Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 17 de noviembre de 2016

Revólver

Comprendo su dolor, lo comparto. Perder a un hijo o alguien querido es horrible.
Lestat de Lioncourt 




Un disparo directo. Sin titubeos. Un disparo que destruyó a ese ángel puro y bondadoso del poema que la anciana Evy recitó una y otra vez cuando era una niña, recostada en la cama de Julien y esperando que el gramófono siguiera funcionando para que Lasher, ni ningún otro espíritu, pudiese escuchar tal información. El edén se salvó, ¿pero a qué precio? Lloré amargamente abrazada al cuerpo sin vida de mi hija, la rodeé como quien rodea una tabla en medio del océano helado con el fin de salvarse, y rogué porque me mirase de nuevo, con aquellos profundos ojos de cielo, y me hablase dulcemente como lo había hecho durante todo nuestro cautiverio.

Parecía una muchacha más, pero con unos rasgos tan similares a mí que me dolía. No obstante, esos ojos eran los de Michael, los mismos que heredó ese maldito desgraciado, y que permanecieron abiertos como si aún pudiese verme. Era una muñeca rota, un ángel caído, yo era la asesina que había disparado destruyendo el único brote tierno y bondadoso que pude dar a este mundo.

Me había salvado la vida dos veces, en aquel bosque y en esa cama con su leche de mujer Taltos, y yo se la había arrebatado. Yo, su madre. Era un monstruo y debí haberme pegado un tiro de inmediato, pero Michael me rodeó con sus brazos gentiles y sus manos curativas. Decidió alejarme del cuero con cuidado y después, con solemnidad y algo de ternura, la tomó a ella evitando llorar. Algo le decía a él que debía hacerlo porque se merecía amor y virtudes provenientes de esta miserable vida.

Su historia terminó con capas de tierra y abono, en nuestro jardín, y junto a su padre, hermano y verdugo. Me arrodillé frente a la tierra removida y tarareé una canción infantil. Sentí que podían escucharme y deseé que ambos estuviesen en paz, tal y como decía el poema, mientras todo mi cuerpo temblaba por un frío extraño.

Al girarme, hacia el porche, vi a Julien de pie observando todo. Tenía su característico mil rayas azul, el cabello rizado canoso bien despejado de su frente, esos poderosos ojos azules similares a los de mi marido, los míos y los de tantos Mayfair, y con una sonrisa de alivio. Parecía aliviado, pero sinceramente sabía que parte de él seguía preguntándose qué eran realmente esas criaturas. Lasher sólo había contado su historia, pero no la clase de criatura que era. No sabía lo que era.


Entramos dentro, nos sentamos en la mesa de la cocina y él me hizo té. Hablamos. Él sonreía igual de aliviado que el fantasma que nos rondaba, el cual incluso se sentó en la mesa sin decir palabra, y después quedamos a solas. Durante horas, hasta el amanecer, permanecimos conversando y luego me apagué. ¿Por cuánto tiempo me apagué? ¿Por cuántos días? Sólo sé que vi el espíritu de Aaron aferrado a las verjas, despidiéndose y sonriendo amablemente como siempre, como si aún siguiese vivo. Nunca lo he confesado, ¿cómo podría? Ahora me atrevo tras décadas de aquello. Soy una mujer que camina hacia la senectud, pero aparento aún cierta juventud debido a tejidos obtenidos de los Taltos... ¡Ah! ¡Pero esa es otra historia!  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt