Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 25 de octubre de 2016

El daño del amor

Todos sabemos cuánto amaba Petyr a esta mujer, ¿cierto? De no ser así se va a recordar con brevedad... 

Lestat de Lioncourt



—¿Alguna vez has pensado en el daño que te estás haciendo?

Su voz sonó temblorosa, como si estuviese a punto de echarse a llorar. Ella se había percatado. Sus pupilas se dilataron, del mismo modo que apretó ligeramente el mentón. No podía decirle cuánto le quería, pues sabía que estar con él la induciría a un error. Detestaba esa orden de sabios que no lograron salvar a su madre, que la hicieron esclava de una tragedia y que no podían curar su dolor. Ni uno de ellos era lo suficientemente empático para saborear la soledad tan terrible que la cubría. No iría con él, no sería parte de Talamasca. No. Ella era una bruja y como tal se comportaría. Dominaría los espíritus y haría del Impulsor su guardián.

—¿Cuál daño?—preguntó confusa.

Él sólo había intentado ayudarla desde el mismo momento que aceptó la orden, sin siquiera conocerla. Había viajado para impedir que quemaran a su madre en la hoguera por brujería. Ella lo veía de otro modo. Pensó que él, como todos los de la orden de sabios, sólo acudían por morbo a contemplar como otros, con idénticos poderes, morían a manos del populacho y su miserable religión.

—Estás dejándote guiar por este espíritu maligno—explicó.

Quería rodear su talle, llenar sus heridas de besos y ofrecerle todo el amor que parecía faltarle. Si bien, ella no quería nada de eso.

—Soy una bruja—dijo imponiéndose alzando ligeramente el tono, expresándose con firmeza.
—No, sólo eres una mujer llena de miedos y carente de afecto—leía su alma. No hacía falta que usara sus poderes. Conocía bien esos ojos, esos labios, esas mejillas húmedas por tantas lágrimas derramadas, ese calor que yacía envolviendo sus brazos y muslos. Reconocería su aroma entre cientos de mujeres. Estaba enamorado de esa bruja. Jamás la olvidaría, y nunca dejaría de intentar salvarla— .Te has aferrado a...

—Cállate, tú en parte tienes la culpa de mi desgracia—dijo apretando los puños.

Una masa oscura vaporosa la envolvió por la espalda mientras él materializaba rápidamente sus ojos, unos hermosos ojos castaños de una fiereza indomable.
—¿Tengo la culpa?—murmuró sin aliento.

—Sí, la tienes—expresó.

—Deborah, ¿por qué me culpas de tu dolor?—preguntó con un hilo de voz. Sabía que ese ser no pararía hasta conseguir su cometido. Tenía que salvarla. Si seguía así moriría en la hoguera, al igual que su madre.

—Te culpo por haberme salvado la vida—dijo dando un paso atrás—. Debiste dejarme morir, igual que murió mi madre. Ahora no me molestes.

—Suzanne cometió muchos errores, pero tú no eres ella—formuló esas palabras temblando.

—Tienes razón, no soy ella—dijo.

—¡Deborah!—gritó intentando llamar su atención.

—Petyr, será mejor que te marches.


La nebulosa se convirtió en huracán y lo sacudió, guiándolo hasta la puerta y echándolo fuera de la propiedad. Una vez en la calle casi pudo escuchar una voz en el silbido rápido del viento.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt