El demonio ha dejado un escrito. No sé si es o no es. Vosotros decidiréis.
Lestat de Lioncourt
Soy Memnoch. Memnoch el diablo, tenlo
presente. He observado el mundo desde su creación. Vi como Dios
lanzaba los dados y empezaba su juego salvaje. Como si fuera un niño
exploraba todas las maravillas dejándose arrastrar por su soberbia.
Nosotros, los ángeles, temíamos y nos sentíamos confusos. Una
confusión que aún perdura. La vida se ha desarrollado de una forma
rápida, tortuosa y desmedida. Hay millones de almas que jamás han
podido tener una oportunidad. Viven en la oscuridad, como muchos de
ustedes. Hay que desvelar la verdad, quitando la venda a todos, para
que dejen de seguir la Senda del Diablo y se adentren en la luz. Ese
es mi cometido. El castigar al pecador no es mi gran trabajo, sino
recluir sus almas en un lugar donde van a parar todas por mandato
divino.
No puedo hacer nada. Ni siquiera puedo
decidir que él me crea. Un ser tan impertinente y engreído como
Lestat, pese a su sed de conocimiento, no llegó a comprenderme ni a
creerme. No soy temido por él. Se siente libre de mí, pero no de
mis mentiras. Os puedo asegurar que todo lo relatado es cierto. Por
eso os ruego que me creáis.
El destino no está echado. Sois libres
de elegir vuestros pasos. Por ello estoy aquí. Entre mortales. Con
un aspecto común de un muchacho delgado, de cabellos rubios y rostro
ambiguo. Me muevo por los andenes del metro, aguardo el autobús con
un libro entre mis manos, escucho música mientras me mezclo entre la
muchedumbre de las calles, he entrado en bibliotecas llenas de sabios
y no he encontrado más que polvo acumulado sobre viejos ejemplares y
me he dejado llevar por la emoción de un buen sueño en un motel
cualquiera. Sí, he sido un hombre. He compartido con otros el pan y
el vino. He decidido explorar como siempre lo he hecho, de la forma
que Dios decidió hace tiempo experimentar, y he acabado por amaros.
Sufro por vosotros. Sufro también por mí.
Algún día encontraré la forma de
presentar las diez almas ante Dios; si bien, creo que cualquier alma
es lo suficientemente importante para ser salvada. Es injusto y
reprobable. Así es Dios.
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