Espero que Oberon no regrese nunca. Me parece cruel lo que están haciendo con él.
Lestat de Lioncourt
Hacía varios meses que no venía por
aquí y su peculiar olor golpeó mi nariz. Olfateé el aire como un
gran danés sacando mis ojos de la pantalla del ordenador portátil
que tanto me entretenía. Acabé levantándome apartando mis largos
dedos del teclado y mi cuerpo de la mesa. Caminé por toda la
habitación intentando calmarme, pero al final la fiera corrió hacia
el pasillo del apartamento.
—¡Qué haces aquí! ¿Qué
deseas?—pregunté algo furioso—. Dijiste que no le permitirías
que nos tratara como animales enjaulados y mírame—dije golpeando
la puerta de grueso cristal blindado que nos separaba. Mostraba los
dientes como si fuese a saltar a su yugular—. Dime, ¿acaso tienes
miedo de enfrentarte con la verdad?—susurré con una pequeña
sonrisa descarada.
—Oberon, lamento haberte
fallado—contestó colocando sus grandes y ásperas manos contra el
cristal—. Os han trasladado algo lejos y yo todavía tengo asuntos
pendientes por mi trabajo.
—¿Sabes por qué la perra de tu
mujer nos ha traído aquí? ¿Sabes por qué cada uno está en una
planta siendo tratado como conejillos de indias? ¿Lo sabes? ¿Te
haces una idea de qué es tener que dar tu sangre cada semana, donar
esperma cada mes o simplemente tener que soportar que te miren los
dientes como si fueras un caballo de carreras?—aquellas preguntas
le hirieron. Yo no dejaba de ser un hombre joven que merecía
recorrer el mundo, país a país, para disfrutar de una vida de lujos
similar a la de mi padre.
—Vi tus planos. Tienes talento como
arquitecto—dijo desviándose del tema.
—¿Por qué no me contestas,
Michael?—mi rostro tenía una pátina de dolor similar al duelo que
había vivido hacía algunos años—. Tú envejeces viendo como yo
no. Aunque tu mujer está buscando como ser eternamente joven gracias
a mis genes—derramé una lágrimas apoyando la frente contra la
puerta acristalada y temblé—. Y veo que surte efecto.
—Ha logrado mejorar mi salud y parar
mi envejecimiento, es cierto—dijo introduciendo la clave para poder
traspasar la zona.
—¿Te haces una idea de lo duro que
es estar aquí?—pregunté—. Nos ha encerrado tras decirnos que
seríamos sus ayudantes en un nuevo centro en Nueva York... Mintió.
La puerta se abrió y yo me separé con
el rostro lleno de lágrimas, pero él acabó aferrándose a mí sin
importar parecer algo menudo y bajito. Mis enormes manos se colocaron
sobre sus hombros y después se deslizaron por su ancha espalda. Él
hundió su rostro en mi torso para luego hacerlo en mi cuello. Me
olfateaba igual que lo haría alguien del Pueblo Secreto. Su cabello
era rizado y espeso, tan grueso como sedoso, y ya tenía canas
demasiado visibles. Todavía usaba esa barba que le daba un toque muy
masculino. En comparación conmigo era todo un hombre y yo seguía
pareciendo un hombre joven, igual que el primer día, y lo sería
hasta mi muerte al igual que mi padre. Por unos instantes lo recordé
tumbado en la camilla descongelándose.
—Padre no hubiese permitido
esto—susurré ahogado—. Él nunca hubiese permitido esto.
—Vete—dijo—Vete...—repitió
apartándose de mí—. Vete ahora mismo.
—Si me voy...
—Regresa cuando lo creas conveniente.
Diré que fue un fallo en la seguridad—sonrió de aquella forma tan
bondadosa y yo me marché sin decir adiós.
Vestía una azul eléctrico a juego con
mi laca de uñas, un pantalón vaquero ajustado y unas sandalias de
cuero muy cómodas. El pelo estaba suelto, algo enmarañado, y
parecía un loco acabado de salir de un psiquiátrico. Cuando logré
alcanzar la calle tras bajar precipitadamente por las escaleras, casi
saltando cada tramo de escalón, sentí que mi corazón palpitaba
tanto como el día en el que lo vi por primera vez. Dejaba atrás a
mi abuelo, al hombre que amé de una forma grotesca y pura, para al
fin hallarme en libertad en mitad de Nueva York. Era el nuevo Tarzán
de un mundo de asfalto.
Ahora me encuentro en la India. He
viajado como tanto deseaba. Empecé sin tener siquiera unos cuantos
dólares en los bolsillos, pero he trabajado duro y he conseguido
dinero de mil formas distintas. Es curioso que sea un hombre rico y
que no pueda acceder a mis cuentas. Rowan Mayfair sigue buscándome,
pero no volveré hasta pasados unos años. Y sólo volveré porque
Michael está siendo señalado como el culpable de haber tenido
humanidad con un Taltos.
Vivo apasionadamente cada día, desde
el amanecer hasta el atardecer, y también muchas noches bailando con
gentes de miles de lugares. Comunico mis sueños y recuerdos
alrededor de las hogueras. He reído aprendiendo varios idiomas y
leyendas de diversas culturas. Pero sobre todo he conocido nuevos
poemas, canciones, costumbres y mil oportunidades. En estos momentos
entiendo a mi padre cuando él nos hacía viajar algunas semanas para
que conociéramos diversas ciudades. Él y Mich siempre están en mis
pensamientos.
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