David es un ejemplo de hombre de acción.
Lestat de Lioncourt
Supongo que con el paso de los años
las experiencias se acumulan en un pequeño desván. A veces sólo
terminan cubiertas de polvo, dañadas por la humedad de nuestras
viejas lágrimas y destrozadas porque las queremos eliminar y a la
vez no sabemos como. Para mí la vida que tuve en Talamasca jamás
pude desecharla, pues había logrado hacer a parte del hombre que
era. Ese hombre que estaba ahí de pie observando las ruinas de una
raza que se había alzado mil veces y arrodillado, que no caído,
otras tantas.
Cuando era un niño me permitía jugar
con amigos interesantes, los cuales me contaban historias muy
extrañas y secretos que los adultos no querían trasmitirme. Eran
fantasmas, espíritus y seres de otra dimensión que cruzaban a mi
vivienda, se personificaban y me ofrecían consuelo en una mansión
demasiado grande, antigua y sofisticada para un niño. Carecía de
hermanos, mi madre había muerto cuando tenía pocos años y mi padre
me educó de forma estricta.
Me convertí en el joven rebelde e
impulsivo que muchos conocieron, ese que se aproximó a Talamasca
para comprender mejor sus poderes y a la vez se deshizo de la idea, o
más bien de la invitación, por recorrer la selva con unos pocos
guías, unos buenos rifles y algunas provisiones. He comido
serpiente, lagartos y animales que he capturado sólo por
supervivencia. No me ha temblado el pulso para matar a un animal
salvaje que quería despedazarme. Pero también he tenido cierto
reparo ante la vida de otros.
Llegué a ser director de la Orden de
la Talamasca. Un hombre importante en la organización. Era, sin
lugar a dudas, en quien más confiaban todos. Los Ancianos confiaban
en mí. Tenía correo todos los días explicándome la situación de
algunos misterios sin resolver, que estaban siendo olvidados por
algunos investigadores o habían quedado sin que nadie los revisara.
Daba órdenes rápidas a los jóvenes, ofrecía información a estos
y les ayudaba. Ayudé a formar a gran cantidad de novicios, entre
ellos Merrick Mayfair, Jesse Reeves o Yuri Stefano. Con Yuri y
Merrick tuve la colaboración de mi mejor amigo, el ser que mejor me
conocía, Aaron Lightner. Aún lloro su muerte. Me siento un infeliz
por no haber ido a verlo en sus últimos momentos, pero todo fue
demasiado repentino. Ni siquiera fui a la boda con su amada Beatrice
Mayfair.
El misterio siempre ha formado parte de
mi vida, así como la aventura. Desde que conozco a Lestat he
cambiado mi cómodo despacho por junglas, selvas tropicales, ciudades
atestadas de almas, cruceros y viajes por carreteras solitarias. Tal
vez del mismo modo que dejé de ser un anciano a ser un joven
anglo-indio. Mi piel tostada, mis ojos oscuros, mi prominente
estatura y la energía que derrocho se la debo a una aventura intensa
contra un viejo miembro de la orden. Raglan James terminó muerto, yo
terminé siendo un vampiro. Pero no ha sido la única aventura, ni la
única narración, ni el único inmortal que conozco y supongo que
jamás llegará a su fin.
No obstante, había algo que no
encajaba. No lograba encontrar los orígenes de Talamasca. Me sentía
confundido, absorto por los vínculos que había con criaturas que
incluso yo desconocía, y dolido. Sí, dolido. Los hombres y mujeres
que habían dado su vida por investigar no eran despedidos en sus
últimos momentos por ninguno de los Anciano. Ni uno solo. Aquello
era terrible. Sentía que nos despreciaban. Ahora lo sé. Lo sé con
exactitud.
Digamos que la orden fue fundada por un
vampiro milenario que fue Dios de los Árboles y creador de Marius,
el fantasma de una bruja que terminó siendo vampira y asesinada por
la estupidez humana, y un espíritu que se propuso cambiar el mundo
gracias a los consejos de Pandora. Ellos hace mucho tiempo se unieron
para poder investigar sobre el propio Amel. Hicieron un pacto y
buscaron hombres y mujeres extraordinarios, les dieron un hogar y
conocimiento, así como también dinero para la investigación y
manutención. Se convirtieron en mecenas del misterio.
Debería decir que me sorprende, pero
no. Algo ocurría. Llegué a pensar que era un club secreto de
espíritus que usurpaban el cuerpo de jóvenes hasta el final de sus
vidas, haciéndolos trabajar para mediar entre el hombre y el otro
lado. ¿No es un tanto más descabellado? Absolutamente sí.
En estos momentos estoy en la jungla,
frente a lo que fueron las ruinas del templo de Maharet, observando
como Jesse coloca un pequeño ramo de flores en un monolito que
recuerda a Khayman, Maharet, Mekare y todos los que tuvieron que
sufrir para que abriésemos los ojos, despertáramos y comenzáramos
a unirnos. Supongo que las aventuras comienzan de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario