Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 13 de agosto de 2016

De tal palo tal astilla

No sabía yo que ellos, Louis y mi madre, se pelearon en Trinity Gate... ¡Pero ahora lo sabemos! 

Lestat de Lioncourt


—Otra vez codo con codo intentando salvar el mundo—dije mirando a todos en aquel lugar.

Trinity Gates se había convertido en unas pocas horas en el ombligo del mundo. Cientos de jóvenes deambulaban por las calles, igual que zombies, buscando este lugar y otros, los más fuertes o cercanos a Lestat, nos recluíamos tras sus muros esperando que él y el receptáculo donde se hallaba Amel apareciera. Benjamín daba la voz de alarma a la mayoría: Alejaos de aquí. Fuera de la ciudad. Alejaos a los campos. Ya os avisaremos.

—Si consideras mundo a Lestat, sí—respondió ella sin siquiera dudar un mísero segundo.

—Considero mundo también al resto—indiqué clavando mis ojos en ella. Estaba allí vistiendo unas ropas que podía considerar típicamente masculina, su pelo era salvaje y sus ojos grises parecían los de una fiera. Dudé por un instante que ella hubiese sido alguna vez madre, esposa y humana—. No sólo estoy aquí por él.

—Me alegro, Louis—dijo tras una breve risotada—. Me alegro porque poseas tan noble corazón, pero siendo justos creo que sólo estás siendo un cínico—confesó colocando su mano izquierda sobre mi hombro ejerciendo cierta presión con sus lagos dedos. Su hijo se parecía demasiado a ella y eso me torturaba.

—¿Qué?—murmuré sorprendido y algo ofendido.

—Sincérate, muchacho—susurró apartando la mano mientras dejaba ambos brazos relajados. No muy lejos podía observar a Sevraine silenciosa, fuerte y dominante con sus ojos de cielo clavados en la figura de Gabrielle—. Es bueno ser honesto con uno mismo de vez en cuando—dijo lanzándome un pequeño guiño demasiado burlón.

—¿Por qué cree que sólo lo hago si fuese Lestat?—pregunté escandalizado.

—Es obvio—respondió ipso facto—. Si fuese otro quien estuviese en peligro estarías mirándolo desde lejos, igual que haces con el fuego cuando lo provocas.

—Salvé a Rose—dije apretando los puños.

Me consternaba que ella pudiese decirme algo así. Se suponía que me conocía. Estaba asombrado de lo tristemente egoísta y dócil que podía parecer ante el resto si hablábamos de Lestat, de salvarlo de algún modo o amarlo incondicionalmente. Ella estaba ahondando en la herida como un gusano hurga en una manzana hasta pudrirla. Me sentía tan culpable de haberlo arrojado al pantano, mucho más de no quedarme a su lado después de todo lo ocurrido en París o de no haberlo buscado antes. ¡Y sobre todo culpable de irme dejándolo con un cuerpo débil y humano! Eso azotaba mi alma y por supuesto en esos momentos quería estar ahí, cada maldito segundo de mi existencia, aunque pudiese morir después de esa noche.

Rose, por otro lado, me parecía una niña todavía. Al contemplarla, allí bailando en los brazos de aquella replica casi perfecta de Lestat, sentía un amor similar al que una madre tiene hacia sus hijos, un orgullo idéntico al de un padre hacia su descendencia y una confianza ciega en que ella sería formidable, saliéndose con la suya, como cualquiera posee ante las argucias de Lestat.

—Sólo porque la consideras un pedazo de Lestat—apostilló.

—Está equivocada—dije arrugando la nariz.

—Yo nunca me equivoco—dijo apartándose de mí para ir hacia Sevraine.

—¿No es un poco egocéntrico pensar así?—lancé esa acusación provocando que se desternillara de la risa mientras se giraba suavemente hacia mí. No entendía adónde estaba el chiste.

—¿Y? Yo no tengo que dar explicación alguna a un Dios por serlo, ¿acaso tú sí?—contestó dejándome mudo.


Me di cuenta que Gabrielle era aún más insoportable que Lestat cuando se discutía con ella, pero también que tenía algo de razón y por eso me sentía tan molesto.  

1 comentario:

Senrou Chigusa dijo...

Touché. Me encanta la forma de ser de Garbrielle <\3
Me gustó mucho la lectura
Gracias por compartirlo ü
Saludos!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt