Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 18 de septiembre de 2017

Salvaje

Quinn, la cagaste. Te quiero mucho hermanito, estés donde estés, pero la cagaste. Admitamos que Petronia era una criatura marcada y tú un niño bien.

Lestat de Lioncourt 


—¿Por qué eres así?

Esa pregunta hizo que me girara. Había dado un fuerte golpe a su rostro con la mano abierta y lo había arrojado al suelo una vez más. No podía evitarlo. Sentía una rabia inmensa y una impotencia tan enorme que era incapaz de controlarme. Era mi culpa, pero sobre todo era la suya. Él debió seguir mis instrucciones.

—¿Así cómo?— Miraba su rostro lleno de lágrimas sanguinolentas, inútiles lágrimas por cierto, con el ceño fruncido y un deseo atroz de cruzarle de nuevo el rostro. Incluso quería patearlo.

—¡Sólo sabes imponerme tu violencia!— Pude ver que se incorporaba mientras vociferaba. Era un idiota como cualquier otro, pero ese idiota lo había creado yo. Había dado la vida eterna a Quinn porque creí que se la merecía, pero me equivoqué.

—¡Cuál violencia, imbécil! ¡Has destrozado a una mujer! ¡Te dije que no la mataras! ¡Si te he golpeado el rostro es por impotencia! ¡Recuérdala! ¡Muerta con su traje de novia! ¡El traje de novia empapado en sangre y dolor! ¡Maldita sea, Quinn!

Mi voz sonaba desgarrada por la pena, por lo patética que era la situación, por la violencia extrema que sentía en cada segundo que se asesinaba con la aguja del reloj y mis ojos, mis ojos castaños, eran puras llamas. Estaba desatada y nada ni nadie podía controlarme. Arion me miraba y negaba suavemente. Sabía que no debía acercarse a mí, pues ni él podía contener tanto dolor y miseria. Manfred lloraba en un rincón por ella, por el muchacho y por mí. Lloraba por toda la situación que había ocurrido y la que estaba por ocurrir.

—¡Soy demasiado joven e inexperto!

—¡Todos lo hemos sido y no por ello hemos desperdiciado la sangre o la vida de nuestras víctimas!

—Quiero llorar...—dijo tras un quejido.

—¡Todo lo arreglas llorando!—grité.

—Eres una criatura demasiado cruel—balbuceó llevándose las manos al rostro. Sus manos son hermosas, su rostro es hermoso, pero odio esos gestos de fracasado que muestra tan seguido.

—Crueldad es que te desprecie tu propia madre y te venda al circo romano con tan sólo unos años de vida, que te eduquen para comprender que cada vez que sales a la arena puedes terminar sin vida y luego, cuando eres una bestia sangrienta y nadie te puede destruir, te vendan a un prostíbulo y te aten como a un perro para que te violen bravucones sin escrúpulos. ¡Eso es violencia!

Mi vida no había sido un camino de rosas, sino de zarzas. Él había vivido entre algodones debido a que sus abuelos, su tía y todos los de esa casa lo adoraban. La única que lo odiaba era su madre, la cual había hecho que sufriese cierto abandono. No obstante, tenía las atenciones de los demás los cuales lo trataban como un tesoro. Incluso ese fantasma, esa criatura idéntica a él, lo rondaba como si fuese un príncipe y lo protegía con fiereza. No lo había visto jamás, pero sí sentido. Sólo lo pude contemplar en los recuerdos de Quinn al beber de él.

—Petronia...—susurró compungido intentando echar sus brazos hacia mí.

—Violencia es que te señalen por tener ambos sexos y te escupan en los puestos de abastos cuando pides un poco de fruta al tendero. ¡Aún llevando dinero!—exclamé lo último. Él no entendía la violencia patriarcal de una sociedad machista, la cual era mucho peor que la actual. Aún así había un dios grecorromano que poseía ambos sexos, pero a pesar de ello era una criatura horrenda a la cual maltratar o seducir por curiosidad.

—Petronia...

—Olvídame. Vete con Arion. Él te sabrá comprender mejor que este monstruo—dije marchándome.


Arion decidió hablar con él largo y tendido. No sé bien qué le dijo, aunque algo vislumbré en sus memorias dadas a conocer como “El Santuario”.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt