hacía sentir su miembro invisible. Me hizo gemir. Logró que gimiera su dichoso nombre.

Tumbado en aquella cama completamente desnudo, sofocado por el calor y los recuerdos, noté su presencia. Siempre estaba ahí, pero a veces incluso percibía donde miraba. Sus ojos se clavaron en los míos mientras se hacía ver tomando forma. Su piel lechosa, sus ojos azules y su cabello negro era tan idéntico a mí como el resto de sus rasgos. Era como ver a un gemelo perverso buscando en su igual a un amante. Pero, ¿yo que era? Yo era la fulana de ese hermano, amante de un incesto, que necesitaba ser correspondido.

Sin pensarlo mucho abrí mis piernas invitándole en silencio. Mi mano derecha comenzó a deslizarse de mi torso hasta mi vientre y de mi vientre hasta mi pene. Agarré con fuerza mi miembro y comencé a estimularme sintiendo el extraño peso de Goblin, como así lo he llamado siempre, sobre el colchón y luego sobre mí.

Se personó vestido pero en un pestañeo estaba desnudo impulsándose fuerte entre mis piernas. Notaba como esa energía pavorosa pulsaba con fuerza mi próstata. Su lengua viscosa e invisible se hundía en mi boca y prácticamente me arrebataba el aliento. La cama se movía suavemente por cada impulso. Mis piernas se abrían cada vez más y pronto mi espalda se arqueó dejando que sólo me apoyara en el colchón por mis hombros y talones. Él me levantaba de aquellas sábanas revueltas, de ese colchón vencido y de una cama que jamás había creído que la usaría para un acto tan ruin.

Dejé de masturbarme para aferrarme a las sábanas, pero él me liberó para girarme de un solo golpe. Noté como me pegaba el rostro a la almohada y me penetraba de nuevo con una furia increíble. Parecía querer marcarme a fuego como de su propiedad. Incluso notaba sus dedos fantasmales envolviendo mi sexo con deseo. Finalmente cerré los ojos dejándome llevar como cualquier puta y grité algunos gemidos porque el placer me cegaba. Cuando llegué a la eyaculación escuché su risa jactándose de lo que había provocado mientras se desvanecía.


¿Qué era yo? ¿Un divertimento? Posiblemente. Él se divertía haciéndome experimentar aquello.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt