Jasmine no estaba lejos, pues se
encontraba situada tan sólo a unos metros después de decidir por su
propia cuenta y riesgo investigar los ruidos que se escuchaban en la
planta baja. El crepitar del fuego acompañó a su voz asustada.
-¿Mona? -abrió los ojos y sus
carnosos labios de chocolate esbozaron una mueca amarga llena de
preocupación-. ¿Dónde está Toquín?
Marius se giró para ver a la mujer y
no supo que decirle en ese momento. Sabía que él deseaba dar la
noticia a todos por igual, pues de ese modo podían consolarse unos a
otros. Conocía bien a Marius, inclusive muchos decían que éramos
demasiado similares. Después de unos breves segundos donde las
ascuas eran las únicas en hablar, así como la desesperación de mi
mirada, decidió que volvería a dar por mí la noticia. Rowan ya
sabía que Mona no estaba, ahora quedaban los habitantes de
Blackwood.
-Por favor haga reunir a todos los de
la casa, debo decirles algo.
Corrió entonces a reunir a todos, pues
un mal presentimiento tiraba pesadamente de su alterado corazón. Su
pequeño la llamó al borde de las escaleras y bajó un par de
peldaños mientras abrazaba con firmeza su oso de peluche. El pequeño
tenía rasgos muy atractivos, una piel chocolate con leche y unos
cabellos que parecían pura seda. Tommy apareció tras él y nosotros
salimos de la pequeña biblioteca mientras intentaba recomponerme.
Nash surgió aturdido y a punto de
caer, por ello Tommy corrió hacia él rodeándolo por el torso
metiendo sus brazos bajo las axilas. Tommy ya era un joven de más de
veinte años, una belleza similar a Tarquin y un espíritu
terriblemente idéntico.
-¿Están todos? -preguntó.
Mientras tanto, yo no decía nada y tan
sólo escuchaba el murmullo de Nicolas abrazándome. Deseé durante
varios minutos, y de forma desesperada, lanzarme al fuego. Si bien,
recordé las palabras de Louis y aparté al fantasma, para salir
corriendo intentando escapar de esos pensamientos y de mi antiguo
amante.
Marius se percató de inmediato y no
tuvo más opción que soltar la mala noticia de golpe. Escuché sus
palabras mientras el aire del pantano cercano golpeaba mi rostro.
-Vuestro amo y señor de esta casa,
Tarquin Blackwood... -dudó un poco por la presencia de los más
jóvenes, pero no había tiempo que perder-. Ha fallecido junto a su
esposa Mona Mayfair... -asentó la urna sobre una mesita donde se
solían dejar los canapés y pequeños aperitivos en los días de
fiesta-. Éstos son sus restos- añadió solemne-. Si me permiten,
debo ir tras su amigo Lestat -entonces, caminó hacia fuera donde me
encontraba- ¡Lestat!
Lloraba intentando que Nicolas cesara.
Su violín me torturaba así como los versos que surgían de sus
labios. Era terrible escuchar sus palabras, absolutamente terrible.
“Pobre de ti, triste de ti,
lamentable eres.
Todo lo pierde, quien te ama siempre
muere.
Matarás a Louis, porque así lo deseas
porque ésta será tu condena...
¡Tírate primero tú al fuego!
¡Tírate!”
-¡Apártalo de mí Marius!-grité
sintiendo las manos suaves y frías de Nicolas sobre mi rostro de
forma constante-. ¡Marius! ¡No quiero escucharlo más! ¡No deseo
escucharlo más! ¡Hará que termine igual que Quinn!-espeté cayendo
de rodillas, mientras los murmullos de Nicolas se volvían aún más
incesantes.
Aunque no podía ver al fantasma, y no
entendiera muy bien mis palabras, con voz seria y profundamente firme
habló.
-Quien quiera que seas deja en paz a
Lestat, o yo mismo me encargaré de pedirle a David que te devuelva
al cielo o al infierno ¡Lárgate! -gritó eso con tanta fuerza y
furia que a cualquiera intimidaría, lentamente se acercó hasta
donde me hallaba y me ayudó a levantarme- ¿Ya se fue?
