Ojalá sea así. Ojalá jamás vuelva una pesadilla a molestarla. Sólo deseo que ambos estén bien.
Lestat de Lioncourt
Mi alma se unió a la suya nada más
conocerla. Quedé encadenado a mis sentimientos, pero a la vez fui
preso de una libertad absoluta. Creo que jamás he sido tan libre.
Amo sin remedio. No hay fronteras para ese sentimiento. Siempre pensé
que en este mundo moderno estaba vacío, a pesar de ser feliz. Se
puede ser feliz y sentir que algo falla, por mínimo que sea, que nos
devora parcialmente el alma. La frialdad y meticulosidad de algunos
es asombrosa, buscan algo práctico y nada complejo. A decir verdad,
¿no es así el amor? Complejo.
Siempre he estado rodeado de mujeres.
Las mujeres suelen comprenderme mejor que los hombres. Quizás debido
a mi oficio tengo cierta sensibilidad de la que otros carecen.
Reconstruyo casas, les vuelvo a dar vida, y tengo que elegir la
decoración exacta y los materiales que se usaron desde un principio.
No sé. Tal vez puedo hablar con el alma de las viviendas y esa
sensibilidad pueden verla en mis ojos azules.
Seamos sinceros. Las mujeres son para
mí una bendición. He amado a muchas mujeres en mi vida, pero
ninguna como a ella. Tía Viv siempre fue uno de mis grandes amores.
Ella siempre me dio una pauta a seguir, unas manos suaves sobre mis
mejillas y un corazón preocupado. Si bien, hay alguien que ocupó
todo mi corazón cuando la conocí. Ella arrastró los pequeños
fracasos tirándolos al mar.
Recuerdo a la perfección el día de
nuestra boda. Era más joven, más inocente pese a todo, y tenía una
hermosa sonrisa que pocas veces he vuelto a ver. Parecía una muñeca
de escaparate. Sus enormes ojos grises me enloquecieron. Creo que
muchos dieron fe de ese sentimiento. Fue como una explosión
incontrolable de felicidad. Quise reír a carcajadas, llorar de
felicidad y dar las gracias a Dios, los ángeles y todo el santoral
presente en la iglesia en forma de hermosas figuras.
Mientras escribo estas líneas ella
duerme. Ha trabajado tan duro que nada más llegar a casa se ha
desplomado. Su cuerpo tirado en el sofá parece el de una sirena. Sus
cabellos rubios rozan sus mejillas y su largo cuello de cisne.
Debería despertarla, pero no lo haré. Posiblemente tan sólo la
tome entre mis brazos, como el día de nuestras nupcias, y la suba
hasta nuestro dormitorio para acomodarla en la cama. Si bien, en
estos momentos, deseo mirarla como se mira a una obra de arte. Quiero
capturar este dulce momento de tranquilidad y tregua con el mundo.
Hemos vivido grandes y terribles pesadillas, así que ahora merecemos
tener un sueño dulce y prácticamente eterno.
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