Marius ha decidido hablar de nuevo sobre sus sentimientos, o más bien sobre sus cagadas.
Lestat de Lioncourt
El amor no es todo. La sabiduría busca
consuelo en el corazón, pero la razón y el orgullo provoca que nos
alejemos. Mi camino se ha marcado hacia otros rumbos, aunque es
cierto que todos los caminos conducen a la perdida de conciencia y al
influjo de los sentimientos. He aprendido a vivir en soledad, del
mismo modo que desde joven tuve que soportar las comidas sociales y
las fiestas joviales. Mis ojos fríos reducen a polvo a todo aquel
que perturba mis emociones. Me he convertido en un monstruo colérico,
a pesar de mi paciencia y mi deseo de sentir cerca a todo aquel que
necesito.
Él fue para mí la redención. Igual
que un ángel concede el amor, puro y exótico, él lo hizo. Abrió
sus brazos como si fueran alas, me rodeó con euforia y permitió que
lo besara encendido como una antorcha. El calor que sentí en mi
pecho hacía siglos que no lo percibía. Su cabello rojo era la mecha
de una pasión que sigue perdurando. Aquellos ojos castaños, tan
profundos y llenos de vida, me arrojaron al paraíso de los pecados
más complacientes. Sus labios, de pétalos de rosa, se convirtieron
en la fuente de todo mal. El mal de los sabios asechaba. Quería ser
su Dios, tal y como pedía, llegando a ser el Mesías en mitad del
desierto proclamando al mundo la belleza del arte. Sin embargo, me
convertí en el monstruo de sus pesadillas.
No puedo pedir disculpas. He hecho
tanto daño que no puedo pedir siquiera su perdón. Juzgué mal sus
sentimientos, dejé a un lado su dolor y jamás fui a buscarlo cuando
lo arrebataron de mis brazos. He intentado poner remedio a mi
torpeza, pero sólo divido nuestros mundos como su Moisés las aguas
del mar muerto. Él cree en los santos, yo sólo creo en lo que
pinto. Se ha alejado de mí por completo y preferido abrazar la fe,
otros cuerpos y el tiempo.
Hoy lo vi. Sentado en los peldaños del
hall de entrada de uno de los edificios más carismáticos de New
York. Ha huido de mí. Busca un emplazamiento distinto cada cierto
tiempo. Él viaja. No me informa de dónde está y cuando me aproximo
me mira con rencor. El amor que me profesaba se está perdiendo y el
dolor me está lacerando el alma. Pronto no quedará nada. Convertiré
en polvo todo lo que he amado por terquedad, ceguera y terribles
males. Quise acercarme, besar su frente, y rodearlo con mis brazos
como tantas veces. Sin embargo, él no lo deseaba ni me necesitaba.
He perdido.
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