Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 19 de agosto de 2014

Aquellos pensamientos

Ashlar, como saben, ha regresado gracias a un trueque con el demonio de parte de la familia Mayfair, no es el único que ha logrado venir del más allá. Pero, ¿qué es lo que pensó cuando llegaba lentamente la muerte? Pues esto es lo que pensó.

Lestat de Lioncourt

Mis últimos pensamientos en este mundo cálido que se vuelve frío:

La tumba del santo lleva mi nombre, está marcada como el lugar donde yacen mis sagrados huesos. Es un lugar de peregrinación, de fe, de increíble misericordia y yo estoy de pie, vivo, observando la vidriera con mis gigantescas manos acariciando mis mejillas mientras lloro. Lloro por la sangre derramada, sangre de mi sangre, bañando los verdes campos del Valle.

Aún recuerdo como su cabello rojo se mezclaba con el rojo de las llamas, como nuestros hijos se amontonaban en una pira de cadáveres retorcidos, masacrados, llenos de dolor y miseria. Otros, los desconsolados, creían haber llegado a la victoria y sólo se habían adentrado en el más profundo y terrible dolor. La soledad cayó a plomo sobre mis hombros. Me convertí en un maldito, en un despropósito... en el santo. San Ashlar.

¿Y qué tengo de santo? Enterré mi espada en el vientre de mis hijos, decapité a mis hermanos, olvidé lo que era para convertirme en un monstruo sádico luchando por la razón, la fe, la verdad y en realidad sólo luchaba contra la paz que siempre había reinado entre los nuestros. Yo los dividí, los puse contra mí y luego lloré por cada alma que terminó yaciendo horriblemente a mis pies.

Santo, llamadme santo si queréis. Pero yo no soy un hombre bueno, aunque ni siquiera soy un hombre. Mi mundo no es este, ni lo será jamás. Vengo de un lugar distinto, tan cálido como la leche materna. Recuerdo el calor, el cobijo de los brazos de las hembras y el aroma del amor que disfrutábamos todos. El paraíso existía, hasta que se consumió y tuvimos que huir. Huimos a tierras fértiles, que pudiesen darnos el fruto de la paz y yo lo convertí en tierra de pecado, pues la codicia y la ira son pecados peores que tomar el nombre de Dios en vano.

Siempre llevaré conmigo el dolor, la ruina y el desastre. Mi vida es un infierno sin tener que haber descendido a ellos. Dicen que Dios te impone pruebas para demostrar si tu fe es digna de su reino, pero posiblemente hubiese deseado que me tentara el Diablo negándome a su amor, su consuelo y la fe que me impusieron con buenas palabras. Habría dado todo porque ellos volvieran a la vida, alzándose sobre el pasto fresco manchado con su vida, para poder abrazarlos pidiéndoles perdón, besando sus suaves rostros y mirándolos a los ojos, tan parecidos a los míos, para después cantar con ellos alabanzas al amor y no a un Dios colérico que permitió que todo mi pueblo cayera.

Los brujos lo saben, saben que sucedió. Rowan y Michael, tan bondadosos al escuchar mi historia y tan pacientes para no marcharse cuando concluí. Ellos escucharon mis pecados, mi lamentable historia y sintieron en carne propia la tortura que era la soledad y sus miserias. Espero que sepan bien cuánto los amé y llegué a apreciar. También que me perdonen por mi falta de moral. 

Sin embargo, creo que he redimido todos y cada uno de mis pecados. Ella sabe mi pasado y está junto a mí, tomando mi mano, mientras sentimos como el frío merma nuestras vidas. No separa sus dedos de mí, su cuerpo contra el mío, mis manos acariciando su espalda que se va helando. Ese cabello rojo, tan rojo como el fuego y el rojo de Janet, se convierte en escarcha y mis labios se posan en su frente como un último tierno recuerdo de quienes fuimos. Perdóname tú también, como ellos deben haberme perdonado, porque me equivoqué y fallé. El mundo, nuestro mundo, se acaba hoy pero regresaremos. Sé que lo haremos. Caminaremos por el valle todos unidos, tomando nuestras manos y suplicando perdón por nuestros pecados. Pero no lo haremos a un Dios con rostro de hombre, sino a nosotros mismos con nuestras facciones monstruosas. 

No soy santo, sólo soy un Taltos.
Ashlar Templeton.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt