Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 26 de septiembre de 2014

Stella, mi pequeña Stella.

Julien Mayfair se pone blandito cuando habla de Stella. Es que de tal palo tal astilla. No olvidemos de quien es nieta/hija... Julien, que pillo eres. Hay que aceptar que este brujo fabricaba mujeres hermosas. Bueno, acepto que además de ser un bastardo (y mucho) tenía un buen físico. Ahora, amputen mis manos como sucedió con Nico. 

Lestat de Lioncourt


Aún creo escuchar tu encantadora voz en el jardín. Puedo imaginar que estás ahí, con los pies descalzos, mientras intentas cazar mariposas únicamente para verlas de cerca. Tenías el cabello negro, ondulado, espeso y caía sobre tus hombros. Eras una niña preciosa. Te consentía en todo e intenté protegerte de cualquier pequeño retazo de oscuridad, pero fue en vano. Todo lo que yo esperaba de la vida, aquello que deseaba con fuerza, quedó desterrado y como si fuera una maldición, tan terrible como efectiva, quedaste atrapada entre los largos dedos de la mayor bestia que podías imaginar.

La oscuridad de las suaves sobras del jardín se hicieron intensas, el paraíso se convirtió en infierno, y un día cualquiera, en tu infancia, yo me desvanecí. Las flores dejaron un aroma distinto en tus cabellos y las calles quedaron empapadas. Mi espíritu quedó atrapado, se asomaba a la ventana y podía verte crecer entre el dondiego y los jazmines. La tenue luz de la adolescencia hizo estragos en ti, del mismo modo que tus poderes. Rogué que fueras libre, pero caíste presa de un don peligroso. La esmeralda comenzó a lucir en tus pronunciados escotes, tu largo cabello quedó tirado en el suelo de alguna peluquería y tu sonrisa empezó a ser distinta.

Hija mía, eras mi corazón. Hiciste que este monstruo se ablandara de tal forma que quedé irreconocible. Mis manos arrugadas, tan viejas como mis ojos, te contemplaron de forma tierna y pura. Jamás pensé que pudiera amar tanto a alguien. Te amé desde el día de tu nacimiento, cuando te dejaron envuelta en mis brazos. Mi último fruto. Mi última hija. Una bruja más para la cuenta final. Un enigma.

Tal vez debí decirte cuánto te quería en aquellos momentos, pero hay amores que no necesitan ser dichos para ser conocidos. Creo que siempre supiste la verdad, que el ser que te abrazaba no era más que un hombre al que no podías llamar padre. No importa. Fui padre de muchos, pero pocos tuvieron siquiera el honor de ser apreciados por mí. Quise que conocieras la verdad de esta ciudad, tan llena de misterios y pecado, para que nada te sorprendiera. Intenté ser el mejor ejemplo. Deseé mi fuerza y entereza para ti. 

Siempre te amaré mi pequeña Stella.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt