Mona Mayfair me ha regalado unas palabras que más bien parecen advertencia, pero al menos admite que me quiere. El aprecio es muto. ¡Pero yo no soy tan desgraciado como ella dice!
Lestat de Lioncourt
Si pudiera resumir nuestra relación en
una sola palabra la titularía «Caos», pero no puedo ser tan cruel.
He aprendido de mis errores durante estos años, pero sigo teniendo
mi orgullo y me obceco en contradecir todos tus dictámenes. Puede
que tu experiencia valga la pena para otros, pero sabes que mi
libertad y mis deseos son superiores a los tuyos. No sé porqué te
molestas conmigo, somos muy parecidos. Cuando me ves tal vez
contemplas el fruto de tus intrépidas palabras, tus entrometidos
actos de valor y la desfachatez carismática que posee tu sonrisa.
Eres divino pecado, pero el pecado se hizo para que yo lo vistiera.
Soy joven, me gusta divertirme y no puedes castigarme por ello. He
vivido calamidades terribles, tan terribles como las que tú viviste,
y también vi la muerte rondar mi cama, besar mis cabellos y reírse
de mí. No, no puedes negarme el ser como soy. ¿Acaso no te das
cuenta? Eres como todos los padres terriblemente preocupados sin
comprender que sus hijos terminan pareciéndose a ellos. Y no hay
remedio.
Me gustaría volver a verte. Hace
tiempo que no nos enfrentamos. Tal vez debería vestirme de la forma
más provocadora posible, con esos amplios escotes que muestren
parcialmente mis senos, y no dejen nada a la imaginación. Sólo lo
haría por ver tu reacción. Eres un príncipe alocado, pero no dejas
que otros cometamos locuras. Tienes miedo de verme sufrir, lo sé,
pero el sufrimiento es parte del juego. Me encantaría lanzar los
dados, jugar una partida de poker conmigo, y reírme en tu cara
cuando la ira reviente. Eres encantador, atractivo y muy arrogante. Y
esa arrogancia te mata. Me fascina tus ojos azules con esos rayos
violetas, los cuales aparecen en los peores momentos. La rabia te
consume, aprietas los dientes igual que los puños, y comienzas a
maldecir en cientos de idiomas. Es terriblemente excitante verte así,
jefe.
Te recuerdo con una americana blanca,
una camisa lavanda de algodón y unos tejanos apropiados para ir a la
moda. Sí, te he visto hace poco. He podido ocultarme de ti. Aunque
te prometo que intenté no reírme cuando te vi frente a la tienda de
aparatos electrónicos. Paseabas ante las cámaras para verte
reflejado en cada televisor. Debe ser horrible haberte vuelto una
figura de leyenda, pero nada más. Nadie cree que puedas aparecer de
nuevo subido en un escenario dando alaridos. Bueno, hay alguien. Ya
sabes bien que él siempre te tendrá como su héroe personal, el
Mesías de la locura y la celebridad más importante de todos los
tiempos. Hoy ha salido solo. No sé donde se habrá metido. A veces
lo hace, ¿sabes? Y yo me siento sola. Extraño los días en los
cuales los tres salíamos a cazar villanos y vampiros que debían
arrepentirse de sus actos. Me pregunto qué harías si te digo que te
espero en uno de esos coquetos cafés donde vas a leer el periódico,
perderte en las generosas vistas de las escotadas camareras y soñar
que esa bruja loca regresa a tu lado. ¿Sabes por qué lo hago?
Quizás es porque aún te quiero y te necesito, pero soy demasiado
terca como para decirlo cara a cara. Sería tener que tragarme todo
mi orgullo escuchando mis palabras. Y una chica no puede permitirse
eso, ¿sabías? Menos una bruja como yo. Porque aún me considero una
bruja y siempre me consideraré como tal. No puedo olvidar que no me
amaras y la prefirieras a ella, una loca beata de la misma ciencia
que condenó a todos y no me pudo salvar, como tampoco pudo salvar a
mi pequeña.
Jefe, sólo espero que nos veamos
pronto y me puedas firmar ese libro que saldrá a la venta. Estoy
esperando con ansias tenerlo. Posiblemente lo lea más de una vez
recordando la cadencia de tus palabras, el tono amable y cortesano de
tu voz, y lo idiota que eres. No puedo olvidar lo idiota que has
sido. Intento hacerlo, pero es divertido. Sólo te pido que te
cuides, pues cuando nos veamos posiblemente comience esa guerra que
quedó en nada. Un enfrentamiento padre e hija, ¿no crees que sería
fascinante? Demasiado tentador, jefe. Así que piensa, pronto me
verás con un vestido ceñido demasiado corto y escotado, con el
cabello suelto imitando al fuego que me consume y con mis ojos verdes
clavados en los tuyos. Ve preparando tu mejor discurso, que yo
prepararé mi mejor veneno.
No olvides que te quiero,
Mona Mayfair
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