"Recuerda... el fuego
purifica"murmuró en mi oído antes de desvanecerse mientras
intentaba reunir fuerzas para hablar.
-Nicolas... desde que me instalé en la
mansión cercana a la de Quinn han ido apareciendo él, Claudia y
otros espectros de vampiros que incluso desconozco... pero creo que
es de la troupe que estuvo en el incendio del teatro- me intenté
incorporar y caí hasta que por una segunda vez acabé de pie
acomodando mis ropas-¿Y Louis? ¿Dónde está Louis?
-Entiendo -asintió levemente a mi
información y luego sonrió ladino-. Pensé que ya ni te acordabas
de él. Lo encontré muy débil y al parecer alguien lo hirió en la
cabeza, porque tenía una mancha de sangre que ni él mismo se había
percatado. Pedí a David que se lo llevara mientras te buscaba de
nuevo. Se le veía bastante mal, aunque viéndote a ti creo que estás
peor- me sostuvo por un brazo-. Volvamos.
-Es mi culpa Marius... y ese maldito
fantasma no para de decir que debería tirarme a las llamas- susurré
abrazándolo mientras apoyaba su frente contra el pecho de su
maestro-. Te juro... que en ésta ocasión intenté hacer lo
correcto.
-Ya... -dijo a modo de entender mis
palabras y acarició un par de veces mi espalda. Sus manos blancas y
de dedos finos me recordaban a las manos de un ángel. Desconocía
como pudo ser su hermano, el cual era hijo legítimo de su padre, y
eran sus progenitores. Si bien, Marius poseía una belleza europea
terrible aunque lo más hermoso de él eran sus ojos y sus manos, al
menos para mí así era. Sus manos eran capaces de consolar, señalar
para juzgarte o pintar hermosos cuadros a óleo-. Si quieres podemos
pedirle a David que se haga cargo de ellos. Según recuerdo sabe
cosas de brujería -rodeó mi cuerpo en un breve abrazo casi
paternal-. Ni se te ocurra cometer tal cosa, no te lo permitiría
¿serías capaz de causarle más tristeza y dolor a ese pobre hombre
que te espera en casa?
-No, Marius... aunque no parezca lógico
me hace sentirme extrañamente reconfortado el saber que de algún
modo vive. Si bien... me atormenta y en ocasiones es celoso, busca a
Louis para atormentarle. Si bien, él no lo escucha. Louis únicamente
ve a Claudia debido a nuestro nexo con ella como padres- aseguré-. A
veces es peor que un niño, parece querer que todos lo vean pero son
escasas las personas que pueden hacerlo-parecía sosegado pero seguía
acariciando aquel camafeo con insistencia.
-Entonces soportalo un rato más-
respondió con una leve y gentil sonrisa-. Vamos -me apartó
sutilmente de su pecho y apresuró- ¿Estás en condiciones de ir a
pie o prefieres volar?
-Volar sería más rápido-dije antes
de alzarme hacia los cielos notando que estaba más oscuro que antes,
señal que el amanecer se acercaba a pasos agigantados.
No dijo entonces ni una palabra más y
voló a distancia considerable de mi figura en los cielos. Me
vigilaba como un padre habría hecho, pues a ratos así sentía a
Marius. Él era más un padre que un amigo, alguien de autoridad al
cual jamás escuchaba hasta sentir que ya nada tenía solución. No
tardamos demasiado en llegar a la mansión. David se hallaba en el
jardín con un libro destrozado en sus manos y que parecía tener
piel de cordero en sus tapas, aunque no estaba seguro, pues a penas
me fijé en ese detalle.
Descendí acomodando mis cabellos y
mirando a David de forma educada, aunque sentía el aliento de
Nicolas pegado a mí y mi brazo izquierdo rodeado por los suyos.
