Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 4 de noviembre de 2016

Inicio complicado

Así es como le conté todo a David... 

Lestat de Lioncourt



—Recuerdo el repicar de las campanas en Auvernia y cómo mi madre se marchaba a misa. Ella iba cada día a rezar con el resto de mujeres—decía mirándome con el único ojo que se había salvado. No quería decirme aún cómo lo había perdido ni dónde había estado. Sólo balbuceaba—. Se reunían bajo la supuesta cada de Dios y aguardaban que las llamaran pecadoras—masculló incorporándose un momento, dando un par de pasos por la sala, para volver al sillón y recargar su espalda por completo en el espaldar del asiento—. El sacerdote jamás aceptó a mi madre como una de sus feligresas, pero no podía evitar que cruzara la puerta y se sentara a un extremo, escuchando así sus discursos y blasfemias—recordé las zonas destinadas a las mujeres. Ellas seguían siendo señaladas como símbolo de Eva, como una alegoría a la maldad y la intransigencia—. Todavía puedo aspirar el olor húmedo del musgo, mientras retozaba en la hierba, y veía llegar a mi madre. Es una imagen renuente que explota en mis recuerdos y me hace sentir cierto miedo. No viene sola. La imaginación es poderosa y aunque jamás vi a un campesino arder, sobre todo a sus mujeres, sí podía fraguar ese símbolo, de poder y miseria, fijándolo en mi alma.

Hizo un leve descanso. Yo anotaba alborotado cada palabra que él pronunciaba. Armand sólo estaba sentado en el sillón, con la cabeza recargada en su mano derecha, cuyo codo se clavaba en el brazo de su asiento, entretanto movía ligeramente su nariz arrugándola. No quise interesarme por sus sentimientos encontrados en esos momentos, tampoco lo hice más tarde. Deseé que aquella expresión quedase ahí, en aquellas cuatro paredes, mientras Lestat sollozaba y farfullaba toda la historia.


—Cuando esa criatura apareció frente a mí no pude dejar de compararlo con las siniestras gárgolas que colgaban de la iglesia, de cualquiera de ellas, y empecé a rezar el rosario que mi madre me había enseñado. Siempre pensé que Dios y el Diablo no existían, que eran meras figuras inventadas para poder alejar el profundo miedo a la muerte. No obstante, ese ser era real y yo temblaba lloroso en un rincón—se arrojó a mis pies y me tomó de las manos—. No tomes notas aún, hazlo en breve. Sólo te estoy dando unos datos de mi vida, de por qué sentí tanto pavor. Por favor...—dicho aquello agachó la cabeza, apoyó su frente entre nuestras manos entrelazadas, y lloró.  

Decidí en ese mismo instante que liberaría mi alma de cualquiera de mis creencias, lo escucharía y creería todo lo que me contaba. Era posible que hubiese visto y sentido todo aquello, aunque sólo fuese un engaño de un monstruo más terrible que nosotros mismos. Aguardé unos minutos antes que se recompusiera y al fin tomase la palabra, así como algo de cordura. Podía ver en sus ojos su agitada alma y sus deseos de ser comprendido, amado y cuidado como nunca lo había exigido. Vi al Lestat más humano. Al hombre, no al Príncipe de la Oscuridad y la tragedia.   

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt