Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 7 de octubre de 2016

No eres un dios

Khayman fue duro, pero le dijo la verdad... 

Lestat de Lioncourt


—Mírame, mírame...—susurró en un ruego amargo.

Su voz estaba quebrada. No era el líder que dirigía un gran ejército junto a mí, sino un hombre. El dios se había derrumbado y sólo quedaba el humano, el ser decrépito e iluso que todos somos en realidad. Me aproximé a él con tristeza sin amagos, sin deseos de destruirlo aún más de lo que ya estaba, y quedé en pie frente a su mirada cargada de preguntas tristes y sin respuesta.

—¿Qué ves?—preguntó apretando los puños.

—A un hombre que no sabe dominar su reino y que ha sido eliminado del poder por su consorte. Un hombre que por mucho que luche contra los amantes de su mujer, contra cientos de hombres ahí fuera, será minúsculo y olvidado—respondí antes de poner mis manos sobre sus hombros—. Un ser que jamás perdonaré por haberme hecho cometer semejantes vejaciones a dos inocentes—le aseguré mirándolo a los ojos, tal y como él quería. Aquellos ojos tan oscuros como los míos, tan apesadumbrados como la noche misma en la cual tuve que asumir que yo sólo era una marioneta, un peón, un idiota que había besado el suelo por donde caminaba un tirano—. No eres un dios. Nunca fuiste un dios.

—Hay espíritus que nos siguen y atormentan—dijo colocando sus manos sobre mis muñecas, justo encima de mis brazaletes de oro. Él me los había regalado, como un tributo por mi buena labor en las guerras. Si bien, sabía que era algo más. Enkil me amaba, pero yo había empezado a detestarlo con todo mi corazón.

—Porque tu mujer los ha ofendido desde que pisó Kemet—aseguré—. Ha prohibido que nos alimentemos de los muertos para que sus espíritus queden libres, como también ha perseguido a las hechiceras pelirrojas y las ha humillado frente a su corte de idiotas—dije sin miedo, sin pudor. Sólo sentía vergüenza de haber transgredido dos almas, dos cuerpos, dos mentes brillantes a cambio de no morir—. Soy un cobarde, pero aún tú lo eres más—sentencié apartándome de él con asco.


Esa misma noche me atacó aquel violento espíritu y él intentó salvarme. Quizá lo hizo porque mis palabras habían removido su conciencia. No lo sé. Simplemente sé que él me debía demasiadas cosas y aquella noche las pagó con creces.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt