Ashlar, como saben, ha regresado gracias a un trueque con el demonio de parte de la familia Mayfair, no es el único que ha logrado venir del más allá. Pero, ¿qué es lo que pensó cuando llegaba lentamente la muerte? Pues esto es lo que pensó.
Lestat de Lioncourt
Mis últimos pensamientos en este mundo
cálido que se vuelve frío:
La tumba del santo lleva mi nombre,
está marcada como el lugar donde yacen mis sagrados huesos. Es un
lugar de peregrinación, de fe, de increíble misericordia y yo estoy
de pie, vivo, observando la vidriera con mis gigantescas manos
acariciando mis mejillas mientras lloro. Lloro por la sangre
derramada, sangre de mi sangre, bañando los verdes campos del Valle.
Aún recuerdo como su cabello rojo se
mezclaba con el rojo de las llamas, como nuestros hijos se
amontonaban en una pira de cadáveres retorcidos, masacrados, llenos
de dolor y miseria. Otros, los desconsolados, creían haber llegado a
la victoria y sólo se habían adentrado en el más profundo y
terrible dolor. La soledad cayó a plomo sobre mis hombros. Me
convertí en un maldito, en un despropósito... en el santo. San
Ashlar.
¿Y qué tengo de santo? Enterré mi
espada en el vientre de mis hijos, decapité a mis hermanos, olvidé
lo que era para convertirme en un monstruo sádico luchando por la
razón, la fe, la verdad y en realidad sólo luchaba contra la paz
que siempre había reinado entre los nuestros. Yo los dividí, los
puse contra mí y luego lloré por cada alma que terminó yaciendo
horriblemente a mis pies.
Santo, llamadme santo si queréis. Pero
yo no soy un hombre bueno, aunque ni siquiera soy un hombre. Mi mundo
no es este, ni lo será jamás. Vengo de un lugar distinto, tan
cálido como la leche materna. Recuerdo el calor, el cobijo de los
brazos de las hembras y el aroma del amor que disfrutábamos todos.
El paraíso existía, hasta que se consumió y tuvimos que huir.
Huimos a tierras fértiles, que pudiesen darnos el fruto de la paz y
yo lo convertí en tierra de pecado, pues la codicia y la ira son
pecados peores que tomar el nombre de Dios en vano.
Siempre llevaré conmigo el dolor, la
ruina y el desastre. Mi vida es un infierno sin tener que haber
descendido a ellos. Dicen que Dios te impone pruebas para demostrar
si tu fe es digna de su reino, pero posiblemente hubiese deseado que
me tentara el Diablo negándome a su amor, su consuelo y la fe que me
impusieron con buenas palabras. Habría dado todo porque ellos
volvieran a la vida, alzándose sobre el pasto fresco manchado con su
vida, para poder abrazarlos pidiéndoles perdón, besando sus suaves
rostros y mirándolos a los ojos, tan parecidos a los míos, para
después cantar con ellos alabanzas al amor y no a un Dios colérico
que permitió que todo mi pueblo cayera.
Los brujos lo saben, saben que sucedió. Rowan y Michael, tan bondadosos al escuchar mi historia y tan pacientes para no marcharse cuando concluí. Ellos escucharon mis pecados, mi lamentable historia y sintieron en carne propia la tortura que era la soledad y sus miserias. Espero que sepan bien cuánto los amé y llegué a apreciar. También que me perdonen por mi falta de moral.
Sin embargo, creo que he redimido todos
y cada uno de mis pecados. Ella sabe mi pasado y está junto a mí,
tomando mi mano, mientras sentimos como el frío merma nuestras
vidas. No separa sus dedos de mí, su cuerpo contra el mío, mis
manos acariciando su espalda que se va helando. Ese cabello rojo, tan
rojo como el fuego y el rojo de Janet, se convierte en escarcha y mis
labios se posan en su frente como un último tierno recuerdo de
quienes fuimos. Perdóname tú también, como ellos deben haberme
perdonado, porque me equivoqué y fallé. El mundo, nuestro mundo, se
acaba hoy pero regresaremos. Sé que lo haremos. Caminaremos por el
valle todos unidos, tomando nuestras manos y suplicando perdón por
nuestros pecados. Pero no lo haremos a un Dios con rostro de hombre,
sino a nosotros mismos con nuestras facciones monstruosas.
No soy santo, sólo soy un Taltos.
Ashlar Templeton.
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