-No dejes que me lleve...-susurró
apoyando su cabeza en mi hombro mientras se materializaba-. Tú
tuviste la culpa... ahora no dejes que me lleve -me miró con ojos
llorosos mientras se desvanecía por completo de nuevo. En ese mismo
instante salí corriendo hasta el interior para abrazar a Louis.
Subí rápidamente las escaleras
sintiendo que mi corazón latía como cuando estaba vivo. Me
encontraba alterado, pues me habían dicho que estaba herido y aunque
eran heridas sin importancia aún así me preocupaba. Mientras subía
escuchaba a Claudia, por ello me detuve para poder averiguar que
pretendía.
-Oh, Louis... mi dulce e insufrible
Louis... ¿por qué tan solo?- dijo nuestra hija-. ¿Sabías que hoy
es luna llena?
-Claudia... no tengo deseos de
hablar... -respondió de forma ausente-. Estoy esperando a tu padre
-agregó del mismo modo.
Louis se hallaba en nuestra
habitación, recostado en la cama con los ojos entrecerrados y los
labios sutilmente abiertos murmurando incoherencias. Sus ropas
estaban muy sucias debido a la caída, incluso tenía aún hojas
entre sus cabellos.
-Tal vez, murió en manos de las
Mayfair. Las brujas en luna llena son temibles
-¡No digas eso! -gritó histérico
levantándose de la cama y se acercó a su menudo y fantasmal cuerpo
de niña- ¡Jamás vuelvas a decirlo! -le imploró desesperado-
¡Claudia!
-Esta muerto... -sonrió esfumándose
en el acto.
En ese momento entré agarrándolo con
fiereza mientras la maldecía. ¡Cuánto la amaba! ¡Y qué hermosa
se veía con su vestido amarillo de gala! ¡Maldita sea! ¡Aún la
amaba! Y sin embargo, me quedé allí contemplándola con un gesto de
molestia lleno de odio para ella.
-Louis, estoy aquí... estoy
aquí-susurró acariciando sus cabellos notando que estaba débil por
semanas sin tomar ni una gota de sangre, el fuerzo, las emociones de
la noche, la caída...
-¡Lestat! -se prendió de mi cuerpo en
un abrazo desesperado-. Estás aquí- temblaba notablemente-. Yo
sabía que era mentira -gruesas lágrimas sanguinolentas manchaban
aún más su rostro y mi ropa-. Oh mon cher... no pude detenerlo, él
se fue... -hablaba de Quinn sin saber nada sobre su muerte- Fue culpa
mía, no pude detenerlo... y Claudia... -tembló aún más, aunque
parecía increíble que pudiese hacerlo de forma tan intensa-. Creí
que moriría si tú no volvías más.
Un golpe súbito contra mi rostro me
hizo despertar saliendo de la cama. Louis estaba a mi lado desnudo,
aunque las lágrimas cubrían parcialmente su rostro y su cuello,
cuando miré hacia la derecha, de donde provenía la bofetada, vi el
delicado rostro de Tarquin contemplándome.
-He hecho algo para Mona, pero no estoy
seguro si a ella le agradará. Verás, he pensado que podría
regalarle...-no dejé que pudiese terminar pues me abalancé sobre
él.
Ambos caímos al suelo mientras yo
desnudaba su cuerpo, pellizcaba sus extremidades y añadía también
pellizcos al mío. Era real. No estaba soñando. Tarquin estaba vivo
ante mí hablando de Mona como si nada hubiese pasado. Mi hermanito
se apartó intentando recomponer lo que quedaba de su ropa mientras
yo estallaba en carcajadas.
-¡Estás vivo! ¡Debemos de
celebrarlo!-grité despertando a Louis que nos miró con el ceño
fruncido, él también parecía confuso de ver a nuestro hermanito
allí con nosotros.
Pocos días después supe que todo fue
una confabulación de Nicolas, Claudia y Oncle Julien. El último,
sin duda, era el más fuerte de los tres y quien más disfrutó
jugando con el dolor de ambos. Era simplemente una diversión de
aquellos que una vez estuvieron entre los vivos y formaron parte de
nuestra vida o de la historia de nuestras familias.
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